Circula mucha poesía en Uruguay, aunque sean pocos (y siempre los mismos) los que se enteran. Se imprimen libros en ediciones de autor o en editoriales más o menos especializadas; hay encuentros, lecturas, congresos, slams y presentaciones; hay blogs y sitios de publicación digital; hay muchos, muchísimos oficiantes. Pero no hay mucha lectura fuera de esos circuitos, y hay, ciertamente, muy poca producción crítica sobre poesía. “Es más fácil hacerla que conocerla”, confesaba, citando a Michel de Montaigne, Domingo Luis Bordoli en la declaración de principios de su Antología de la poesía uruguaya contemporánea, publicada por la Universidad de la República en 1966. En 1996, en Orientales, Uruguay a través de su poesía, Amir Hamed denunciaba la falta de una “crítica afinada de poesía” en el país y sostenía que después de Alberto Zum Felde no se había leído “el cuerpo poético como una tradición, como una discursividad propia”. Había habido, sin embargo, esfuerzos antologadores recientes: en 1994 la editorial Alfar había publicado Poesía uruguaya. Siglo 20, una antología a cargo de Walter Rela en la que se incluía a 108 autores, y en 1995 se publicaba por Seix Barral la Antología plural de la poesía uruguaya del siglo XX, en la que Washington Benavides, Rafael Courtoisie y Sylvia Lago reunían textos de 36 poetas. La Antología crítica de la poesía uruguaya (1900-1985) que Roberto Appratto había publicado en 1990, en la editorial Proyección, daba cuenta de apenas 18 autores, pero ofrecía una vocación crítica.

Esto no es una antología

La selección que Martín Palacio Gamboa (MPG) propone en La confabulación de las arañas, por su parte, declara explícitamente su intención de no ser una antología. Además de recordar que toda antología supone una exclusión que es, por fuerza, un recorte canónico del campo en el que irrumpe –una muestra “legitimada por potentes instituciones, profesores y críticos, que imponen sus opiniones sobre lo que se debe leer”–, el estudio introductorio explica que la selección “no esconde al sujeto seleccionador” y, por lo tanto, “relativiza el autoritarismo de la crítica”. Así, contra la intención totalizadora del antólogo, esta selección se proclama como un espacio de pensamiento crítico ajeno ya a la inquietud por la identidad nacional y en condiciones de participar en el “espacio literario mismo”. No es poco significativo, por otra parte, que estemos hablando de un libro publicado en Capilla del Monte, en la provincia de Córdoba, Argentina: una inscripción física marginal respecto de los centros habituales de edición y publicación (aunque no de producción e intercambio), y, al mismo tiempo, una incorporación al flujo de discurso, pensamiento y teoría ajeno a la ficción cada vez más póstuma de las fronteras nacionales.

En cuanto a los criterios de selección, aparecen autores que se empezaron a perfilar a partir de 1960 (en ese sentido, el libro se emparenta con el monumental trabajo crítico de Luis Bravo en Voz y palabra: historia transversal de la poesía uruguaya 1950-1973, que no se proponía establecer generaciones sino, en todo caso, promociones) y hay una presencia destacada de nativos del interior. Metodológicamente, MPG dice haberse valido de “los escenarios que el investigador peruano Julio Ortega* propuso para los nuevos panoramas de la producción venezolana” (el del “desencanto posmoderno”; el de “los flujos de la migración”; el de “la desocialización del yo”; el de la “incertidumbre del sujeto”; el de la “emotividad discernida”; y el de los “rituales de intersección”), a los que agregó el de “la radicalización de las propuestas experimentales” desarrolladas por las neovanguardias. El resultado es un volumen poderoso, sólido en sus agrupamientos y lúcido en los estudios que sirven de prólogo a los textos de cada poeta.

En conversación con la diaria, MPG insistió en que no busca que la lectura de este material “responda a la pregunta sobre qué es la poesía, sino sobre qué debe o podría ser”. Agrega: “De hecho, es así que se presenta el libro: como una selección que cuenta con una introducción general, panorámica, de la poesía contemporánea uruguaya que se ha ido produciendo desde los 60 hasta la actualidad y en la que cada autor tiene una suerte de nota introductoria sobre las características de su trabajo. Esa modalidad está inspirada en tres publicaciones. La primera es la Antología del ensayo uruguayo contemporáneo que diseñó Carlos Real de Azúa en 1964; la segunda es Medusario, la famosa y aguda muestra de poesía latinoamericana que estuvo a cargo de Roberto Echavarren, José Kozer y Jacobo Sefamí en 1996; la tercera es Orientales. Uruguay a través de su poesía, de Amir Hamed. Hasta donde sé, un porcentaje muy alto de los trabajos que apuntan a la antologización de un conjunto de autores en ambas márgenes del Plata cae mayormente en la mera periodización o en el biografismo. A esa modalidad es a la que me opongo totalmente”.

También dice que no le interesaba “hacer algo al estilo ‘grandes éxitos’”, aunque aparezcan colaboraciones –“no las más predecibles”– de figuras consolidadas como Alfredo Fressia, Circe Maia y Eduardo Milán. Buscaba, dice, “llevar a cabo un muestrario provisional de propuestas que yo considero fuertes, de esas que permiten lecturas disruptivas, transversales y complejas (lo que no significa empotrar la teoría en el poema ni el poema en la teoría), y que, a su vez, se las pudiera sacar de su ambigua condición de ‘lado B’ de la literatura”. En la búsqueda de acotar, optó por autores vivos y de variada procedencia, “como forma de contrarrestar en algo la mirada montevideanocéntrica”. Aparecen así poetas de Durazno, Rivera, Artigas, Maldonado, Tacuarembó, Florida, Canelones, Treinta y Tres y Rocha. “La cuestión es remodelar los mapas y trastocar las brújulas, es decir, desarticular modelos hegemónicos de lectura y recepción”, explica. Agrega: “Agradeceré enormemente el día que aparezca alguien que mande todas nuestras perspectivas al vertedero de la historia en aras de algo mucho más afinado y abarcador”.

