Así como las golondrinas se encargan de dar la bienvenida a la primavera con su regreso, el resurgir de promociones en planes de alimentación, centros de estética y gimnasios que invitan a “ponerse en forma para el verano” también lo hace, aunque de una forma no tan amistosa. Es que toda la obsesión en torno al “cuerpo de verano” que se genera en estas fechas es en gran medida producto de una estrategia publicitaria, como explicó la entrenadora Noris Vargas Garciaguirre. “Tiene que ver con esa idea de que en la playa los cuerpos tienen que ser de una forma”, afirmó. La profesora subrayó que esta presión ejerce una enorme influencia en la autopercepción corporal, magnificando la dismorfia y permitiendo que los cuerpos se conviertan en temas de discusión pública.

En ese sentido, la profesora de Educación Física Florencia Salas dijo que estos discursos que validan un solo tipo de cuerpo o que apuntan a que siempre se puede alcanzar una mejor versión pueden favorecer el desarrollo de trastornos de la conducta alimentaria (TCA) y trastornos de la imagen corporal (TDC). “El efecto es una tendencia a la disconformidad constante con el cuerpo. Parece que nunca alcanza como somos, lo que resulta altamente frustrante”, agregó la entrenadora.

“Lamentablemente, las presiones estéticas pesan más sobre las mujeres en cualquier época del año. Desde lo mediático, hay dos cuestiones que considero claves para hacer esta lectura: las palabras y las imágenes. ¿Quiénes ponen el cuerpo en las publicidades acompañadas de palabras como reducir, modelar, moldear, estilizar, tallar, definir, etcétera? Para sorpresa de nadie nos vamos a encontrar no sólo con mujeres, sino con las mujeres como las que todas deberíamos querer lucir: jóvenes y delgadas. Los espacios de actividad física nunca se dirigen a los hombres con palabras como las que mencioné antes, sino que se presenta la idea de, por ejemplo, mejorar capacidades socializadas y asociadas típicamente con ‘lo viril’, como la fuerza. Esto, que se ve constantemente, se incorpora, se instala en el sentido común y se empieza a reproducir en los entornos familiares o de amigos e incluso en los propios espacios de actividad física”, detalló Salas.

Para la licenciada en Educación Física Lucía Ruibal, este tipo de presiones estéticas tiene sus raíces en una construcción histórica y cultural sobre los cuerpos, siempre divididos de forma binaria: “Ideales de cómo debe ser un cuerpo femenino y cómo uno masculino”. “El lugar de las mujeres en las prácticas corporales no siempre estuvo permitido ni bien visto. El cuerpo femenino era pensado para la creación y ese era su fin. Después, el ingreso de esos cuerpos a las prácticas deportivas fue siempre como un intento de reforzar las feminidades bajo la idea de que tenemos que ser femeninas, delicadas, dóciles y, en comparación con los hombres, menos resistentes, menos fuertes, más lentas y más débiles”, problematizó la profesora.

Esta lógica que describe Ruibal mueve la rueda del mercado del fitness en estos meses. Porque en primavera los gimnasios se llenan de nuevos socios o de personas que hacía meses que habían dejado de entrenar y vuelven con todo. En el intento desesperado por cambiar el aspecto del cuerpo en cuestión de pocos meses, muchas personas pasan de ser inactivas a practicar todos los días entrenamientos de alta intensidad. También hay quienes se exigen a puro ejercicio cardiovascular y quienes cambian abruptamente su alimentación.

¿Qué sucede con eso? “Te estás arriesgando a lesionarte”, afirmó Vargas Garciaguirre y agregó: “Llevadas por una urgencia, las personas hacen cosas lesivas que no les van a dar el resultado que esperan o que, si se lo dan, será algo muy breve y a costo de su salud. Esa prisa por querer encajar en el molde del cuerpo ideal es un error”.

Según la entrenadora mexicana, para adquirir hábitos saludables, la actividad física y la alimentación no son terrenos en los que podamos ajustar y adoptar cambios fácilmente, en una semana o un mes, sobre todo cuando se parte de una vida muy sedentaria y de no haber entrenado nunca.

A su vez, Vargas Garciaguirre señaló que es una idea equivocada pensar que el entrenamiento es mejor cuanto más estresante es. “Las personas buscan el entrenamiento más intenso, con más burpees, abdominales y ejercicios que suelen ser puestos en un montón para fatigarse. Y con eso, no estás haciendo nada más que cansarte y someter a tus articulaciones a un altísimo impacto sin una preparación previa”, alertó.

Para la entrenadora, “entrenar para verse de una forma determinada es válido porque cada quien se merece vivir su cuerpo como más le guste”, pero hacerlo esperando resultados mágicos en uno o dos meses significa “poner muchas cosas en riesgo”.

¿Por qué entrenás?

No hay dudas de que la primavera –por el clima, el momento del año, sus colores– nos motiva a hacer más cosas y de mejor gana. Empezar a entrenar en esta época puede ser un buen puntapié para construir un hábito sostenible en el tiempo. Pero para que este motor inicial no sea sólo un intento por cumplir con un objetivo de verano, Ruibal invita a reflexionar en torno a cuál es el propósito detrás de querer entrenar y qué significado le damos a eso, evitando “traer objetivos ajenos a un proceso que es propio”.

