Varias mujeres de Verdisol están comprometidas con mejorar el barrio. Frente a la falta de espacios de esparcimiento para las infancias y adolescencias del lugar, conformaron Verdijuegos: el Grupo de la Canchita, y comenzaron a limpiar un terreno. “Hicimos rifas, pagamos la retroexcavadora, y todos los fines de semana limpiábamos el espacio, a pesar del cansancio de la semana laboral”, contó Noel Espinosa, empleada doméstica de 45 años.

El lugar es un gran predio baldío que hoy se encuentra decorado por banderines y cuenta con unos arcos provisorios para jugar al fútbol. Decenas de niños juegan a tirar latas, saltan en el trampolín, corren una carrera de embolsados y saltan en un inflable. Organizaron una jornada de festejo del Día del Niño como forma de habitar el espacio y de que todos los niños y niñas en el complejo pudieran recibir un regalo. “Los barberos del barrio se organizaron y ofrecieron el corte a 50 pesos; recaudaron 8.000 pesos que destinaron a la compra de juguetes para el Día del Niño y al alquiler de juegos inflables”, comentó Xiomara Acosta, otra de las responsables del proyecto.

Acosta tiene 30 años y es auxiliar de servicio. Cree que en donde viven “hay mucho ocio y muchos niños que no tienen nada que hacer”. “Yo me crie acá y nunca hubo nada, siempre la esquina era el lugar donde estar. Crear una plaza va a ser muy positivo para mantener esas cabezas ocupadas”, reflexionó, y agregó que en un futuro piensan instalar un polideportivo.

Carmen La Porteña Pavón, tiene 60 años y hace 30 que vive en Verdisol. Pavón, que hoy está jubilada, destacó la ayuda que les brindó la Intendencia de Montevideo, a cuyas autoridades abordaron el año pasado junto a una maestra, y aprovecharon para pedirles pelotas y redes. Hace unos días les confirmaron desde la comuna capitalina que van a instalar juegos de madera para niños y juegos saludables en el espacio, que también podrán usar los adultos mayores. Los juegos para niños son hechos por varones privados de libertad del penal de Punta de Rieles y serán instalados por mujeres del Centro Nacional de Rehabilitación.

En Verdisol funciona también un centro comunal construido en el marco del Plan Juntos. Durante los primeros meses de la emergencia sanitaria funcionó una olla popular que daba de comer a casi 200 adultos y a más de 100 niños del barrio. La olla era sostenida también por un grupo de mujeres, pero dejaron de recibir donaciones y tuvieron que cerrarla. Ahora quieren usar ese local para dar talleres de artes marciales, y están abiertas a otras propuestas.

Foto: Federico Gutiérrez

Foto: Federico Gutiérrez

“Queremos construir esto para los gurises. Mis hijos ya crecieron, pero veo por otros niños, porque cuando yo necesitaba un espacio así para mi hijo no tenía, eso me da tristeza”, expresó Espinosa con lágrimas en los ojos. “Yo quiero que nuestros sueños se cumplan, que el barrio salga adelante, quiero que hoy al menos hagamos algo, aunque mis hijos no lo puedan usar. Porque antes todos se quejaban de los niños, que tiraban piedras y que andaban jodiendo, había mil quejas, pero porque no tenían nada para divertirse. En otros barrios hay plazas, ¿por qué acá no?”, inquirió la referente barrial, y agregó: “Está bueno que nos hayamos unido, porque nunca estuvimos tan juntos”.

Para las mujeres que llevan adelante el proyecto es problemático que cada vez haya más construcciones y ningún espacio recreativo. “No podíamos dejar que este espacio también se llenara de casas”, dijo Acosta, aunque reconoció que la necesidad de vivienda es muy grande.

Además de estos proyectos, acaban de concretar otro: los “nichos”, construcciones para eliminar el basural que estaba en la entrada, porque “quedaba horrible y atraía ratas”. Se juntaron para pedir dinero puerta a puerta entre los vecinos, luego una mujer del barrio que trabaja en la construcción los hizo, un vecino los soldó y ahora solo les falta pintarlos.

