Puestos a elegir un perro son muchas las cuestiones buscadas para que se amolde al deseo, la función, el espacio y la rutina de cada uno. Raza, tamaño, sexo y fenotipo son, entre otros, ítems que cada espécimen debe superar para colmar los gustos de sus futuros tenedores. Y el color de pelo, como ya vimos, no es una característica menospreciada, justamente.
Aunque parezca un dato menor, hoy en día se sabe, por ejemplo, que un labrador color chocolate tiene más probabilidades de padecer enfermedades relacionadas a la raza que los labradores color amarillo o negro. Según una investigación publicada en la revista Canine Genetics and Epidemiology, realizada por el Royal Veterinary College y la Universidad de Sídney, los trastornos comunes en la raza, como las infecciones de oído, tienen una prevalencia de 23,4% si se trata de perros color chocolate, frente al 12% que se da en los de color amarillo. Del mismo modo, las dermatitis tienen una incidencia de 4% en los primeros, mientras que sólo se evidencia en 1,6 % de los ejemplares amarillos y 1,1% de los perros negros.
Pero la cosa no termina ahí. De acuerdo a ese mismo estudio, el color también influye en la expectativa de vida de estos canes, ya que en los labradores color chocolate es hasta 10% menor (1,4 años menos) que en la media de los perros de esta raza con otras tonalidades de pelo, que es de 12,1 años.
Esta relación entre color de pelo y salud al parecer se debe a factores genéticos, porque el color marrón es determinado por un gen recesivo, es decir, no dominante. Para que un gen recesivo logre manifestarse por encima de otros, necesariamente los progenitores deben ser portadores de dicho gen. Su expresión se asegura cuando se cruzan ejemplares con relación de consanguinidad elevada, lo que da como resultado una baja variedad genética, que predispone la aparición de enfermedades típicas de la raza y menor longevidad.
La variabilidad genética, de hecho, es una de las razones por las cuales los perros cruza, esto es, sin raza definida, suelen vivir más tiempo y sufrir menos enfermedades hereditarias. En otras palabras, al no ser sometidos a cruces selectivos entre individuos genéticamente parecidos, zafan del problema.
Más allá de cuestiones ligadas a la genética y su relación con ciertas enfermedades, el color de pelo de un perro normal puede verse modificado por distintas causas, algunas normales y otras en respuesta a procesos patológicos. “Peinar canas” en el mundo de los canes veteranos es una expresión que también aplica. Su distribución en general respeta determinadas zonas, como hocico y cara. Sin embargo, el estrés y la ansiedad también derivan en cambios de color, y algunos animales, al igual que un perro viejo, pasan a tener pelajes blancos, pero no por el paso del tiempo sino por la pérdida en la producción de pigmentos destinados al pelo. En ese sentido, se sabe que hormonas como la adrenalina o la noradrenalina pueden afectar los genes que controlan los pigmentos capilares, y provocar decoloración.
Perros jóvenes, incluso cachorros que no han vivido lo suficiente y al mismo tiempo no sufren estrés, también pueden presentar zonas blanquecinas en sus melenas. La causa no es otra que la composición genética del animal, y punto.
Otras respuestas relacionadas al cambio en la coloración del pelo pueden encontrarse cuando el animal padece alteraciones hormonales, hepatitis, sarna y tumores.
Una mala nutrición frecuentemente afecta el color y la textura del manto piloso. Pelos debilitados y con falta de brillo pueden observarse cuando eso ocurre, ya que una baja proporción de consumo de fuentes proteicas y sus derivados está estrechamente ligada al funcionamiento del folículo piloso (la fábrica de pelo, en otras palabras).