–¿Aquellas volteretas parecían imperfectas? –pregunta el alcalde.

Es sabido: si París tuvo su mayo, Praga contó con su primavera. Se los asocia con el año 1968, pero ambos cachetazos contra lo establecido comenzaron mucho antes. Así se puede comprobar siguiendo la filmografía de la godardiana ola francesa o, para el caso checo, el ciclo de cine que se está proyectando en estos momentos en Cinemateca. Alguna de esas películas se ha visto en más de una oportunidad, como Las margaritas, de Vera Chytilová, que se exhibe el jueves 2, pero no es lo mismo haber seguido la deriva de los dos huracanes de esta comedia feminista de 1964 desde las butacas de plástico naranja de aquella Sala 2 de los incómodos tiempos heroicos –con las paredes cubiertas de hueveras de cartón para amortiguar el sonido– que hacerlo en las nuevas instalaciones de Reconquista. Decidir cuál de las dos experiencias es más revulsiva dependerá de quien la mire. Aquellos sótanos de Lorenzo Carnelli tienen algo del Kino Aero del barrio obrero de Zikov. El Aero de “Zikov la roja” era uno de los lugares donde todavía se podía ver films de autor cuando el invierno de los años 2000 hizo desembarcar el lado más aplastante del cine comercial sobre la ciudad de Franz Kafka. En grandes carteles del centro aparecía Arnold Schwarzenegger con una sola palabra: Koniec (El fin de los días, 1999). Porque si los cineastas de la Primavera de Praga tuvieron que luchar en su tiempo contra la censura –en una batalla en la que supieron sortear las dificultades, ya que su cine se hacía con fondos oficiales–, ahora la brega contra el mercado parece ser igualmente dura.

–Si buscás la perfección en una voltereta, no tengo nada que decir –le responde el Don Juan de provincia.

En cierta manera, el despreocupado vacacionar del alcalde, del cura y del Don Juan, los personajes de Un verano caprichoso (Jirzi Menzel, 1967), que se podrá ver el domingo 5, tiene algo de predestinación. Flotar todavía es posible, pero nadar hacia adelante es inevitablemente ilusorio.

Si en Zikov vivió Lenin, en Liben, el otro barrio obrero de Praga donde el recauchutado Partido Comunista mantiene adeptos, habitaba Bohumil Hrabal. De su pluma nació Trenes rigurosamente vigilados (1965), de la que Menzel hizo una extraordinaria adaptación cinematográfica un año después (film que puede verse el sábado 4). Quien esté siguiendo el ciclo completo podrá encontrar algo del espíritu de esa historia de iniciación, pero en versión femenina, en la película del día anterior: Los amores de una rubia (1965), del luego oscarizado Milos Forman.

De todas las opciones de esta semana (ya habrá tiempo de hablar de las de la semana próxima), quizá Un verano caprichoso sea la que refleja con mejor puntería la metáfora de esos años 60, revulsivos y reprimidos de un lado y otro del telón de acero.

–A cada paso muestra una desviación tanto a la derecha como a la izquierda –dice una línea del guion de Menzel.

Es que no era un público fácil el que juzgaba la performance del funambulista.