El punto de partida de esta novela es un hecho muy presente en la memoria colectiva chilena: en 1984, Andrés Antonio Valenzuela Morales, hasta entonces agente de los servicios represivos de Augusto Pinochet, se presentó en las oficinas de la revista Cauce –uno de los pocos medios opositores que existían en esos años– y le pidió a un periodista que lo entrevistara. En ese entonces Valenzuela generó un importante testimonio sobre las violaciones a los derechos humanos, además de aportar datos sobre procedimientos, figuras responsables y el paradero de varios detenidos desaparecidos. El resultado inmediato fue un artículo de portada, con la foto de Valenzuela y el titular “Yo torturé”.

En el presente, una narradora que podemos asimilar a la autora comienza a recordar los pormenores del caso y cómo se relaciona con su vida privada. La primera vez que leyó el artículo era una adolescente y la descripción de las torturas le ocasionó varias noches de insomnio. Su segundo encuentro con Valenzuela ocurrió hace unos años, cuando le tocó editar un documental sobre la dictadura pinochetista, en el que se recogían los testimonios del soldado arrepentido.

Entre estas coordenadas, la narración irá hacia adelante y hacia atrás recopilando las historias de víctimas del terrorismo de Estado en las que Valenzuela estuvo involucrado, así como reflexiones o recuerdos de esos años de parte de la narradora. El hecho de que Valenzuela también aparezca como represor en estas historias cumple varias funciones: lógicamente, son las que se encuentran mejor documentadas y de las que se conocen mayores detalles; en segundo lugar, le dan coherencia a la narración; y finalmente, permiten acceder al pasado del hombre que torturaba y a las consecuencias de sus actos.

Uno de los mayores aciertos de la novela es retratar a los futuros desaparecidos en su aspecto más familiar y cotidiano: desayunando, conversando con su familia, preparando la cena de Navidad. Durante todo el libro se insiste en que la mayoría de los ciudadanos chilenos llevaban una vida normal y rutinaria. Las desapariciones y los centros clandestinos de detención permanecían en una especie de mundo paralelo: la dimensión desconocida mencionada en el título, de la que Valenzuela es el portal de entrada y el único guía posible.

Dentro de la lógica de esta dimensión desconocida de espaldas a la vida cotidiana, aparecen diversas referencias a la cultura popular, tanto del presente como de la década de 1980. Cuando la narradora va al cine para ver el documental, en la sala contigua están pasando Los Vengadores: la era de Ultron (2015). Uno de los episodios más tensos de la novela tiene a la canción de Los cazafantasmas (1984) como música de fondo, y un poema –de los varios que se intercalan con la narración– que es una posible versión chilena de “We Didn’t Start the Fire”, conocido hit interpretado por Billy Joel. Incluso, jugando con el título, a determinadas situaciones se las compara con episodios de la serie Dimensión desconocida (1959-1964).

A medida que la trama avanza surge una nueva ramificación: el complejo operativo para sacar a Valenzuela del país, con la finalidad de salvaguardar su vida y de que, cuando la dictadura cayera, pudiera ser un testigo fundamental en los juicios a los militares.

Una pregunta incómoda con la que el lector debe lidiar es en qué bando colocar a Valenzuela. ¿Su arrepentimiento y su disposición de colaborar compensan los crímenes en los que participó? ¿Qué lo llevó a tomar semejante decisión y a romper el pacto de silencio? Y la que resulta inevitable para cualquier uruguayo: ¿por qué no hubo un caso similar en nuestro país? Casi al final del libro aparece otra historia de represión, la única en la que Valenzuela no está directamente involucrado, que traza un contraste entre los que se arrepienten y los que siguen gozando el privilegio de la impunidad.

Pese a la complejidad del tema, Fernández logra una narración amena, y quizá este sea el mérito más importante de la novela. Puede ser un excelente punto de partida para quienes quieran adentrarse en uno de los episodios más oscuros de la historia reciente latinoamericana.

La Dimensión Desconocida. Nona Fernández. Random House, Buenos Aires, 2017. 223 páginas.