En el terreno que ocupó antiguamente la quinta de Antonio Visca, entre la calle Quijote y Bulevar Artigas, tres cooperativas de viviendas unieron fuerzas y en 1975 empezaron a cruzar sus vidas en el proyecto de los arquitectos Ramiro Bascans, Thomas Sprechmann, Héctor Vigliecca y Arturo Villamil. El Complejo Bulevar, que el mes pasado alcanzó los 50 años, constituye actualmente un ejemplo de construcción colectiva, material y simbólica, un conjunto de torres habitadas por generaciones que se expanden, van y vuelven al lugar, un remanso soleado, donde se escucha el trino de los pájaros, a pocos metros de una avenida central de la ciudad.
Actualmente está integrado por 320 hogares en los cuales viven más de 700 personas de todas las edades, desde 0 hasta 93 años, cuenta Fiorella Varaldi, que nació en el complejo, se mudó y regresó hace dos años. Hoy, desde la Comisión de Fomento, es parte de los preparativos de las actividades previstas para el próximo sábado, cuyo eje es una exposición que involucra material de archivo, la participación de quienes habitan el lugar y la mirada de la fotoperiodista Mariana Greif. La inauguración de 50 años entre generaciones. Historias desde cada rincón y ladrillo del Complejo Bulevar será el 20 de setiembre a las 17.00 en Bulevar Artigas entre Colorado y Caribes. No se suspende por lluvia.
El carácter particular de ese micromundo inserto en el barrio Larrañaga ya fue documentado por Cristina Canoura Sande y Emma Menoni en Utopías de ladrillo y cemento: 20 años de historia del Complejo Bulevar (GEGA, 1996), y posteriormente, junto con otros autores, en la edición ampliada que publicó Doble Clic Editoras en 2015, en ocasión de los 40 años.
Las imágenes que podrán verse a partir del sábado, y hasta el 15 de diciembre, recogen tanto los hitos de esa comunidad como sus vivencias cotidianas. Un modo de convivencia entre niños y adultos en un espacio que permite transitar dos patios (norte y sur), dos parrilleros, las canchas de básquetbol, vóleibol y fútbol, y muchos servicios internos, desde un salón de usos múltiples (SUM), donde se celebran cumpleaños y casamientos, y otro alternativo, hasta una biblioteca cooperativa, y a través de locales comerciales arrendados (kiosco, tintorería, supermercado, local de pagos) que les brindan autonomía sin aislarlos del entorno. Incluso hace pocos meses, cuando la librería que funciona en una de las galerías del complejo estuvo a punto de cerrar, recibió un apoyo económico grupal para que pudiera continuar.
Las unidades que lo conforman van de uno a cuatro dormitorios, con variantes tipológicas que incluyen, en los apartamentos de mayor superficie, un ambiente de 7m², que, por su disposición, estaba pensado con cierta versatilidad para instalar un taller, un estudio, un consultorio o un dormitorio extra. A la vez, el diseño del lugar previó huecos en la edificación para que los habitantes eventualmente pudieran realizar ampliaciones. Como aclara la consultada, “nadie es dueño, somos todos copropietarios, socios de la cooperativa”. El reglamento de ingreso, cuando se deshabita una vivienda, da prioridad, entre los que se postulen y presenten una carta de motivación, a los familiares de quienes ya integran el complejo, a las mujeres y a las familias con niños. Por otro lado, es requisito entregarlo a punto, en buenas condiciones, es decir, con un mantenimiento que preserve el conjunto y evite problemas mayores en el edificio.
Entre los reconocimientos que generó la construcción del complejo, destaca Varaldi, figura el sistema de pasarelas elevadas techadas que comunican los distintos bloques con el área central: “Se tomaron decisiones que, a pesar de que resultaban más costosas, colaboraban con la vida en comunidad, porque te podés cruzar con los vecinos, y con embellecer el espacio”.
Foto: Mariana Greif
La dimensión integradora del lugar se confirma en su apertura al entorno, ya que, mientras que cuenta con casetas de vigilancia, serenos y buena iluminación nocturna, cualquiera tiene la posibilidad de transitar sus patios, ir a tomar mate, por ejemplo, o pasear el perro (para internos y externos, la regla es que deben ir con correa), o de sumarse a las actividades que se proponen, como los martes de tango o las clases de gimnasia funcional y zumba.
En el calendario del Complejo Bulevar es notorio el compromiso que cada 20 de mayo expresan, con carteles, el símbolo de la margarita deshojada, velas y música (Luciano Supervielle integra la vecindad), por la causa de los desaparecidos.
El grupo de Whatsapp es, como podría deducirse, muy activo. La víspera del cumpleaños del complejo, que es el 25 de agosto, es tradición festejarlo en el SUM, con una reunión antinostálgica.
Y hace poco retomaron la organización de “las multiactividades”, o simplemente “las multi”, para las que llaman a los vecinos a anotarse a campeonatos deportivos y de mesa, y muestras de teatro. “Hacía muchos años que no se hacían, y este año éramos 180 inscritos. Era un montón de gente”, cuenta Varaldi. “Todo el mundo acá en el patio, que estaba helado, jugando al vóleibol, al fútbol, al básquetbol, al ajedrez. Duró un fin de semana”.
Junto con la disposición edilicia, que la promueve, este tipo de convocatorias van generando comunidad, como el espacio de recreación infantil, donde van a empezar a dar talleres de líderes, con el desafío de integrar además a las adolescencias.
