Todas las historias tienen un comienzo, y en el caso del nuevo fervor tribalista, la fiebre despuntó a mediados de 2017, cuando la quimérica tríada de Carlinhos Brown (1962, Bahía), Marisa Monte (1967, Río de Janeiro) y Arnaldo Antunes (1960, San Pablo) sorprendió con una convocatoria oficial para una transmisión online en la que adelantó la salida de un nuevo álbum de Tribalistas, 15 años después de su histórico debut. Si bien en esa ocasión Antunes aclaró que no se trataba de un regreso, porque Tribalistas siempre había estado allí, después de su gran éxito –entre 2002 y 2003– cada uno se había dedicado a desarrollar su carrera solista. Tiempo después, cuando aquel brillo inicial comenzaba a difuminarse con el paso del tiempo, el trío, que rara vez se presentó junto (como en el Grammy Latino de 2003, o en el concierto que resultó en el álbum Ao vivo no estúdio, de Antunes, en 2007) y que nunca hizo una gira, vuelve con su segundo disco, también llamado Tribalistas, con el que hoy llegará por primera vez a Montevideo (Antel Arena, a las 21.00), luego de un recorrido por varias ciudades de Brasil, Europa y Estados Unidos.
Este segundo álbum es igual de festivo que el anterior: su musicalidad, sus matices y reflexiones surgen de esa reivindicación de la música popular brasileña y, junto a apuestas más experimentales, sigue apelando a la sencillez y al diálogo con una tradición en renovación constante. Pero el último trabajo se inclina hacia un mayor posicionamiento político y una expresión contundente frente a la nueva realidad que vive el país: si canciones como “Carnavália” y “Velha infância” insistían en lo colectivo y el estar en comunidad, ahora, piezas como “Diáspora” (sobre los refugiados), “Lutar e vencer” (la ocupación de las escuelas) y “Um só” (“Somos comunistas y capitalistas / Somos anarquistas / Somos el patrón / Somos la justicia / Somos el ladrón”) apuntan a la convivencia en la diversidad y a variadas formas de resistencia.
En primera persona
Además de músico, Antunes es un compositor, poeta y artista plástico que ya cuenta con más de 20 poemarios publicados (la última vez que vino a Montevideo fue en 2013, para presentar su libro Las cosas, editado por Yaugurú), siete discos como vocalista y compositor de Titãs –grupo fundamental del rock brasileño de los 80–, 11 álbumes como solista y cientos de colaboraciones con variados artistas (además de que Gilberto Gil, Ney Matogrosso y Adriana Calcanhotto, entre otros, han grabado muchas de sus canciones). Desde su casa en San Pablo, el músico dijo a la diaria que este nuevo trabajo mantiene el espíritu colectivo, la dicha de estar juntos y la propuesta autoral de Tribalistas, que plantea una celebración siempre cargada de sentido.
Preparando esta entrevista volví a tus libros, y recordé uno de tus poemas que dice “sólo los sonidos son”. ¿El comienzo de la música también está en el sonido?
Sí, a veces la canción puede empezar con un sonido, un ruido, una melodía que viene a la cabeza. Otras, puede comenzar a partir de una palabra, una letra. Creo que, para mí, el lenguaje musical es más misterioso que el verbal.
¿También en el deseo de experimentar?
Sí, es una aventura. Y creo que para cualquier persona es más misteriosa, porque la música está muy ligada a una cuestión física y emocional.
¿Qué lugar le atribuís al trabajo material del lenguaje? Sobre todo, pensando en las resonancias de la poesía concreta en tu obra.
Creo que una lección de la poesía concreta, y de la poesía de todos los tiempos, es el trabajo material con el lenguaje para que, en vez de decir las cosas, pase a serlas, para que así se puedan incorporar los contenidos que está intentando plantear. Y creo que cuando la poesía se junta con la música tiene una reverberación a partir de la incorporación del cuerpo; porque la música y el cantar y el danzar integran el cuerpo y dan cuenta de memorias y asociaciones emocionales muy ricas.
¿Cómo vivís el tránsito entre la poesía, la música y el arte, más allá de compartir una sensibilidad?
Me considero un artista de la palabra, y creo que la palabra es un puerto seguro desde el que me aventuro en relación con otros lenguajes. Ese trabajo me llevó a explorar las interfaces de lo verbal con las artes visuales y con la música, y a cruces con el video, la caligrafía, el collage, la instalación. Y también lo llevé a la canción, que acabó siendo una de mis actividades más presentes, junto con los libros.
¿Cómo se posiciona esto en el contexto tan particular que vive Brasil?
Actualmente Brasil está en una situación política muy difícil de enfrentar, que parece despreciar a la educación, la cultura, la preservación del medioambiente, los derechos humanos, el respeto a la diversidad. Es una situación que nunca imaginé que viviría, principalmente, por ver a tanta gente apoyando una agenda de retroceso, reaccionaria, populista. Y eso conquistó a una gran cantidad de personas. Creo que tenemos que seguir creyendo, y ejerciendo una suerte de resistencia por medio del arte, que es lo que puedo dar como contribución social. Es una confrontación directa, en el sentido político, pero es una resistencia mediante la operación de la sensibilidad de cada persona. Es lo que he venido haciendo y a lo que me seguiré dedicando, muy avalado por lo que está sucediendo. Está siendo un proceso muy rápido en todo el mundo, que genera cierto desánimo con respecto a la humanidad. Pero continuamos resistiendo, y cuando nos juntamos para hacer una gira como esta, la potencia de la respuesta de la gente cantando junto con nosotros genera una fuerza muy grande. Tenemos varias canciones, como “Baião do mundo”, que habla sobre la escasez del agua, “Diáspora”, que habla de los refugiados, “Um só”, que habla de las diferencias, la unión y la riqueza de la convivencia con la diversidad étnica, cultural, religiosa y política. Cuando en los conciertos la gente las canta, nos da una visión de que es posible mantener cierto optimismo y esperanza en la humanidad.
