El 26 de mayo se celebra el día del libro, fecha que conmemora la apertura de la Biblioteca Nacional de Uruguay. Con este motivo queremos recordar la creación de la primera biblioteca popular de Colonia del Sacramento en el año 1874.
En la década de 1870 conforme avanza la modernización, en las localidades de Pando, Paysandú, Durazno, Salto, Mercedes y Maldonado, entre otros lugares, se irán fundando bibliotecas populares. Las familias patricias, los nuevos ricos, o las sociedades de amigos de la educación de tipo vareliano, realizan donaciones de libros, y a veces de completas bibliotecas particulares, o en su defecto dinero, para estas noveles instituciones. La bonanza económica, la lenta formación de una sociedad distinta, con el aporte inmigratorio y la aparición de una clase media, transformaban al aprendizaje en un instrumento relevante para la inserción social. Estas aspiraciones se tradujeron en la ampliación de la matrícula escolar y en la lectura individual promovida por las bibliotecas populares.
En el departamento de Colonia, con una demografía en aumento, por el aporte inmigratorio, y una fuerte pujanza modernizadora, se inauguran diversas bibliotecas. En 1873 se abre la de Nueva Palmira, que continúa hasta la actualidad, y la de Carmelo.
Al año siguiente le tocaría el turno a Colonia del Sacramento.
En noviembre de 1873 algunos vecinos colonienses proponen la iniciativa de establecer una Biblioteca Popular, por medio de una suscripción voluntaria.
En un folleto publicado en 1874 con motivo de la inauguración, se da cuenta del episodio: “D. Antonio O. Villalba hizo presente que había manifestado la idea á la Junta E. Administrativa cuya corporación se mostró dispuesta á cooperar á su pronta realización, acordando por moción del miembro de la misma D. Claudino Rifas, donar por una sola vez la suma de trescientos pesos m/n. más el local en que deba establecerse provisoriamente la Biblioteca y todos los libros que existen en Secretaria pertenecientes á la Biblioteca de la misma Corporación”. En el libro 739 de la Junta Económico Administrativa, correspondiente a los años 1861-1863, se incluye un inventario de la Biblioteca de la junta.. En 1860 la junta se propone fundar una biblioteca y un museo municipales. Consideramos, por tanto, que la biblioteca de la junta data de ese año.
Al finalizar 1873 se gestionaron solicitudes de libros a varios organismos, que fueron contestadas ese año y a comienzos del siguiente.
La Asociación Rural del Uruguay, en carta de 13 diciembre de 1873, donó algunos materiales. La Biblioteca Nacional, en carta de 3 Febrero de 1874, propone como sistema operativo a desarrollar entre los establecimientos de la república, el canje de libros. Por su parte, en carta de 5 Febrero, la Sociedad de Amigos de la Educación Popular, que presidía José P. Varela, hizo la donación de 50 volúmenes. Otras donaciones fueron hechas por vecinos de la zona. Según consta en el discurso leído por D. Manuel Silva para el día de la inauguración, la biblioteca contaba con 2.000 libros.
El acto de apertura, coincidiendo con la Jura de la Constitución, fue realizado el 18 de Julio de 1874. Para el mismo se requirió de la Junta E. A. “el salón de la Escuela Pública de niñas y muebles de la Oficina de la Junta para el día indicado” (se debe recordar que las escuelas públicas eran regenteadas por ese organismo municipal). En el citado discurso se mencionan las causas que justificaron el retardo del acto inaugural: “ el azote epidémico de que fue víctima la capital de la vecina orilla y por la ausencia de las distinguidas personas que debieran solemnizar este acto con su presencia é ilustración”.
Durante ese intervalo, el secretario D. Andrés Torres, junto al joven abogado español Matías Alonso Criado, recientemente establecido en la ciudad, organizaron la biblioteca.
Matías Alonso Criado (1852-1922) fue un jurisconsulto y escritor español. En 1874, por la situación política de España, emigró a América, viviendo algún tiempo en Colonia del Sacramento. Autor de numerosas publicaciones, entre ellas, la Colección Legislativa de la República Oriental del Uruguay. Fue diplomático, representando a varias naciones americanas como Paraguay, Chile y Ecuador. En sus últimos años defendió la causa para la instalación de una zona franca en Colonia del Sacramento.
En el folleto publicado en 1874, además de los textos citados, se incluyen discursos de D. Pascual H. Bandinelli, D. Mariano Obarrios, Dr. Matías A. Criado y D. Francisco Morell.
También fueron recitadas poesías –incorporadas al opúsculo– por el niño Víctor Pazos y por Matías A. Criado, el cual figura como autor de dos de ellas.
El resto del folleto contiene los estatutos, diferenciando a los socios fundadores, los socios suscriptores y los socios honorarios, más diversos ítems referentes a la Asamblea General, el Directorio, el Presidente, Vice, Vocales y Suplentes, Secretario, Tesorero, Bibliotecario y empleados subalternos, amén de diversas disposiciones reglamentarias, todo lo cual sería prolijo detallar. Se incluye luego una nómina de socios honorarios, fundadores, suscriptores y donantes de libros. Destaquemos que el diploma de primer socio honorario fue concedido al ciudadano argentino D. Mariano Obarrios, por los valiosos donativos hechos a la biblioteca, según trasciende de una carta de 20 de julio de 1874, adjunta en el folleto.