El cuidado de las áreas comunes llevó a retechar recientemente uno de los pasajes que van de calle a calle, lo que implicó una gran inversión. Ahora está en reformas el SUM, y hace poco el arquitecto Andrés Souto trabajó en un plan de iluminación de forma honoraria. Las decisiones se toman en conjunto, por supuesto. Las metas son mejorar los pisos de las canchas deportivas, pero no es extraño que, apenas hay oportunidad, alguien proponga, por enésima vez, construir una piscina. “Las tres obras de teatro que hubo en las multi terminaron en cómo podía ser el complejo con piscinas”, confirma Varaldi. Desde la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo es común que se acerquen a estudiar el lugar e imaginar cómo podría ir a más.
Trabajo en equipo
Greif llegó en un momento propicio para capturar el estusiasmo de los habitantes del Complejo Bulevar en su medio siglo. El punto de partida fue una iniciativa de Magnum Foundation, una fundación de Estados Unidos, en colaboración con otras tres instituciones que trabajan sobre el tema de la vivienda, para la que fue seleccionada. Se titula “Construyendo mundos dignos: narrativas de diversidad en vivienda y propiedad en América Latina”, y se trata de una documentación creativa de Magnum Foundation, Desis Lab de la New School of Design y FICA, patrocinado por la Henry Luce Foundation. Uno de los objetivos principales de este proyecto es “llamar la atención y legitimar modelos alternativos de vivienda, especialmente en América Latina; en particular, desafiar los modelos hegemónicos de vivienda, explorar alternativas a la propiedad privada” y exponer el resultado con muestras situadas.
Foto: Mariana Greif
Los sitios definidos fueron, aparte del Complejo Bulevar Artigas, Longo Mai, una ecoaldea, centro de aprendizaje y comunidad campesina en Puntarenas, Costa Rica; Fideicomiso de la Tierra Caño Martín Peña, un fideicomiso de tierras comunitario en San Juan, Puerto Rico; Palenque de San Basilio, una comunidad negra en Bolívar, Colombia, y FICA, una organización sin fines de lucro para la vivienda en San Pablo, Brasil. En cada destino fue comisionado un fotógrafo distinto, pero siempre explorando formas en las que las narrativas fotográficas y formas colaborativas de producción mediática puedan ofrecer perspectivas accesibles, crear debate y conexión personal. “Nuestra expectativa es llegar a una amplia audiencia, incluidos activistas de vivienda, formuladores de políticas y académicos en América Latina y en todo el mundo. El trabajo estimulará oportunidades para la activación, el descubrimiento y el intercambio de ideas, y fomentará conexiones entre las diferentes iniciativas en la región”, es el concepto base.
Cuando le propusieron la tarea, Greif se puso a investigar. “Una de mis mejores amigas de la escuela vive en la casa de la esquina del complejo, y siempre veníamos a jugar. Yo tenía esos recuerdos. A partir de ahí hablé con una tía de ella, que vive acá, y me fui metiendo para hacer la propuesta. Una vez que la aceptaron fue, aparte de Magnum, un proceso con la comisión directiva del complejo para trabajar juntos, y salir un poco de esa lógica del fotógrafo que va y cuenta la historia de un lugar con su perspectiva, como de paracaidista, sino definir diferentes instancias en conjunto, qué es lo más representativo de este lugar, qué lo hacía único, desde las cosas más íntimas y relacionales entre las personas a las cosas un poco más macro”, explica. De acuerdo con las partes, hace un año puso manos a la obra y, además, sumó al Centro de Fotografía (CdF).
Su planteo incluyó hacer jornadas de digitalización de fotos de archivo, algo que el CdF viene realizando a través de su programa Memorias de Barrio. “Nos llegaron como 120 fotos y a partir de eso hicimos un juego –también eso lo pensé con la Comisión Fomento– entre estas fotos del pasado y las fotos del presente”, relata. De esa manera, la muestra a cielo abierto pondrá en diálogo el acervo particular con el registro que Greif realizó el año pasado, cada uno con su correspondiente pie de foto indicando quiénes son los protagonistas.
“A mí, en este último tiempo, me ha interesado expandir el poder de la foto fija y también trabajar con las personas que fotografié, no solamente en pensar las fotos que hacemos, sino también después intervenirlas. Hay muchas cosas que se sienten, pero que no necesariamente se ven”, fundamenta. De allí que se dejó guiar por los niños del espacio, quienes le mostraron sus escondites dentro del complejo, que utilizan para divertirse. Así que fue fotografiando esas guaridas, imprimió las fotos, y organizó jornadas de dibujo, collage y pintura sobre las propias imágenes. Finalmente, para integrar a jóvenes y adultos, hicieron talleres de bordado sobre el mismo soporte. Esa parte del trabajo se podrá conocer únicamente este sábado en el salón alternativo.
Desde el fin de semana se verá cómo utilizan la estructura preexistente para el montaje de 20 paneles de fotos de un metro cuadrado en las barandas de las escaleras y pasillos: “De repente son el lugar perfecto para montar una exposición al aire libre”, dice. “Y va a ser también una invitación a conocer el lugar”. Ese día, además, van a proyectar todas las fotos digitalizadas y una selección más amplia de las que Greif estuvo haciendo, ya que el espacio de la muestra y su propio guion limitaban el número de paneles. “No podíamos poner todas, pero realmente son unas joyitas”, asegura la fotógrafa. Cuenta, como ejemplo: “Hay una invitación al segundo cumpleaños del complejo, hecha a mano, y decía algo así como 'traé tus sillas porque no tenemos', hay fotos de medallas... Una cosa es una sola imagen de archivo, que ya tiene mucho peso, pero cuando la vas mezclando con otras y vas viendo cómo va cambiando en el tiempo y lo que esas fotos van mostrando, toma otra dimensión”, resume la fotorreportera.