En ese sentido, es interesante el manifiesto contra Jair Bolsonaro “Esto no es un poema”, como modo de interpelar al otro y de reflexionar sobre estas fracturas.
Para mí fue inevitable hacerlo. Tuve que decir algunas cosas ante un contexto que sigue avalando estas cuestiones, porque estamos viviendo la realización de un proyecto populista y reaccionario que es muy peligroso, y tenemos que reunir a gran parte de la población. Una de las maneras de pensarlo es hacer nuestro trabajo y expresarlo de esta manera.
Yendo a Tribalistas, ¿cómo ves aquel primer disco y el fenómeno que generó?
Fue impresionante. Nosotros nunca tuvimos la intención de formar una banda que siguiera una carrera. Aun así, era un disco muy especial: yo estaba grabando Paradeiro [2001; su quinto álbum como solista], producido por Carlinhos, y pasamos dos días juntos con Marisa, que iba a cantar conmigo una canción [la que le da nombre al disco], que integra el repertorio de este concierto de Tribalistas. Nos terminamos encontrando los tres una semana en Bahía, porque empezamos a componer muchas canciones compulsivamente, y con mucha intensidad y espontaneidad, en medio de un arrebato de inspiración. Cuando vimos ese grupo de canciones que habíamos compuesto en poco tiempo, tuvimos la certeza de que debíamos grabarlo juntos. Para nosotros, ese disco se insertaba en la tradición de artistas que se reúnen para hacer un álbum, como fue el caso de Caetano [Veloso] y Chico [Buarque], Gilberto Gil y Rita Lee, Dorival Caymmi y Ary Barroso. En Brasil hay una gran tradición de discos conjuntos hechos por artistas. Y para nosotros esto era algo así. En esa ocasión, Marisa estaba por tener un hijo, y no fue posible salir de gira. Si bien pasaron 15 años entre un disco y otro, nosotros no paramos de componer, y seguimos grabando canciones individualmente como parte de nuestras carreras, hasta que en 2017 nos reunimos nuevamente en Bahía y acabamos componiendo muchas canciones que, nuevamente, no seguían un registro, porque era un grupo muy diverso de personas, pero pudimos volver a grabar juntos, y al tiempo surgió esta oportunidad de la gira. Para nosotros es una especie de celebración de todo ese tiempo de producción conjunta. Y esto realmente está siendo un sueño realizado.
Más de una vez dijiste que el primer disco fue el resultado natural de su afinidad. ¿El segundo respondió al mismo proceso?
Sin duda, es el mismo proceso, y tenemos una química especial, porque hace 25 años que hacemos canciones juntos. Por eso, el proceso acaba teniendo una visión panorámica muy clara de esta historia. Las canciones del primer y el segundo álbum se combinaron muy bien en cuanto al repertorio, que es muy fluido, y también incluimos canciones nuestras que, en su momento, grabamos individualmente en nuestras carreras como solistas.
Siempre reconociste que Titãs había sido una escuela de iniciación artística, en la que aprendiste a hacer música, compartir arreglos, actuar en el escenario y componer canciones. ¿Qué dirías de Tribalistas?
Tribalistas es la universidad. Creo que siempre estamos aprendiendo, y es un aprendizaje que no tiene fin. Decía eso porque con Titãs empecé a trabajar con música, a hacer conciertos, a grabar discos. Con Tribalistas ya tenemos una experiencia, una facilidad. Es curioso, porque se da el camino inverso a Titãs: yo estuve en el grupo y después decidí iniciar mi carrera como solista, mientras que ahora nosotros tres ya tenemos nuestras carreras pero decidimos juntarnos en un disco. Esto también implica varias peculiaridades: yo nunca había vivido esto que ocurrió con Tribalistas, porque siento un fuego que uno envía con relación a una melodía, a un texto, y crea un cruce en el otro, que va haciendo que la canción nazca sin mucha conciencia de lo que será, pero siempre nos termina sorprendiendo a todos. La manera de componer es una experiencia muy especial: es como si cada uno sacara lo mejor del otro. Entonces, también es un gran aprendizaje, principalmente porque hay una energía muy fuerte de los Tribalistas, con todas las voces sonando juntas. Para mí es muy diferente pensar como solista, a cantar entonando mi voz junto con Marisa y Carlinhos. La unión de los timbres crea un resultado muy especial.
¿Estas primeras giras juntos implican volver a pensarse de nuevo?
La gira juntos es una celebración. Lo tribal se vuelve más evidente en los conciertos que en las grabaciones. Porque en el momento en que pensamos en el significado de todas las personas cantando juntas, eso es una especie de tribalización, de potencia; una expresión colectiva. Eso es una potencia que sólo el arte o lo más primario del sentimiento pueden generar.