El martes 10 la Intendencia de Montevideo presentó “Montevideo más cerca: más altura de la edificación en avenidas”, un proyecto que responde a la necesidad manifiesta de creación de empleo, a partir de estímulos a la inversión privada mediante “la aplicación de políticas de desarrollo urbano sustentable”. El viernes el decreto será remitido a la Junta Departamental y probablemente muchas de las dudas de cómo se implementará serán develadas.

Se trata básicamente de una apuesta a fomentar la industria de la construcción, permitiendo mayores alturas en algunas avenidas. Esto significa una mayor densidad y de ahí que se defina como una política de desarrollo urbano sustentable. Es que la ciudad, a pesar de no crecer demográficamente, ha ido ocupando cada vez más espacio. Crece a lo largo y a lo ancho, ocupando más tierra, consumiendo más combustible para ir de un lado a otro, fomentando la segregación con distancia (sí, la distancia también colabora en esos procesos de forma negativa).

Una ciudad densa implica más gente viviendo en menos espacio, pero esto es muy diferente de hacinamiento. Uno puede vivir en una ciudad densa, con muy bajo hacinamiento, por ejemplo, Barcelona hoy, y uno puede vivir en una ciudad poco densa con niveles de hacinamiento altos, concentrados en lugares específicos, como asentamientos o viviendas inadecuadas (monoambientes donde viven familias). Una definición básica sería la siguiente: la densidad es el promedio de habitantes de un lugar determinado.

Mayor densidad, entonces, se traduce en una mayor racionalidad en el uso del recurso finito que constituye el suelo, también en un gasto de energía menor en lo que refiere a transporte, menos costo a la hora de expandir los servicios (no es lo mismo, por ejemplo, conectar la red cloacal de algunos edificios que a todo un barrio de casas bajas), etcétera.

Pero incluso la densidad tiene límites. Es necesario que la luz solar llegue a todos: si se construyen rascacielos uno al lado de otro, los pisos de abajo y la vereda pueden irse despidiendo del sol, con todo lo que ello significa. Hay que pensar el impacto en los vientos y como estos cambian su forma de comportarse; también en el espacio público, necesario lugar de encuentro, de cruce, de ocio. Hay que contemplar a quién va dirigida la nueva vivienda e intentar combinar clases y edades diferentes. Hay que pensar la ciudad desde una escala humana, como la vive una persona que camina por sus calles, que se sienta en una plaza, que compra en el súper de la primera planta.

Mirada de los otros

“Ojos en la ciudad” es un efecto que la activista y urbanista Jane Jacobs describe cuando hay cierta densidad y tipologías de vivienda que permiten que la gente mire a la calle, haciendo caer el crimen, haciendo a las calles menos peligrosas, por la simple mirada de los vecinos. Con testigos muchas cosas no suceden; una calle vacía es siempre más insegura. Algo de eso ocurre en el Centro, en los alrededores de los bares Andorra y Brecha. Antes de la transformación del primero y del surgimiento del segundo, en esa zona del barrio se robaban muchísimos autos; hoy el problema puede ser el “ruido social”, pero el robo ha caído, porque siempre hay gente. Jacobs también escribió (y se movilizó) por ciudades con un mix de usos, donde los negocios queden cerca de donde uno vive, donde en la vereda nos crucemos con gente diferente, donde el nosotros signifique mucho más que aquellos que se nos parecen. Esa diversidad es tan deseada como la biológica, porque genera comunidades más ricas culturalmente hablando, más integradas y, por ende, democráticas.

Sabiendo esas cosas, se entiende por qué se habla de sustentabilidad, en términos amplios. Pero ¿qué es exactamente lo que se propone en la iniciativa? Las avenidas seleccionadas para el aumento de la altura permitida son 8 de Octubre, entre Mariano Moreno y Pan de Azúcar; Avenida Italia, entre Francisco Simón y Santander y Solferino; Bulevar Batlle y Ordóñez, entre Avenida Italia y Dámaso Antonio Larrañaga; Centenario, entre Avenida Italia y Luis Alberto de Herrera; Dámaso Antonio Larrañaga, entre Luis Alberto de Herrera y Bulevar Batlle y Ordóñez; Dámaso Antonio Larrañaga, entre José Pedro Varela y José M Guerra, y José Pedro Varela, entre Luis Alberto de Herrera y Bulevar Batlle y Ordóñez.

Además del citado aumento, se pide una planta baja de un mínimo de cuatro metros de altura, el uso comercial de esta, algo básico si queremos que haya vida en esas veredas, que no se autorice a grandes superficies comerciales (una apuesta por el comercio de cercanía), y un cambio de tipologías cuando se habla de edificios de 15 o 20 pisos. Ahí se acaban las medianeras, se pretenden torres con basamento obligatorio.

Es interesante que la iniciativa defina específicamente dónde se permitirá esto, en tiempos en que corremos a la desregulación; de otra manera sería un error. Se plantea en la ciudad consolidada. Sin embargo, ya han surgido, más que críticas, luces de alarma, porque hasta ahora no se conoce del proyecto más que los titulares. ¿Habrá vivienda social, como cooperativas, en estos lugares? De qué otra forma se podrá evitar un proceso de gentrificación radical, algo que sucede de forma casi normal cuando se invierte mucho en determinado lugar. Hoy los préstamos a cooperativas que otorga el Ministerio de Vivienda y Ordenamiento Territorial están saliendo con cuentagotas, y parece algo difícil, pero sería importante que sí se incluyeran en los planes.

Por otro lado, ¿cómo se prepara el espacio público para ese aumento de población? ¿Y las calles/avenidas? ¿Se apostará a la movilidad sustentable o será más de lo mismo? ¿Se construirán nuevos espacios verdes? ¿Cómo se evita el monocultivo de monoambientes y apartamentos de un solo cuarto que tras los cambios en la Ley de Vivienda Promovida representan la mayoría de lo nuevo que se construye?

Son preguntas importantes e iremos descubriendo las respuestas en breve. En todo caso, la ciudad se está moviendo, es nuestra eterna obra en construcción. Es el arte que habitamos.