Así como Simón Bolívar contó con Nevado, un perro que acompañó e incluso batalló en las andanzas del gran libertador, casi 2.000 años antes en Europa, parece que sucedió lo mismo con el Maradona de las conquistas, Alejandro Magno.
En esos tiempos, era habitual que se utilizaran animales en funciones de trabajo y guardia, pero también como genuinos guerreros, muy eficaces en el campo de batalla.
Los griegos, en general, criaban perros de gran porte, como los molosos, similares físicamente a las razas que hoy conocemos como dogo de Burdeos o mastín napolitano, para cumplir funciones militares.
Estos eran adiestrados para contar con ellos como soldados de primera línea en los enfrentamientos bélicos, ya sea para luchar contra oponentes humanos, leones o elefantes, estos últimos, muy utilizados por el Imperio persa.
Según Plinio el Viejo, autor romano del siglo I d. C., es probable que el tío de Alejandro Magno, el rey de Epiro, un estado helénico de la época, fuera quien le obsequiara a Peritas, un perro con credenciales de sobra en materia de batallas, ya que, además de enfrentar a un elefante, parece que también había tenido problemas con un león y no dudó en plantarse y atacar. Obviamente, con esos atributos, rápidamente se convirtió en el perro preferido del señor Magno, ya que leones y elefantes eran habituales enemigos del conquistador.
Aún no queda claro si Peritas, cuyo nombre parece provenir de la palabra griega antigua utilizada para enero, era uno de estos perros gigantes y fieros o una raza sabueso afgana o raza saluki, conocidos como galgos persas, una de las primeras razas en ser creadas por el hombre. Lo que sí está claro es que este can era tan importante para Alejandro como lo fue su famoso caballo Bucéfalo, al punto tal de bautizar una ciudad en su honor.
Según el historiador, biógrafo y filósofo griego Plutarco, cuando perdió a su perro Peritas, que había sido criado y amado por él, Alejandro fundó una ciudad y le dio el nombre de su can. Esta ciudad, según se cree, se encontraba en algún lugar de lo que hoy corresponde al territorio de Pakistán, y su ubicación no distaría mucho de la ciudad que bautizó con el nombre de su caballo, ya que ambas, habrían sido una especie de botín de guerra tras haber derrotado al rey Porus, en la batalla de los Hidaspes.
Pero para recibir los mismos “mimos” que el caballo más famoso de la Antigüedad, alguna cosa tenía que tener este cuzco por sobre el resto.
Y parece que sí, o al menos eso dicen los relatos de la época. Durante la batalla Gaugamela, contra el Imperio persa, uno de los elefantes utilizados por estos pareció que se le iba encima al mismísimo conquistador, hasta que Peritas intercedió.
Tras morder y desgarrar uno de sus labios, el animal poco a poco fue perdiendo energía producto de la hemorragia causada y sucumbió poco después. Para algunos, sin la intervención del perro, Alejandro no sería tan grande como lo es, ya que luego de la batalla en cuestión, existieron al menos cuatro más que ayudaron a gestar la grandeza de Alejandro.
Otro relato ubica al perro y a su tenedor en las inmediaciones de Mallian, donde los rivales habían herido gravemente al líder griego, y tras la orden de Leonnatus (uno de los hombres más cercanos a Magno) a Peritas, este corrió a defender la integridad del herido. Gracias a ello, las tropas de Alejandro lograron recatar a su líder, pero Peritas no logro sobrevivir y murió, a los pies de su protegido.