Donde la mayoría ve basura, Mariana Paredes y Macarena Bravo encontraron una oportunidad.
Como compañeras de generación de la carrera de Diseño Industrial en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo - Escuela Universitaria Centro de Diseño (Universidad de la República), diez años atrás, venían de focos distintos: la primera, especializada en producto, la segunda, en textil y gráfico. De sus investigaciones sale el proyecto Crocus, que iniciaron en 2021 y recibió una mención en el concurso surcoreano de diseño Seul Design Award. Su mérito es transformar los descartes textiles en un nuevo material que aísla térmicamente y resiste los hongos y el fuego.
Crocus es la flor del azafrán. Eligieron ese nombre porque el azafrán, la especia más cara, se produce en España. Paredes explica que es “más española que uruguaya” o “de los dos lugares” y, por otra parte, “lo más importante es cómo se produce el azafrán: un trabajo minucioso hecho por mujeres que juntan las flores con cuidado y después sacan cuidadosamente los pistilos”, explica la diseñadora, que quedó a cargo del proyecto cuando Bravo decidió retirarse a principios de este año.
En 2024 ya habían recibido un primer premio en Uruguay Circular y, a los pocos días, también en Arenas Emprendedoras, y esta selección en Seúl ahora le pone el broche. Aunque Paredes no viajará a la ceremonia, valora el hecho de representar al país y la gran exposición que tendrá el proyecto en ese contexto.
El germen de Crocus fue el concurso Rediseña, organizado por Montevideo Shopping. Una de las pruebas consistía en hacer cinco productos a partir de lo que encontraran dentro de una caja sorpresa que se asignaba a los participantes. “Había dos perfiles y nosotras estábamos del lado del producto, y cuando abrimos la caja, había sólo telas”, recuerda. Pensaron que era un error y fueron a reclamar, pero les respondieron que había que ingeniárselas para hacer la colección. Así que empezaron a investigar siguiendo, por supuesto, la consigna de los tutores de no generar más contaminación. Probaron cómo endurecer los textiles mediante distintas mezclas. “Cuando estábamos a punto de abandonar, porque se nos estaba acabando el tiempo y nada se endurecía, conseguimos hacer unas placas. Con esas placas hicimos los cinco productos: lámparas, una mesita, una cafetera/tetera manual –que fue el producto estrella–. Después que terminó el concurso, la idea era continuar con eso que habíamos descubierto, que no sabíamos qué era. O sea, sabíamos que la tela quedaba como un MDF, pero ¿para qué sirve eso en realidad?”, se preguntaron.
Las invitaron a participar en la Expo Uruguay Sustentable, por primera vez, en 2023 y ahí se dieron cuenta de que podían llegar a hacer que esas placas de origen textil absorbieran el sonido y podían transformarlas en paneles acústicos. “También nos enteramos de una francesa que había descubierto algo muy parecido, entonces empezamos a mirar cómo lo producía y tal”, cuenta Paredes. Guiadas por sus investigaciones previas, se presentaron a un Fondo de Validación de Ideas de Negocios (VIN) de la Agencia Nacional de Desarrollo. “Nos dieron esa subvención y el foco era llegar a los laboratorios para que nos validaran el material y nos dijeran si ese material realmente había aislado el sonido o para qué servía. Con el VIN estuvimos todo 2023 y 2024 buscando respuestas”, sigue Paredes, y relata cómo las iban derivando de un laboratorio a otro porque estaban fuera de categoría. “Esto ya no es tela, andate al laboratorio de plástico; esto no es plástico; esto no es madera; esto no es metal”, les decían. Cuando, a las cansadas, dieron con las máquinas adecuadas para hacer las pruebas, concluyeron que “en realidad no absorbía el sonido como era necesario para que fuera un panel acústico, sino que funciona más como una placa de yeso. Descartamos ese camino, pero ya le estaban haciendo otras pruebas en el LATU y dieron como resultado que era muy bueno como aislante térmico. Después nos derivaron a otro laboratorio en donde se hicieron pruebas de hongos húmedos, que se trajeron de Estados Unidos –creo que eran como 50 esporas–, y dio positivo a que resiste a los hongos: se mueren en este material. Y luego le hicimos pruebas de fuego y descubrimos que resiste el fuego”, describe sobre las cualidades de Crocus.
Aplicaciones
Consultada sobre qué salida comercial podría tener una vez que termine de ser validado como producto con fines diversos, la diseñadora dice que una opción es que las tiendas puedan reutilizar sus descartes textiles y que de este modo los conviertan, dándoles un nuevo uso, ya sea en escaparates, como decoración o como revestimiento. “La idea es hacer el proyecto del premio de economía circular, por el cual las empresas donan sus descartes, pero a su vez contratan un servicio de diseño y transformamos estos descartes en algo funcional, dependiendo de a dónde vayan”. Paredes menciona el ejemplo de un proyecto a la espera de aprobación para revestir una pared de una escuela que mide 13 metros por 3 metros, aproximadamente, y que tiene mucha humedad. Crocus lograría evitar que los niños tomen contacto con esa humedad. El objetivo es “generar un proyecto que termine en lugares donde realmente lo necesitan, y que esté diseñados para esos lugares, como revestimiento o como aislación”, recalca.
Por otro lado, aclara que “no es lo mismo revestir algo, que tenés que mirar el color, la forma y demás, cosas que varían según los textiles, si se busca teñir o pintar por encima; se pueden hacer un montón de cosas”. Si va a ser una aplicación interna, de aislación, ya no importa y se pueden usar otros tamaños o formas.
No todos los textiles absorben los aglutinantes del mismo modo; es evidente que los más naturales son mejores, pero si se topa con muchos plásticos, tiene un acuerdo de intercambio con Urupac. Por ahora se tritura de manera casera, pero eso cambiará a medida que el proyecto escale. En cualquier caso, para ingresar al mercado aún necesita solventar algunas validaciones.
En comparación con otros aislantes, las placas de Crocus son en grosor, igual de aislantes que la lana de roca, que al colocarla insume muchas precauciones para no tocarla ni respirarla, algo que no demanda el nuevo material. “En este caso no habría esos problemas. La idea es darle un uso a eso que contamina para que genere beneficios o mejoras en la vida cotidiana del ser humano y no termine en la basura”.