Hay personas que son todo el pasado, en quienes las memorias lugareñas están prontas a ser evocadas ante la más pequeña invitación. Así era Yens Schou Henry, quien hoy nos acaba de dejar. Recordarlo es rememorar gran parte de la historia de Rosario, ciudad de sus amores, a la cual consagró los mejores esfuerzos de su vida.

Nacido en 1932, fue de joven jugador de basquetbol en el desaparecido Club Nacional de Rosario. Ejerció el periodismo durante años, teniendo junto a su tío Enrique Henry una agencia de publicidad. Se dedicó a la docencia, estudiando en el Instituto Magisterial J. P. Varela de Rosario, llegando, con el pasar de los años, a ejercer allí como profesor de historia y geografía.

A partir de 1996 fue el principal ideólogo para la realización del Museo de Arte Mural de carácter histórico, el primero en el país. En una nota que le hiciera Luis Carro, Yen Schou se refería a esa iniciativa “como esas locuras, esos sueños que parecen imposibles desde donde se los mire”. Sin embargo, el sueño se concretó, valiéndole a la ciudad un Premio Morosoli. Asimismo, junto a vecinos del barrio El Parque, construyó la Calle de la Memoria y el Paseo del Carnaval en el medio de la Cuchilla de los Perros.

Fue un ávido lector de los historiadores que escribieron sobre Rosario, como José Barcón Olesa, Francisco Barredo Llugain, Federico Alonso Leguísamo y Aníbal Barrios Pintos. Pero, sobre todo, fue un constante recopilador de las historias orales, de las diminutas memorias contenidas en cada casa y calle de la ciudad. Entusiasta del carnaval, le dedicó un librillo, el cual se incorporó como un capítulo más en su obra mayor. En 2008, en La Imprenta de Rosario, publicó 100 ventanas de una historia, vasta recopilación de sus múltiples pesquisas. Allí queda reflejada, especialmente, la ciudad del siglo XIX y del XX, en sus aspectos económicos, sociales y sobre todo culturales. Además de acudir a la memoria oral, se echa mano a un ingente material de prensa. El libro es una carta de amor de un pichonero entrañable hacia su terruño.

Con el fervor y el cariño que ponía en todas sus conversaciones sobre el pasado local, queremos recordar a Tagito, apodo con el que se lo conoció en el pueblo. Así lo llamaban sus amigos y conocidos, quienes eran, prácticamente, todos los habitantes de Rosario. Porque ¿quién no conocía a Tagito, Yen Schou?