Foto del artículo 'Conjurados de esta banda'

A riesgo de repetirme, insisto en que este libro es importante por la selección que ofrece (es decir, por la poesía que permite leer; por los textos en sí, no siempre fáciles de encontrar), pero es fundamental por la reivindicación que, de hecho, hace de la tarea crítica. Él lo cuenta así: “A raíz de La confabulación de las arañas y el próximo lanzamiento por Estuario de En el camino de los perros. Antología crítica de poesía uruguaya ultrajoven, conversábamos con Hoski [José Luis Gadea] sobre la necesidad de replantear la dinámica de la crítica literaria. Y ambos llegábamos al acuerdo –aunque por diversas vías– de que la crítica no tiene por qué juzgar la importancia de una obra o valorar la posición destacada en la historia que esta institucionalmente merece, sino ‘sustraer’ toda valoración que congele su potencia creativa para poner en juego sus expresiones a una multiplicidad de significados como efecto disparador de una experimentación densa, polifónica. Hoski planteaba que la crítica tiene que llevar un combate contra lo instituido, pero esa lucha no devela un combate demoledor sino una derivada: una lucha que aumenta y no disminuye las relaciones, que suma a la obra una nueva cara, un sentido inesperado. Por mi lado, yo planteaba que la crítica tiene que hacer existir otra obra, hacerla huir por líneas de fuga, líneas que al derivar en otro mundo provoquen una experiencia sensible distinta. La crítica ya no puede preguntarse por la esencia de una obra, sino generar preguntas que desestabilicen todo interés mayoritario por hacer del pensamiento una doctrina”.

La crítica, no los críticos

Así las cosas, la tarea del crítico no es tan importante como el lugar mismo de la crítica: el de una fuerza que opera activamente en un campo dinámico y diverso, plural, polifónico. La voz del crítico “debe ganarse su jerarquía, realizando una tarea de pensamiento del presente”, y en ese ejercicio puede y debe evaluar, pero sobre todo “mapear, detectar estéticas, diferenciarlas, ir a los espacios más experimentales y fermentales”. Poner en valor y poner en diálogo son formas de tomarse en serio el fenómeno literario y participar en la configuración de “otros modos de construir una repolitización de la cultura”.

Sobre la idea de armar esta selección, MPG cuenta que Gerardo Coccio, editor responsable del sello Detodoslosmares, con el que ya había armado una selección de poesía contemporánea brasileña (Bicho de siete cabezas, 2013), le propuso hincarle el diente a la producción poética uruguaya. “La selección de los autores, contactarme con ellos, desenemistarme con algunos, la consecución de sus obras, rastrear el casi inexistente trabajo crítico sobre la enorme mayoría de ellos me llevó dos años. Armar las notas introductorias, uno”, dice.

El libro ya tuvo su primera presentación en Montevideo el 3 de mayo, pero “la idea es hacer ahora una segunda presentación, mucho más amplia, en la fundación Nancy Bacelo”. Estarán algunos de los poetas que integran la selección, además del editor y del propio MPG. Habrá ejemplares a la venta, “si bien Coccio ya está buscando llegar a un acuerdo con algunas librerías locales para que se pueda distribuir aquí”.

El encuentro, entonces, será el lunes, a las 19.00, en Hugo Prato 2195, Montevideo.

(*) En “Literatura y futuridad”. Disponible en culturayarteancashino.blogspot.com/2008/10/literatura-y-futuridad.html

La confabulación de las arañas. Poesía uruguaya actual | Martín Palacio Gamboa (Selección, introducción, prólogos y notas). Capilla del Monte, Córdoba, Editorial detodoslosmares, 2018. 328 páginas

Los poetas arácnidos

Agamenón Castrillón (Tacuarembó, 1954)
Alfredo Fressia (Montevideo, 1948)
Alicia Preza (Montevideo, 1981)
Ana Strauss (México, 1977)
Aparicio Vignoli (Florida, 1937)
Circe Maia (Montevideo, 1932)
Clemente Padín (Lascano, 1939)
Eduardo Milán (Rivera, 1952)
Fabián Severo (Artigas, 1981)
Gisella Aramburu (Rocha, 1986)
Gonzalo Fonseca (Rocha, 1964)
Gustavo Espinosa (Treinta y Tres, 1961)
Gustavo Wojciechowski (Montevideo, 1956)
Héctor Bardanca (Montevideo, 1954)
Hoski (Montevideo, 1988)
Horacio Cavallo (Montevideo, 1977)
Juan Ángel Italiano (Montevideo, 1965)
Laura Alonso (Montevideo, 1970)
Luis Bravo (Montevideo, 1957)
Luis Pereira Severo (Paso de los Toros, 1956)
Melisa Machado (Durazno, 1966)
Pablo Barrios (Rivera, 1986)
Roberto Appratto (Montevideo, 1950)
Santiago Pereira (Montevideo, 1983)
Selva Casal (Montevideo, 1927)
Silvia Guerra (Maldonado, 1961).