“El cuerpo no es una máquina; necesita construir y sostener procesos. Si uno quiere en tres meses estar de determinada forma y no lo logra, es probable que tenga un impacto emocional negativo. Y si pensamos en una persona que estuvo meses sin moverse, que de repente no le gusta entrenar y va obligada, porque necesita cumplir con determinados objetivos estéticos, es probable que sufra cambios abruptos a nivel físico y emocional”, dijo Ruibal.

Para la entrenadora, el mayor desafío con los alumnos que recibe en estas fechas “es tratar de que logren encontrar una motivación, algo que les permita transitar un proceso que intente alejarse un poco de esos estándares de belleza y que termine transformándose en un espacio real de disfrute, descarga, encuentro, y de apuntar a otro tipo de objetivos que le van a terminar dando resultados más efectivos”.

“Nunca se puede asegurar que se van a dar cambios físicos, menos en un determinado tiempo, y mucho menos en un tiempo corto. Cualquier cambio corporal depende de muchos factores más que el entrenamiento y la alimentación. Partimos de la base de que cada persona es única y puede responder de manera diferente a los mismos estímulos”, afirmó Salas.

Para la entrenadora argentina, debatir sobre estos temas no tiene que ver con promover un mensaje del tipo “entrenar por estética está mal”, sino a decir “attenti, que el trasfondo de entrenar por estética nos puede hacer mal individual y colectivamente”. Por eso, la profesora propone “pensar la construcción de hábitos saludables como procesos de autocuidado, abordados con paciencia y respeto hacia uno mismo. Procesos que pueden iniciarse en cualquier momento del año y no como un fenómeno estacional para cumplir con exigencias y demandas ajenas”. En efecto, Salas propone continuamente este tipo de reflexiones en su cuenta de Instagram, en donde plantea la actividad física como una posibilidad y un poder, y no como un deber.

Alimentación saludable sin atajos

Cambiar la forma de alimentarse de forma abrupta rara vez se justifica, a menos que sea indicado en caso de una patología particular, por ejemplo. Así lo explica el nutricionista Miguel Kazarez, quien entiende que generar un proceso de cambio nutricional es algo muy personal: “Hay personas que lo hacen de una manera más radical, otras que lo hacen de forma progresiva, con pequeños hábitos. Pero más que cómo hacerlo, creo que la clave es preguntarse si es sostenible en el tiempo, si es compatible con uno, si va en línea con nuestras preferencias y gustos, y con quienes somos”.

Así como escribió en su libro Saber comer, Kazarez recordó: “No se trata de lo que hacés para llegar al verano, sino de lo que hacés entre verano y verano”. En ese sentido, para el nutricionista el intento por adoptar cambios saludables debería alejarse de la lógica del “llegar al cuerpo de verano”, que lo que hace es reforzar “un mensaje simplista y superficial, que empeora la percepción corporal, aumenta la presión y genera insatisfacción corporal”.

Para el nutricionista, es posible sacar provecho de la motivación que se puede despertar en primavera. “Si modificamos nuestra alimentación para el verano y nada más, difícilmente lo terminemos sosteniendo. Pero si lo buscamos como algo a largo plazo, me parece que es una oportunidad de generar un cambio real”.

Ahora, ¿cómo evitar caer en extremos? “Es complejo porque también depende un poco de componentes psicológicos y de la personalidad de cada uno. Seguir mensajes y tratamientos radicales potencia esa conducta extremista y nos aleja del poder sostenerlo a largo plazo y de sentirnos bien”, apuntó Kazarez. Por eso para el nutricionista un posible camino es “ir trazando pequeñas etapas, con pequeños hábitos a modificar que para unos puede ser empezar a desayunar y para otros empezar a cocinarse entre semana y tomar menos alcohol, por ejemplo”.

“Nuestra psicología prioriza más el corto que el largo plazo. Entonces, si intentamos cambiar un poco la óptica y cuestionarnos lo que hacemos para estar bien, podemos empezar a mirar más a largo plazo, priorizando nuestra salud y calidad de vida. Todo esto se puede lograr sin privarse de los eventos sociales y de divertirse. Porque se trata de lograr el mejor equilibrio posible, entender que el cuerpo es mucho más que una silueta, abdominales marcados y un bíceps o cola grandes. El cuerpo nos permite desde transmitir emociones y recibir afecto hasta sentir placer al tirarnos al agua en verano”, dijo Kazarez.

Sin importar la estación

Cuando se trata de cambios en la alimentación, el profesional destaca que no existe una única fórmula válida para todos. En lugar de cambiar abruptamente la alimentación, debemos considerar la sostenibilidad a largo plazo. “La clave está en preguntarse si es sostenible en el tiempo, si es compatible con uno, si va en línea con nuestras preferencias”, concluyó Kazarez.

En este sentido, es esencial comprender que la belleza es subjetiva y va más allá de una silueta. Kazarez nos recuerda que debemos ver nuestros cuerpos como medios para experimentar la vida y el placer, y no simplemente para cumplir con ciertos estándares sociales.

En resumen, enfrentar la primavera sin ceder a las presiones implica cambiar nuestra perspectiva. Entender esto nos ayuda a evitar comportamientos extremos y a cuidar mejor de nosotros mismos durante toda la temporada y más allá.

Como señala Vargas Garciaguirre, “cada quien se merece vivir su cuerpo como más le guste”. Lo importante es encontrar un equilibrio que nos haga sentir bien, tanto física como emocionalmente, y que podamos mantener a lo largo de nuestras vidas.