En la década de 1940, con la construcción del hotel El Mirador, Colonia del Sacramento comienza una etapa de despegue del turismo, tanto nacional como internacional. En el año 1950 el puerto tuvo un movimiento de 180.000 pasajeros y 3.000 automóviles. Ya para la década de 1970 la afluencia de turistas había transformado el tranquilo paisaje pueblerino.

En 1972, mientras avanzaban las obras de preservación y reconstrucción del Barrio Histórico, el editor Pio Santiago, por la imprenta de El Ideal, sacaba a la venta una Guía Turística de Colonia del Sacramento, la cual muestra los cambios que había sufrido la ciudad en materia turística durante las dos últimas décadas. Cabe destacar que Santiago, junto al investigador Heroídes Artigas Mariño, publicó la revista Estampas Coloniales (1975-1985), difundiendo la historia de la zona. En la guía que ahora reseñamos ya puede detectarse este interés por la historia de la ciudad tricentenaria, apareciendo también información de la vida social y empresarial local.

Una abuelita que cambiaba

La guía, de 96 páginas y pequeño formato, se abre con un texto titulado “Hora del Recuerdo”, donde se reflexiona acerca de la situación de Colonia del Sacramento: “la Abuelita de la Patria se nos muestra como una ciudad que no es ruidosa, pero tampoco es hosca; que no habla a gritos, pero tampoco calla; que no ostenta sus defectos, pero que tampoco se pone una máscara de hipocresía; que no es beata, pero que no se jacta de su incredulidad.” Se pretendía ofrecer al turista “una magra visión de nuestra querida tierra”, sin abrumarlo “con áridas cifras matemáticas”. La ciudad, pese a ritmo aldeano, se estaba transformando.

En las páginas siguientes se repasa la tarea emprendida en el Barrio Histórico por el Consejo Ejecutivo Honorario, mencionándose sitios emblemáticos como la puerta de la ciudadela, la iglesia parroquial, el faro, la Casa del Virrey, la Casa de Mitre y la Casa de Brown y el Museo. Como complemento se incluye un perfil del historiador Fernando O. Assunçao, presidente del Consejo. Estas obras de reconstrucción del casco colonial, auguraban, sin duda, un amplio despertar del turismo

Al tratarse de una guía turística, gran parte del espacio se dedica a elementos de interés para los visitantes. Se destaca, por eso, la conformación de la Comisión de Fomento y Turismo de Colonia (Co.Fo.Tu.Co.), ya que: “Mucho se ha hablado del Turismo en Colonia, como importante base de progreso y afluencia económica, pero todos los movimientos efectuados en el pasado han sido acciones aisladas, de las cuales no se ha obtenido ningún beneficio positivo.” De ahora en más, las “fuerzas vivas” locales, debían aunar esfuerzos y trabajar por el desarrollo turístico de la zona.

Un apartado especial merecen los hoteles de la ciudad, comenzando por el Hotel-Casino El Mirador, el cual “ofrece el máximo de comodidades al turista: 60 habitaciones con lujoso mobiliario, baño privado, calefacción y teléfono”. A su vez el comedor garantizaba “una comida internacional de probada calidad”, estando presente la “coctelería moderna” en los diversos bares del hotel. Para completar la descripción se agrega: “El ocio encuentra solaz en sus piscinas, en sus jardines o bien en la sala de televisión o en las mesas de punto y banca o ruleta.” Un hotel a la altura de los mejores de la región, ejemplo de la modernidad que se producía en el rubro hotelero.

Foto: Biblioteca Nacional

Foto: Biblioteca Nacional

Este hotel, pese a ser el más importante, no era el único. Colonia contaba, ya desde el siglo XIX, con el “antiguo, confortable y acreditado Hotel Esperanza”, figurando otros como el Beltrán, el Colonial, el Italiano y el Español. Más actuales eran el Leoncia o el Buenos Aires. Se manejaba asimismo la posibilidad de habilitar el histórico hotel del Real de San Carlos, ya que Colonia “poco a poco, va ocupando el sitial lógico dentro de los planes de turismo, que su privilegiada naturaleza le señala”.