Ocupas y estafados

La gran problemática de Verdisol tiene que ver con la situación de ocupantes de los habitantes del lugar, una historia que se remonta varias décadas atrás. Hace un tiempo buscaron gestionar una plaza con el municipio G, pero se les dijo, según expresaron quienes llevan adelante la iniciativa, que no podían hacer nada en ese terreno porque es privado. Al ser consultada, la concejal Mabel Lamadrid dijo que el municipio ha colaborado con la construcción del salón comunal, donde funcionaba la olla: “Les compramos la puerta y las cerámicas para el piso”, aseguró. Sin embargo, no colaboró con la creación del espacio verde porque “hay lugares que el dueño no quiere dar, porque el terreno donde quieren hacer el espacio es privado y no hay nada resuelto”, expresó, y agregó que “mientras no haya una resolución de que se expropia, sigue siendo privado, más allá de la deuda”.

“Hace 33 años que se ocupó este territorio. La calle 5 era la única que estaba iluminada, porque Cobluma, la empresa constructora, sacó un préstamo con el Banco Hipotecario del Uruguay (BHU) y luego desapareció. La gente entregó la plata del apartamento y no se lo entregaban, y como muchos tenían que irse de donde estaban decidieron ocupar”, recordó Espinoza. El año pasado la empresa regresó, luego de más de tres décadas, con la intención de desalojar a las 5.000 personas que viven en el complejo.

Foto: Federico Gutiérrez

Foto: Federico Gutiérrez

Fue así que los vecinos recurrieron al abogado Alejandro Ceretta, quien patrocina a 56 familias en el juicio. El abogado contó que Cobluma tenía un contrato con el BHU. Existe una discusión sobre si el contrato se rescindió o no. Es claro que la empresa no terminó de cumplir con sus obligaciones, pero alega que el banco tampoco cumplió con las que le correspondían. Hay reclamos recíprocos entre la empresa y el BHU. Como nunca se terminó de hacer las escrituras del terreno donde se construyó Verdisol, Cobluma decidió iniciar una acción reivindicatoria y pretende recuperar el terreno donde se construyó el complejo. Por esa razón involucra a las personas que hoy están viviendo en el lugar, en situaciones muy disímiles: hay quienes pagaron las cuotas y quienes no. Para Ceretta, el primer error de la empresa fue dejar un cedulón genérico en la entrada del complejo, ya que no se identifica a cada uno de los dueños u ocupantes.

Se esgrimieron varias defensas. Por un lado, los vecinos decidieron responsabilizar al BHU y a la Agencia Nacional de Vivienda por esta irregularidad que los está perjudicando; por ese motivo las instituciones deberán comparecer en este juicio, a fin de explicar lo que pasó. Por otro lado, se observó que no fueron notificados ni el Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay ni el Ministerio de Salud Pública, porque en el padrón donde está el complejo funcionan un CAIF y una policlínica, que también se verán afectados por lo que pueda pasar con este juicio. Por último, la defensa más importante es que muchos de ellos reúnen los requisitos que establece el artículo 45 de la Ley de Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente, de “prescripción adquisitiva”, es decir que cumplieron con los requisitos de ser poseedores en forma pacífica, pública, con ánimo de dueño, de manera ininterrumpida por más de cinco años; algunos residen en el lugar desde hace 30.

“Acá hubo una maniobra de la empresa, que vaya a saber por qué razón comercial le pareció que le convenía desaparecer, y lo hizo, dejando todo por la mitad e incumpliendo el contrato. También existe, evidentemente, una omisión del BHU en el control del cumplimiento de los contratos que celebra, porque tendría que haber aplicado las multas establecidas en los contratos, haberlo rescindido y quedarse con todo y retomar la administración del complejo de viviendas. Hubo una actitud omisa del banco”, declaró uno de los abogados de la causa.

Cuando Cobluma inició el juicio se averiguó desde la defensa cómo es la situación de este inmueble, sobre el que pesaba un millón de dólares de deuda de contribución inmobiliaria. “Entonces la IM comenzó a movilizar el expediente sobre eso que estaba medio quieto”, señaló el abogado.