Cuando un montevideano se va vivir al exterior y uno quiere comprobar cuánto lo ata todavía a este bendito país y en particular a su capital, hay que preguntarle si no extraña tres elementos vernáculos fundamentales: la rambla, los churros del Parque Rodó y a Jaime Roos (obviamente, no a la persona sino a su obra, típica metonimia). Porque la música de Roos es más que popular: es parte de la atmósfera montevideana, siempre está ahí, aunque haya algún inadaptado al que no le guste. Incluso su música a veces se vuelve más montevideana que Montevideo, porque ha creado ambientes sonoros mejores que los geográficos (la canción “Durazno y Convención” es mejor que la esquina; la coda de “La hermana de la coneja” es más gris y melancólica que toda la Ciudad Vieja, y así). Por eso hay que tener agallas para plantearse grabar un disco de versiones de Roos, como hizo Francis Andreu, que es además la primera en homenajearlo con un álbum entero (el pianista Gonzalo Gravina grabó un disco homenaje a Roos, pero puramente instrumental; juega en otra categoría) y, por si fuera poco, en plan tango y milonga, géneros que por estos lares son más sagrados que la rambla y los churros. Es decir, Andreu decidió meterse con lo sagrado desde lo sagrado, sin miedo al qué dirán los jaimeroosófilos.
El resultado es Francis canta Jaime Roos y supera la prueba con creces, ya que el enfoque tanguero y milonguero, con la gola arrabalera de Andreu, aporta una nueva forma de admirar la obra de Roos, y permite encontrar cosas que no imaginábamos que estaban ahí. El mejor ejemplo de esto es la versión de “Los futuros murguistas”. La original, del inconmensurable Mediocampo (1984), es quizá la mejor murga canción de Roos, y, como se sabe, la pegadiza melodía recrea la de los niños cantores de la lotería. La versión de Andreu, con un tempo más lento, parece otra canción y se vuelve flor de tango, con un arranque calmo en el que la melodía se vuelve melancólica. Así, sacándole toda pizca de murga, queda demostrado que a “Los futuros murguistas” le quedan bien otros trajes sonoros porque es una gran canción, más allá del género.
La versión de “Colombina” también queda perfecta como tango (de hecho, en la introducción las guitarras esbozan la melodía de “Mi Buenos Aires querido” y calza justo), pero ya tenía un ADN tanguero en la versión original (Laura Canoura también la grabó en plan tanguero, en el disco en vivo grabado en el teatro Solís junto al piano de Hugo Fattoruso, Locas pasiones, de 1994). Como se sabe, Andreu es fiel seguidora de la escuela de Roberto Goyeneche, Adriana Varela y afines; del tango que, más que cantarse, se dice y se actúa. Por eso nos encontramos con inflexiones típicamente arrabaleras en esa línea, en las formas de acentuar determinadas palabras dándoles el peso que merecen por su significado, y dosificando la melodía con dramatismo tanguero. En “Colombina” es justamente donde más desarrolla todo su estilo arrabalero. No obstante, en varias canciones se nota que Andreu buscó trabajar más el canto, y lo logra muy bien, sobre todo en “Adiós Juventud” –canción difícil de cantar si las hay–, aportándole una calma a la melodía que también le da nuevos bríos. Al final, un coro con el célebre “larai laralá” acompaña aquellos célebres versos que dicen “parece mentira las cosas que veo / por las calles de Montevideo”, mientras las guitarras desarrollan un ritmo de seudochamarrita que levanta la canción.
Andreu es la protagonista, pero obviamente el disco no sería lo que es si no fuera por los músicos que la acompañan, que forman más que medio cuadro. Empezando por el guitarrista Guzmán Mendaro –que conoce de cerca la música de Roos porque fue su guitarrista en el último período–, que además produjo y arregló el disco, Andrés Polly Rodríguez, que aporta su guitarrón, Gabriel Rodríguez en contrabajo y la frutilla de la torta: Sergio Astengo en bandoneón, dándole el timbre tanguero definitivo que merodea por todo el disco con arreglos formidables. La prueba de las aptitudes musicales del grupo están más que sobradas en la versión instrumental de “Aquello”, una de las más destacables del disco.
La elección del repertorio para hacer las versiones fue un gran acierto, ya que no abusa de los hits. De hecho, lo que menos hay son hits, pero sí gemas de Roos que no son masivas aunque resultan tan interesantes como sus temas más populares. Por ejemplo, “No dejes que”, del álbum Estamos rodeados (1991), un tema de tintes beatleros –como tantos de los de Roos– que Andreu y sus músicos transformaron en una milonga profunda. Quizás lo único que se le puede reprochar al disco es que sólo tiene diez temas –la lista debe completarse con, además de los ya mencionados, “Al Pepe Sasía”, “Lluvia”, “Solo contigo”, “Y es así” y “Piropo”–, pero es una muy buena señal que nos deje con ganas de más.
Francis canta Jaime Roos de Francis Andreu. Montevideo Music Group (2018)