Es pianista y compositor. Vive en Nueva York hace más de dos décadas, pero Gustavo Casenave sigue siendo uruguayo. Para muestra su último disco, que salió en mayo –uno más de su vasta discografía, que cuenta con más de 30 títulos–, grabado junto con el pianista argentino Darío Boente: está cargado de música instrumental dedicada al fútbol –algo bastante raro por estos lares, dado que estamos acostumbrados a canciones con letras que evocan al fútbol de forma por demás explícita–. La idea nació de un productor estadounidense que llamó a Casenave y le propuso hacer algo a tono con el Mundial. “Me imagino que sos futbolero, porque sos uruguayo”, le dijo el productor. “Por supuesto, a muerte”, contestó. El productor le preguntó contra qué selección era nuestro clásico, y así surgió Argentina vs. Uruguay: Instrumental Interpretations of Football (disponible en Spotify). Casenave compuso la mitad de las piezas, que, más allá de que dan pistas en sus títulos, evocan distintas sensaciones. Está “Mi primer Mundial”, que arranca como un himno y representa la previa de un partido; “El matador”, dedicada a Edinson Cavani, candombera; “1950”, de tintes clásicos, lenta y nostálgica; “Clásico del Río de la Plata”, frenética, como todo clásico; y “Garra charrúa”, por supuesto, rápida y aguerrida, impregnada de tango con pizcas de candombe.

Sin dudas la mezcla es lo que define el estilo de Casenave, que navega entre la música clásica, el jazz y el tango, muchas veces a bordo de la improvisación. Para ejemplo, su versión del clásico de Astor Piazzolla “Adiós, Nonino”, incluida en el disco Solo Casenave (2013), que, si no le prestamos la atención adecuada, quizás no nos demos cuenta de que se trata del famoso tango. “Yo también toco tango tradicional, con todos los tangueros pesados de Buenos Aires, con los músicos de [Osvaldo] Pugliese, Piazzolla, etcétera, y siempre que hacemos un show de esos toco ‘Adiós, Nonino’, para la que justamente Piazzolla escribió una cadencia para el principio, pero es una tradición que cada pianista haga lo suyo. Yo logré poner mi grano Casenave, que tiene muy buena aceptación”, cuenta el pianista.

El compositor está acostumbrado a la mezcla desde la pubertad. Escuchaba música tan diversa como el rock de Los Estómagos –y tocaba guitarra eléctrica, con distorsión y todo–, pasando por el romanticismo de Chopin y los compositores clásicos rusos. Pero también estaba loco por el jazz de Chick Corea, hasta que llegó a tocar con John Patitucci, bajista del famoso jazzero estadounidense. Casenave empezó a estudiar piano a los seis años, y en seguida se metió en el infinito mundo del piano clásico. A los 13 ya componía y estudiaba música contemporánea con Héctor Tosar, y a la vez salía a bailar y escuchaba lo que estaba de moda, porque para él la música es una sola; pero, eso sí, la hay para cada momento y situación. Cuando va a la playa con sus hijas escucha Bob Marley, no Chopin.

Ya de veinteañero, Casenave estudió en la prestigiosa Berklee College of Music de Estados Unidos. Y si bien no desestima el gran aporte académico que le dio su paso por allí, destaca más que nada la posibilidad de dedicarse a practicar su instrumento, y los contactos que cultivó. “Cuando fui a Berklee ya había estudiado muchas cosas, por eso lo que más me dio fue la práctica de estar tocando 18 horas por día, que era lo único que tenía que hacer. Y, obviamente, las conexiones, porque te metés en un mundo en el que todos están en la misma. Hasta el día de hoy sigo tocando con gente relacionada con Berklee”, comenta. Fue así que el pianista llegó a tocar con los más diversos músicos, incluyendo a los más célebres, como el chelista Yo-Yo Ma, acompañado, además, por compañeros de clase de Berklee.

Fuera de la playa, como simple civil melómano, el compositor prefiere escuchar música “complicada”, que es la que más lo hace vibrar. Elige adjetivarla de esa manera porque odia la palabra “seria”. Para el pianista, la enseñanza formal debería dar la chance a los estudiantes de estar, en algún momento, expuestos a música “un poquito más elaborada” que la que suele sonar por todos lados. Además del jazz y de la música clásica, Casenave incluye el tango en esa categoría, que considera “música de atril”. “También es importante enseñar improvisación, porque se suele pensar que para ser músico serio tenés que estudiar música clásica en el conservatorio, pero hay que engancharlo con el jazz y la música improvisada, que se estudia y es una cosa tan seria como cualquier otra. Además, se necesita mucho más lugar para el estudio de la armonía de los músicos clásicos, que está tan relegado”, señala.

Para Casenave el público también es educable, al igual que los músicos. De hecho, cuando empezó a escuchar jazz había cosas a las que no estaba acostumbrado y que no le llegaban. “Pero el oído se va ampliando. Es como la comida: hay gente que sólo come milanesa, que nunca probó sushi y no quiere saber de nada”, ejemplifica. A los que quieran probar un sabor musical nuevo, el pianista les promete que en el concierto de hoy de noche en la sala Zavala Muniz se encontrarán con un “Casenave 100%”, con música “más elaborada” pero también “muy del sentimiento”, por lo que cualquiera podrá interpretar la intención, por más que no se entienda. “El 90% del público no entiende lo que estoy haciendo, pero ¿qué es entender? Te gusta o no, la pasás bien o no. Yo soy compositor e intérprete, no tengo ataduras. Le doy al piano con todo, porque la cosa es hacerlo sonar. Si hay que tocar con los codos, lo hago. Rompo todas las reglas que hay que romper en beneficio de sacar un sonido, que es lo que vengo buscando hace años, y sigo buscando”, remata.