En el enorme triángulo conformado por las calles Franklin Roosvelt, Luis Cassanello y el Parque Ferrando, en Colonia del Sacramento, en la segunda mitad del siglo XX funcionó la textil Sudamtex, una empresa que llegaría a ocupar a un millar de obreros. El desarrollo de esa industria no sólo dio sustento económico a miles de personas a lo largo de esas décadas, sino que también incidiría en el desarrollo de la trama urbana de la ciudad. Tras el cierre, acontecido a comienzos de este siglo, una parte del complejo industrial, que fue adquirido por el grupo empresarial que lidera Carlos Lecueder, devino en Colonia Shopping, en 2006, mientras que algunos galpones se transformaron en canchas cerradas de fútbol y otra parte importante del inmueble ha sido vencida por el abandono. En efecto, al transitar por el ala del inmueble ubicada por Luis Cassanello se perciben las señales de un abandono que lleva varias décadas. No obstante, ese destino de decadencia que había asumido esa parte del inmueble y que afectaba a todo ese barrio podrá tomar un brusco giro tras el anuncio de que se convertirá en la sede del Centro Regional Suroeste de la Universidad de la República.
El ocaso de una época
En mayo de 2001 la dirección de la textil Sudamtex anunció el cierre de la planta industrial que había sido inaugurada en 1945 y que se transformaría en la principal fuente de empleo privada de la localidad, de modo que la penuria llegó a Colonia del Sacramento pocos meses antes de que lo hiciera la crisis financiera.
Esa fábrica, según dicen sus viejos trabajadores, no solamente brindó la posibilidad de lograr el sustento económico con sueldos dignos, sino que también incidió en el desarrollo edilicio de la ciudad en la segunda mitad del siglo XX. Los colonienses destacan los aportes que hizo esa empresa a la promoción de viviendas para sus trabajadores y la incidencia que tuvo en la construcción del barrio Pueblo Nuevo, delimitado por las principales avenidas de la ciudad, entre otras cosas.
Marco Terille tiene 57 años. Ingresó a trabajar a Sudamtex con 19, en la década de 1980, y se mantuvo allí hasta el cierre. Después, trabajó en Dancontex, propiedad de Daniel Soloducho, quien se hizo cargo de la textil coloniense tras su cierre y pocos años después abandonó el país dejando un sinfín de deudas. En la segunda etapa de esa industria, Terille se transformó en dirigente sindical “clasista, afiliado al PIT-CNT”, algo que no estaba permitido en la época de Sudamtex.
En una entrevista realizada por la diaria, Terille advirtió que sus recuerdos sobre Sudamtex podrían colisionar con las memorias que conservan otros trabajadores que tienen una mirada “más nostálgica” al respecto. No obstante, reconoció que la textil coloniense “fue una empresa responsable, que pagaba muy buenos sueldos, donde prácticamente se cumplía aquello de que entrabas a trabajar y te jubilabas allí”. El extrabajador cuestionó la persecución que los empresarios desarrollaron hacia los obreros “que tenían ideas de izquierda o que intentaron hacer un sindicato clasista, porque no estaban de acuerdo con la organización gremial ‘amarilla’ que negociaba con la dirección de la firma. Estaba prohibido que hablaras con trabajadores textiles de Montevideo o de Juan Lacaze, que tenían sindicatos afiliados a la central sindical, y varios compañeros que intentaron hacerlo fueron despedidos”, comentó.
Terille vivió el período de “bajada” que afectó a la industria textil uruguaya en las últimas décadas del siglo pasado. En los últimos años de vida, la empresa coloniense se había transformado “en un barril sin fondo” que recibía préstamos bancarios y subsidios del gobierno para mantenerse en pie, recuerda el trabajador. El proceso de avance en el deterioro de las textiles en Uruguay, que fue acompasado por la incorporación de maquinarias que sustituían el trabajo humano, trajo aparejada una progresiva pérdida de puestos de empleo, algo que también se dio en Colonia del Sacramento: Sudamtex llegó a ocupar más de un millar y medio de trabajadores en su época de esplendor, mientras que en su ocaso empleaba a 700.
Una vez decretado el cierre, el gobierno de Jorge Batlle concedió un largo período de subsidios a quienes perdieron el trabajo, y las indemnizaciones por los despidos que correspondía a los empleados, y que no fueron previstas por los empresarios, fueron abonadas con los recursos que se generaron en el proceso de liquidación de los bienes y mercaderías que había dejado la empresa.
La actitud “localista” y la ausencia de lazos con trabajadores de otras empresas a lo largo del tiempo que permaneció abierta trajo aparejado que los flamantes desempleados colonienses “debieran pelearla sola” en el momento del cierre. “Fue un golpe durísimo, más allá de que era esperable. La situación económica del país se veía que era un desastre total, porque venía toda la crisis de Argentina y repercutía en Colonia de un modo horrible, porque la ciudad también vivía del turismo argentino y los locales céntricos estaban casi todos para alquilar o vender”, recordó el extrabajador textil.
La caída de esa industria afectó fuertemente a los trabajadores más añosos, cuyas trayectorias laborales se habían desarrollado exclusivamente en esa empresa. “Nos quedamos sin trabajo y el dinero que percibíamos por el seguro de paro de un mes a otro pasó a ser la mitad, por la devaluación de la moneda”, recordó.
Colonia del Sacramento, en aquellos años, no sólo viviría el derrumbe de la emblemática industria textil, sino que se vería afectada por la llegada de la crisis financiera a otros sectores de la economía local que hasta ese momento vivían una expansión, como el turismo. “A Colonia le llevó varios años recuperarse. La parte más horrible fue entre 2000 y 2007. Quizás en 2006 comenzaron a verse más proyectos laborales vinculados al turismo, y eso ocurrió cuando levantó la situación en Argentina, que el comercio comenzó a trabajar distinto. También ayudó la instalación de la autopartista Yazaki, que tomó mucha gente”, analizó el extrabajador textil, previo a la confirmación de la instalación de la Udelar en esa ciudad.