La naturaleza es representada por una recomendable cadena de playas, incluyendo a la del Rowing, Las Delicias, el Balneario Municipal, el Real de San Carlos y el Balneario Ferrando. Al respecto se destaca: “Las costas de Colonia, que circundan la ciudad por el sur y el oeste, son lugares magníficos de esparcimiento que salvo sus aguas dulces, no tienen nada que envidiar a los balnearios del este.” El turismo de “sol y arena” todavía era una pieza clave en la visión de los gestores colonienses. Desde la década de los noventa, el turismo de todo el año, basado en lo histórico y patrimonial, fue el que terminó primando.

Previendo el surgimiento de un turismo religioso, se da un listado de los templos de la ciudad, figurando tanto católicos como protestantes.

Vida social, hipódromo y pesca

El “ámbito social, cultural y deportivo”, según la publicación, se concentraba en varias instituciones, algunas de las cuales tenían una historia que se remontaba al mil ochocientos. Así, entre los centros decanos, estaban el Club Colonia, fundado en 1896 y el Centro Unión Cosmopolita, establecido en 1901 por la fusión de los centros Cosmopolita Artística y Unión Coloniense. Por su parte, entre las instituciones deportivas, aparecen el Club Peñarol y el Club Nacional, el Club Plaza, el Cruz del Sur, el Club Juventud, el Club Central, el Colonia Rowing y el Yachting y Pesca.

El Hipódromo del Real de San Carlos, fundado en la década de 1940, se había transformado de una “humilde pista” en un “magnífico” establecimiento de prestigio internacional, donde competía una “élevage” caballar de primera categoría”. Su atractivo para el turismo lúdico era indudable.

Los aficionados a la pesca contaban con sitios adecuados para ese fin, habiendo una “fauna marítima atrayente”, conformada por bagres, patíes, mojarras, bogas, surubíes, pejerrey, dorados y sábalos. Se organizaban concursos de pesca por los clubes Cruz del Sur y Yachting y Pesca, interviniendo representantes de varios países. Los clubes especializados en la pesca, además de los nombrados, eran el Río de la Plata y el Sarandí. Así, al turismo del casino y el hipódromo, basado en las apuestas, se le sumaba este otro turismo saludable y al aire libre, de la pesca deportiva.

Las particularidades locales

La guía se cierra con una serie de anécdotas y datos históricos. Los datos más actuales refieren a la realización del primer festival de tango y folklore en el Real de San Carlos, “Colonia a los cuatro vientos”, celebrado en 1969, y al establecimiento de la emisora televisiva Canal 3 en 1971.

Entre las anécdotas se incluye una relativa al empresario estadounidense Benjamin D. Manton, quien instaló en Colonia el teléfono y la luz eléctrica, empresas que fracasaron por la crisis de 1890. Manton acusaba de este fracaso a la idiosincrasia de Colonia y la anécdota se centra en este aspecto: “En cierta oportunidad [Benjamin Manton] se encontraba en el muelle aguardando unos pasajeros que llegarían desde Buenos Aires; coincidió que ese día se produjo una bajante extraordinaria del río y el vapor de la carrera, en ese tiempo el “Luna”, se vio obligado a anclar a cierta distancia del amarradero habitual./ Los pasajeros debieron descender a los botes que se arrimaron al barco, para luego llegar al muelle./ Sucedió que ese día soplara un fuerte viento de tierra, o del Este que dificultaba la traída de la embarcación hacia el puerto, ya que la corriente se producía hacia adentro del río./ Los remeros, visto que el bote se deslizaba hacia adentro, siguieron remando a favor de la corriente…/ Mister Manton, entonces, al observar semejante aberración, lleno de ira exclamó: “-Miren ustedes, Cosas de Colonia…”. Esta anécdota, de manera indirecta, mostraba las perspectivas variopintas que se abrían al turismo en Colonia en la década de 1970.

El turismo, con el pasar de los años, y pese a crisis temporarias, ha sabido evitar ese destino de las “Cosas de Colonia”, siendo la “industria sin chimeneas” que hoy mueve a la ciudad.