Buscando un juego de mesa que combine estrategia y belleza, me encontré con The White Castle, una de esas joyas modernas que merecen un lugar en cualquier ludoteca. Desde su lanzamiento, este título diseñado por Isra Cendrero y Sheila Santos, y publicado por Devir, ha capturado la atención en todo el mundo, escalando rápidamente posiciones en Board Game Geek (BGG) hasta meterse en el top 100, algo que no es nada fácil en la competitiva escena de los juegos de mesa.

“Japón, 1761. Provincia de Harima. El Daimio Sakai Tadazumi es uno de los consejeros más destacados del Shogunato Edo y gobierna la región desde el Castillo de Himeji. Los distintos clanes locales harán bien en ganarse el favor del clan Sakai. Para tener influencia será importante contar con miembros de la familia en todos los niveles de la vida del castillo blanco, desde la política hasta el estamento militar, pasando por los humildes jardineros que cuidan hasta el último detalle de los jardines de palacio”. Así se presenta el juego que nos transporta al majestuoso Castillo de Himeji, uno de los íconos más bellos de la arquitectura japonesa. En este juego controlaremos clanes que buscan obtener la mayor influencia en la corte, utilizando una mecánica de colocación de trabajadores y gestión de recursos. Lo más interesante es que, aunque tiene una profundidad estratégica considerable, la curva de aprendizaje es bastante accesible, lo que lo hace ideal tanto para personas experimentadas en juegos de mesa como para quienes están dando sus primeros pasos en este tipo de juego conocidos como eurogames.

Joya organizativa y visual

El juego se desarrolla a lo largo de varias rondas en las que quienes participan deben decidir si envían a sus samuráis a trabajar en los jardines, a ascender en la jerarquía del castillo o incluso a realizar labores de defensa. Cada acción es una pieza clave en un rompecabezas que obliga a pensar con anticipación sin volverse abrumador. Y aquí radica una de sus grandes fortalezas: la satisfacción que produce encadenar acciones bien planificadas.

Uno de los aspectos más llamativos de The White Castle es su diseño visual. Las ilustraciones, a cargo de Edu Valls, logran un equilibrio perfecto entre lo artístico y lo funcional. Cada carta, tablero y componente refleja la elegancia de la cultura japonesa sin perder claridad en su iconografía. La producción del juego también es impecable: los meeples, los tokens y los tableros tienen una calidad que hace que la experiencia se sienta premium.

Jugarlo no es sólo una cuestión de estrategia, sino también de disfrutar de la estética de cada elemento. Es de esos juegos que, más allá de la mecánica, te hacen querer desplegarlo en la mesa sólo para admirarlo.

Si The White Castle ya era un juego redondo, su expansión Matcha le agrega una capa adicional de flexibilidad y rejugabilidad. Esta expansión introduce una nueva mecánica de rondas adicionales que permite explorar estrategias más largas, algo que encantará a quienes disfrutan de una experiencia más elaborada. También incluye nuevas cartas y variaciones que ajustan sutilmente el ritmo, mantienen la esencia original, pero le dan una nueva frescura, añadiendo al juego un salón de té en el que aparece un nuevo personaje del palacio: las geishas.

Lo interesante de Matcha es que no se siente como un simple añadido, sino como una mejora orgánica que se integra a la perfección con el juego base. Para quienes ya han jugado varias partidas y quieren un nuevo desafío sin que el juego pierda su fluidez, esta expansión es una compra casi obligada.

The White Castle y su expansión Matcha son una elección segura. Este título tiene algo especial que atrapa desde la primera vez. Una vez que entres en el Castillo de Himeji, difícilmente quieras salir.