Un western de izquierda. Un cruce entre el nuevo cine francés y los neorrealistas italianos. Un mundo borgeano transplantado al sertón brasileño. Antonio das mortes (1969), también llamada El dragón de la maldad contra el santo guerrero, es un poco todo eso, sí, pero lo trasciende. Su director, Glauber Rocha, llevaba años en la búsqueda de un cine nuevo. No en abstracto. Nuevo en un Brasil que estaba en permanente autoinvención y autodestrucción. Por eso Antonio das mortes es, además, un western afrocristiano (con santas, beatos y feligreses enajenados), un western claustrofóbico (la amplitud de la llanura prometida en su antecesora Dios y el diablo en la tierra del sol, de 1964, aquí aparece amputada en encrucijadas de planos cerrados) y un western lisérgico (en el que las masas se desbocan en estampida sobre la conciencia alterada de sus protagonistas).
Se encuentra, sí, con esos otros nuevos cines europeos. Porque a la innovación formal (el duelo central no desentona como artificio godardiano) le suma la conciencia de narrar desde la mirada de los olvidados, y ahí está Luis Buñuel, a quien Rocha consideraba el punto de partida de su genealogía. Pero además tiene puntos de contacto con el esteticismo del soviético Sergei Parajanov (El color de las granadas también se estrenó en 1969) y con la coreografía social no exenta de héroes individuales de la trilogía flamenca que luego harían Antonio Gades y Carlos Saura (porque Antonio das Mortes licua las cronologías).
La película lleva a Jorge Luis Borges al sertón, es cierto. El propio Rocha reivindica el espacio borgeano como el lugar donde ejecutar la partitura del cinema nuovo. ¿No se emparenta acaso el sino de los cuchilleros del sur con esa contractura metafísica que carga sobre sus hombros el matador de cangaceiros? Pero se le pueden contar otros innumerables parientes literarios. Casi no había cine brasileño relevante cuando Rocha se puso a inventar. Pero estaba la tradición libre y experimental de la novela latinoamericana. Así que el sertón borgeano de Rocha añade micropréstamos de otros biomas literarios: la bananera, la selva y el astillero.
El viernes se cumplieron 50 años del estreno de Antonio das Mortes. En el mismo 1969, pero en noviembre, en el Segundo Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, realizado en Viña del Mar, la obra maestra de Rocha despertó la ira de Fernando Solanas por no ser tan revolucionaria como supuestamente lo era su panfleto La hora de los hornos (1968). Con esa polémica a sus espaldas llegó al Radio City de Montevideo, en marzo de 1970. Ahora está en función permanente, en Youtube o en Quibut, esperando por quien se atreva a suspender el pacto de realidad durante 95 minutos. Martin Scorsese, que se sometió a la experiencia siendo un veinteañero, asegura que le cambió la mirada.