580.000 dosis de la vacuna Covishield contra el coronavirus, fabricada por el Instituto Serum de India y desarrollada por la Universidad de Oxford y AstraZeneca, llegan a Buenos Aires el miércoles, confirmó el Ministerio de Salud argentino. Este primer lote forma parte de las más 1.160.000 dosis (2,6% de la población argentina) que compró el país vecino al fabricante indio. El gobierno aprobó de emergencia esta vacuna la semana pasada, antes incluso de que contara con la aprobación de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que llegó el lunes.

El cronograma de vacunación argentino establece que luego de los trabajadores de la salud, los siguientes en inmunizarse serán las fuerzas de seguridad y los docentes, además de comenzar la vacunación entre personas mayores de 60 años.

Argentina comenzó a fines de diciembre su plan de inmunización con la vacuna rusa Sputnik V, de la que recibió el último de cuatro envíos el viernes. Hasta el momento hay cerca de 400.000 personas vacunadas con la primera dosis y poco más de 200.000 con la segunda. El objetivo del gobierno es terminar en las próximas semanas la vacunación de todo el personal de salud y comenzar con la inmunización de las personas mayores de 70 años. Para el gobierno es clave controlar los casos por medio de la vacunación de la población antes de que comiencen los primeros fríos del otoño.

En total Argentina ya tiene comprometidas 62,6 millones de dosis de vacunas con el instituto ruso Gamaleya y la empresa británica AstraZeneca, sumadas a las vacunas que le corresponden por pertenecer al mecanismo Covax de la OMS. De todas formas, el país vecino sigue en negociaciones para conseguir la cantidad de vacunas que le permitan inmunizar a la mayor parte de su población.

El miércoles en Argentina también se retoman las clases presenciales en primaria, luego de que en 2020 la educación fue prácticamente virtual todo el año. Entre los docentes hay resistencia al reinicio de las clases en las aulas, según señalan medios locales, porque el plan de vacunación no llegó a los profesionales de la educación y aún persiste el riesgo de que no se pueda respetar la distancia física entre estudiantes y docentes.