“Cómo vivir mejor en un mundo veloz” fue la conferencia del ensayista canadiense Carl Honoré que cerró la semana Slow Nuestro Colonia 2019. El autor de best sellers como Elogio de la lentitud, traducido a 35 idiomas, y protagonista de una charla TED que tuvo tres millones de visitas, llegó desde Buenos Aires el sábado y el miércoles volvió a cruzar el charco, luego de una visita gestionada entre la Asociación de Jóvenes Empresarios del Uruguay, la Cámara Hotelera Turística de Colonia, y los representantes Slow a nivel local. Algunos argumentos desarrollados en la charla atacaron la percepción de la niñez como una especie de carrera a la perfección, en particular si está conjugada con padres con miedo al aburrimiento; el periodista habló además de la necesidad de ralentizar a las familias aceleradas y de dejar huecos vacíos en la agenda para hacer lo que uno quiere. Siempre contra el ritmo frenético, Honoré también aconsejó hacer pausas para energizar la mente, desenchufarse de los dispositivos electrónicos y evitar el multitasking. Es necesario aprender a ser lento o rápido dependiendo de la situación, indicó.

La lista de sugerencias para una crianza Slow comienza con una idea curiosa: desperdigar por la casa las piezas de un puzle difícil y dejar que los miembros de la familia, e incluso las visitas, vayan armándolo en el correr de los días. A los educadores que trabajan con niños chicos les aconseja que les permitan una siesta breve después de comer y señala que hay que encaminarse a reducir los deberes domiciliarios. Para la vida laboral, un apunte a tener en cuenta: la regla de los diez segundos que se imponen antes de enviar un correo; quizás sea más productivo para todos resolver el asunto por teléfono o a la vieja usanza, cara a cara.

Como remarcó en varias entrevistas a lo largo de estos años, aunque antes luchaba contra el reloj y ahora se reconcilió con su “tortuga interna”, Honoré reconoce que existe al mismo tiempo una cara mala de lo lento: por ejemplo, pasarse de una fecha de entrega en el trabajo, llegar tarde a una cita, fallar al intentar marcar a un rival deportivo, un embotellamiento, una página web que tarda minutos en cargarse. Lo que propone es tomar estos retrasos como un regalo para vivir en el presente, una oportunidad para soñar despierto, para mirar alrededor.

Elogio de la lentitud, del que The Financial Times dijo que “es al movimiento Slow lo que El Capital es para el comunismo”, fue publicado por primera vez en 2004. En el prefacio de una nueva edición, que salió en inglés hace un mes, Honoré recuerda la charla que tuvo con un editor, después de un almuerzo en el que no pararon de brindar por el naciente movimiento. El agente le confesó, algo avergonzado, que además estaba promoviendo una serie de “lecturas para antes de dormir” en un minuto y que estaban funcionando tan bien que pensaban en lanzar pronto otras variantes. Desde entonces, el mundo ha cambiado “para bien y para mal”, señala el periodista radicado en Londres, antes de recordar que ya existen el yoga y los funerales express, y de citar con sorna el titular de una revista inglesa: “¡Llevala al orgasmo en 30 segundos!”.

Su nuevo libro, Elogio de la experiencia (Bolder, en inglés) saldrá en castellano en junio y trata sobre “sacar lo mejor de nuestras largas vidas”. Es decir que habla del envejecimiento, “la última frontera de la discriminación”. Honoré dice haber tomado como inspiración de este ensayo el momento en que, jugando un partido de hockey, descubrió que era el mayor de la cancha y temió ser objeto de burlas. Bolder es entonces “para cualquiera de cualquier generación que está ponderando (o preocupándose por) lo que significa hacerse mayor. Ojalá hubiera habido un libro como este cuando tenía 30: me hubiera ahorrado dos décadas de ansiedad y pavor”.

Honoré apunta a valorar algunas cosas que traen los años. Dice que el manejo emocional y social es una ventaja con la edad: “mejora nuestra lectura de la gente. Nuestro vocabulario es más rico y nos ayuda a hablar, escribir y comunicar mejor, y nuestra capacidad de cooperar y negociar mejora. También somos más hábiles para ponernos en los zapatos de otro, para comprometernos y para resolver conflictos. A medida que envejecemos nos volvemos menos proclives a los vaivenes emocionales y mejores para lidiar con sentimientos negativos como la angustia, el miedo y la envidia. En otras palabras, nos resulta más fácil mantener el equilibrio mientras todos pierden la cabeza”.