Existe una versión simplificada y casi mítica acerca de las particularidades de Colonia en el escenario nacional. Esta mirada le atribuye una importancia casi única al rol de la inmigración, sobre todo a la suiza y la valdense. Vale aclarar que inmigración, desde mediados del siglo XIX, hubo en todo el país. La inmigración en el departamento de Colonia, por cierto, adoptó la modalidad de la colonización agrícola, factor que la puede distinguir de otros procesos inmigratorios. Asimismo, el derrotero de estas colonias, como trasciende de las investigaciones de Roger Geymonat y Sonia Ziegler, es bastante más complejo y plural de lo que puede percibirse a simple vista. Sin embargo, este desarrollo colonizador se produjo en una región que evidenciaba rasgos específicos desde la época colonial. Entender estos elementos nos puede ayudar a superar la visión reduccionista arriba denunciada.

Una particular distribución territorial

La fundación de Colonia del Sacramento en 1680, marcando la dinámica de la lucha de imperios entre España y Portugal, inaugura el poblamiento de la región. En reacción a la ciudad portuguesa, desde Buenos Aires se instrumenta la ocupación de la campaña, yendo desde la creación de guardias militares al recurso económico de las vaquerías, que luego darían pie a las primeras estancias de la Banda Oriental. El territorio de Colonia, en un destino de larga duración, se volverá un espacio económico complementario a Buenos Aires. Por otro lado, la Colonia portuguesa se convertirá en el puerto principal del Río de la Plata, llegando a conformar junto a Buenos Aires y Montevideo un “complejo portuario”, según refieren los estudios del historiador argentino Fernando Jumar.

La Colonia del Sacramento, transformada en una especie de “zona franca”, alentará el tráfico ilegal rioplatense, enriqueciendo indistintamente a los comerciantes españoles y portugueses. Con la toma de Colonia en 1777, la creación del Virreinato del Río de la Plata y el Reglamento de Libre Comercio, que habilita los puertos de Montevideo y Buenos Aires, la ciudad portuguesa perderá su importancia como centro comercial regional. No obstante, la dinámica portuaria será clave en la conformación histórica del departamento, incidiendo en la fundación, ya en el siglo XIX, de poblaciones como Carmelo y Nueva Palmira.

El departamento de Colonia se distingue en la actualidad por la multiplicidad de núcleos poblados. Este proceso urbanizador, no obstante, arranca en el siglo XVIII. En 1758 aparece la población de Las Víboras, cuyos habitantes se dedican a la ganadería y a la agricultura, según las pautas que el investigador argentino Jorge Gelman definió para las regiones de Colonia y Soriano. Esta población será el germen de las ciudades de Carmelo e Higueritas-Nueva Palmira, que comenzarían a organizarse en la etapa artiguista y de dominio luso-brasileño. La villa del Rosario, por su parte, en conflicto con estancieros aledaños, tendría una ardua conformación, extendida desde 1775 a 1810. Este devenir urbano y poblacional se vería ratificado y ampliado desde la segunda mitad del siglo XIX por el aporte de la colonización agrícola.

La propiedad rural, a diferencia de otras zonas del país, no albergó grandes latifundios. Durante el siglo XVIII la propiedad más extensa, de 42 leguas, fue la establecida por la Compañía de Jesús, luego llamada Calera de las Huérfanas. El resto fueron, en general, medianas y pequeñas, habiendo una numerosa población de agricultores. El reparto de tierras promovido por Artigas en 1815 resultó particularmente exitoso en el departamento, si bien gran parte de la tierra, refiere el investigador palmirense Jorge Frogoni, fue acaparada por militares. En el período de la Guerra Grande (1839-1851), las tierras cambiaron de manos varias veces según los bandos en pugna, blancos y colorados, dominaran la región. En la década de 1850, en una etapa de relativa paz, los comerciantes y empresas especuladoras, como expusimos en nuestros estudios de la Guerra Grande y la modernización en Colonia, condujeron a una mayor fragmentación de la tierra y a la afirmación de la propiedad rural.

En este marco de profunda movilidad territorial se establecen las colonias agrícolas de inmigrantes. Si bien el proceso fue sobre todo significativo en el este del departamento, con las colonias suiza y valdense, en otros lugares, como Carmelo y Nueva Palmira, también se fundaron colonias, por ejemplo la Estrella, Arrué y Belgrano. Muchas de estas colonias, como Nueva Helvecia, Ombúes de Lavalle y Miguelete, se convirtieron con posterioridad en ciudades, pautando el particular tejido urbano del departamento de Colonia en relación al ambiente uruguayo.

Clases medias

En 1876 el historiador Francisco Bauzá entendía que las clases medias eran un elemento clave para el desarrollo económico y social del país. Este papel se volvería notorio en Colonia desde la década de 1860, con la aparición de clases medias rurales y urbanas. Este análisis de clase, por cierto, ayuda a encuadrar mejor una causalidad inmigratoria informe que obvia la categoría de la clase social y la territorialización de los grupos humanos. En la campaña departamental la emergencia de una clase media estuvo asociada a la constitución de un “paisaje colónico”, que influyó en diversas transformaciones geográficas, económicas y sociales presentes hasta el día de hoy.