La vida del establecimiento se prolonga hasta 1881, año en que se tienen noticias de ciertas irregularidades. Numerosos artículos aparecidos en el periódico “El Orden”, registran esa crisis. “En vista del poco interés que demuestra la actual Comisión Directiva de la Biblioteca, muchos socios han dejado de pagar y otros se han borrado de las listas” (Junio 25 de 1881). Para remediar esta problemática se convoca a una asamblea general para el 18 de julio –día de su inauguración–, resultando suspendida por falta de concurrencia (asistiendo tan sólo de seis a ocho personas). En nueva asamblea efectuada el 24 del mismo mes, se nombra una nueva Comisión Directiva, se reforma el estatutos –dando voto a todos los socios, el cual antes era privativo de los fundadores– y dejando canceladas las mensualidades atrasadas hasta el 20 de junio. Se dispone a su vez, la traslación de la biblioteca a un local más céntrico.
Sin embargo, según se informa en nota aparecida el 14 de setiembre, al día siguiente de inaugurarse el nuevo local, la biblioteca se cerró al público. En un escrito de “El Orden” (17 setiembre) se señala que no se abrirá hasta nueva resolución de la Comisión, manifestándose que la decisión de clausurarla fue hecha “a puertas cerradas”, sin consulta popular. En contra de esta medida se llevó a cabo una reunión privada, invitando al Jefe Político Cnel. D. Benigno Carámbula y al Juez Departamental D. Wenceslao Regules. Ambos declinaron la invitación, alegando que a ellos no les competía conocer las causas para la clausura de la biblioteca, sino a la población en general. En notas aparecidas en octubre “El Orden” –de filiación colorada y pro-santista– argumenta que “La Razón” –de ideología liberal– aprovechó el episodio del cierre, para tornarlo en un suceso político. Este último órgano de prensa, basándose en tres cartas enviadas, acusaba a Carámbula (Jefe Político colorado y santista) de incidir en la clausura de la biblioteca. “El Orden”, medio oficialista, se ocupó de desmentirlo.
Años después –y ya alejada esa “tormenta” política– en un artículo aparecido en “El Departamento”, a propósito de la instalación de una novel biblioteca, nos enteramos de la desaparición de la anterior. En ese escrito de fecha enero 8 de 1896, menciona el cronista que la Junta Económico Administrativa se niega a proporcionarle a esta reciente biblioteca, el local y los elementos de la extinta Biblioteca Popular.
La nueva institución llamada “Gral. Artigas”, fue fundada el 26 de julio de 1895, pero se instaló en octubre de ese año, funcionando en un edificio de la calle Gral. Flores Nº 61, propiedad de D. Blas Limongi. La organización de la misma se debió a los Sres. Francisco Betelú (hijo), Antonio Cassamagñaghi, Miguel P. Giménez, Leonardo Torterolo, Alcides Amézaga, Guillermo Peila, Virgilio Gracioso, Domingo Baqué, Alfredo Arce y Diógenes Prado (hijo). Con motivo de festejar su primer año, en 1896, se efectuó una romería al paraje denominado “Molino de Agua”, en el arroyo de La Caballada, próximo a la calzada y puente del bañado. Como la mayoría de los miembros de la sociedad criolla “Juventud Unida” lo eran de la biblioteca, se sumaron a la celebración. Para la misma se hicieron juegos y bailes populares con orquesta. El 12 de agosto de ese año, “El Departamento” informa acerca de la fusión de las bibliotecas “Gral. Artigas” y “Escolar” en una nueva institución con el nombre de la primera.
Sin embargo, a principios del siglo XX, la institución ya se había disuelto.
Los libros y elementos de la biblioteca vuelven otra vez a la Junta E. A. Cuando en 1908 se crean las intendencias departamentales, los fondos documentales y bienes muebles de las antiguas juntas pasan a los flamantes entes municipales.
En 1912 cuando se inaugura el Liceo departamental de Colonia, numerosos libros son donados de los depositados en la junta.
Realizando una pesquisa en la actual biblioteca del Liceo Dptal. de Colonia “J. L. Perrou” encontramos algunos de estos libros de la Biblioteca Popular de 1874, los cuales tienen un sello de papel en su tapa interior con el número de inventario y el valor del ejemplar: Canónigo Piñero, ob. cit, (con la dedicatoria autógrafa del Dr. Requena), Nº 985, valor $ 1; D. Ramón Capdevila, “Elementos de Terapéutica y Materia Médica”, 6ta. ed., Madrid, Imp. De Gómez Fuentenebro, 1843, Nº 903, valor $ 50 (sic); “Constitución de la Provincia de Buenos Aires”, Bs. As., Imp. Americana, 1873, Nº 80, valor $ 1; Rev. D. Justo Donoso, “Instituciones de Derecho Canónico Americano”, T. I, París, Librería de La Rosa y Bouret, 1858, Nº 195, valor $ 2; Juan Devoti, Obispo de Anaghi, “Instituciones Canónicas”, París, Librería de Rosa, A. Bouret y Cª, 1852, Nº 194, valor $ 1.
Quedará para futuro un relevamiento completo de los fondos de la biblioteca liceal, donde también figuran donaciones realizadas por la firma Barreiro & Ramos, y por la docente María de los Dolores Riverós, entre muchas otras.