Las propiedades medianas, de entre 101 y 300 hectáreas, según el censo de 1908, comprendían 30% de los 3.249 predios departamentales. Al comenzar el siglo, asimismo, las extensiones medianas, en este caso de 101 a 2.500 hectáreas, ocupaban 41,3% de la superficie del departamento. Las propiedades más pequeñas, menores a 100 hectáreas, eran 57,8% del área departamental. Esta clase media rural desarrolló explotaciones mixtas, agrícolas-ganaderas, e impulsó la agroindustria. En relación a Colonia Valdense, el inspector de educación primaria doctor Abel J Pérez, en 1905, refiere que la población posee “espíritu de trabajo y de amor por la instrucción primaria”. Similar disposición había percibido en Nueva Helvecia. La singular distribución territorial alentó la formación de esta clase media rural, la cual, como rasgo identitario y estrategia de promoción social, estimuló los valores del trabajo y la educación. En el medio urbano se dio un proceso similar.

La clase media de las ciudades estuvo integrada por empleados públicos, pequeños comerciantes y artesanos. Los comercios al menudeo en todo el departamento pasaron de 104 en 1852 a unos 203 en 1887. Algunos, desde posiciones modestas, llegaron a integrar el conjunto de los grandes empresarios locales. Pedro Indart, por ejemplo, con los ahorros obtenidos de un humilde taller de herrería, fundó en 1877, en Rosario, una importante casa comercial que luego funcionaría como banco agrícola. Sobre estas clases medias, en relación a Nueva Palmira, opinó Orestes Araújo en su Diccionario geográfico (1900): “La idea de asociación está muy desarrollada entre sus cultos habitantes, que además de poseer varias sociedades de recreo y beneficencia, cuentan con una biblioteca pública”. La educación, de esta manera, será apreciada por las clases medias rurales y urbanas, incentivándose su expansión desde diferentes ámbitos.

Un temprano desarrollo educativo

En Colonia del Sacramento, en 1834, se fundó la escuela 1, que contaba con cerca de 50 alumnos. El preceptor, Cayetano Bover y Capdevila, impartía clases de aritmética, gramática, geografía y doctrina según el sistema lancasteriano. En 1855, según el informe de José G Palomeque, había en el departamento tres escuelas de varones y una de niñas, con un total de 80 estudiantes. Estas, sin embargo, se encontraban en una situación de “atraso” y “abandono”, careciendo los maestros de una preparación adecuada.

En la década de 1870 las élites locales le dieron impulso a la labor que venía desplegando la Sociedad de Amigos de la Educación Popular para la mejora del sistema educativo. En 1876, un año antes de la reforma vareliana, existían en Colonia 15 escuelas, con 20 maestros y 706 alumnos; en 1887, gracias a la reforma, aumentaron a 28 escuelas, con 40 maestros y 1.758 alumnos. De forma paralela se crearon bibliotecas populares en Nueva Palmira (1873), Colonia del Sacramento (1874) y Rosario (1903).

En cuanto a la educación secundaria, un rol pionero tendrá el liceo Daniel Armand Ugón fundado en 1888 en Colonia Valdense. El profesor Omar Moreira, junto a otros colegas, al cumplirse su centenario, efectuó una exhaustiva investigación al respecto. Al momento de inaugurarse contó con 30 alumnos inscriptos, llegando a los 134 en 1906. En 1912, por una ley nacional de creación de liceos, se estableció la enseñanza secundaria en Colonia del Sacramento. De los 43 estudiantes que comenzaron los cursos, la gran mayoría pertenecía a la clase media, según señala Zoraya Orsi en el libro que le dedicó a la institución. En las décadas siguientes, debido al impulso de las “fuerzas vivas” locales, se crean liceos populares, como en Rosario (1933) y Nueva Palmira (1941). La matrícula a partir de la década de 1950 se verá incrementada. En el caso del liceo 1 JL Perrou de Colonia, pasará de 447 alumnos en 1955 a unos 1.006 en 1971, llegando a 1.500 en el año 2006. La multiplicación de centros de enseñanza media en las diversas localidades departamentales, aparte de mejorar la cobertura, ha ayudado a crear comunidades educativas propias en cada lugar. El profesor de historia Gabriel Quirici, en una reciente investigación educativa que coordinó, señala que los mejores logros del departamento de Colonia se deben a la fortaleza de sus comunidades educativas y que eso distingue a la región de otras partes del país.

Recapitulando y como síntesis final, se puede referir que la particular distribución de la tierra a nivel departamental potenció la aparición de una clase media rural y urbana, la cual, desde temprano, le dio un destacado impulso al desarrollo educativo. La historia y no la genética, desde la larga duración, habría marcado las características sociales y culturales del departamento de Colonia.