He aquí un libro luminoso, que brilla entre sus páginas como un prisma de luz atravesando un frasco de mermelada de naranja (en lo posible, pero poco probable, sin transgénicos). No suelen publicarse libros tan luminosos; y los que en general ostentan esa cualidad enfilan hacia terrenos donde abrevan las fórmulas mágicas, las soluciones chamánicas, las píldoras de autoayuda, pero no la literatura. Alumbrados por focos especiales, con las fotos en buen tamaño de sus autores en las portadas, con bandas coloridas que proclaman sextas, décimas, vigésimas ediciones, estos volúmenes suelen colmar las dudas de los lectores con las palabras que quieren leer, pero hasta ahí llegan. El verdadero libro luminoso empieza por iluminar al que lo escribe para contagiar luego su luminiscencia al lector. En camping-car es un buen representante de ese raro espécimen literario.

Historia/Literatura

El francés Ivan Jablonka (1973) es profesor de Historia en la Universidad París XIII, que codirige la prestigiosa colección La République des Idées, de la no menos prestigiosa editorial Seuil, y que ha publicado, entre otros libros, dos títulos copiosamente premiados y elogiados: Historia de los abuelos que no tuve (2012) y Laëtitia o el fin de los hombres (2016). Jablonka es un bicho raro en el panorama de las letras, ya que dispone sobre su condición de historiador, y de hurgador de los fenómenos del pasado, la impronta de la construcción literaria, como si en algún momento de su formación académica hubiese comprendido que la única forma de enfrentar los fríos hechos que exhiben los documentos, los archivos, las bibliotecas y los claustros, fuese la de la literatura. Es por eso que sus libros son artefactos extraños, híbridos de géneros, un quebradero de cabeza para empleados de librerías, pues si el dependiente de la mañana acomoda el ejemplar recién llegado en la sección novelas, el de la tarde puede encajonarlo en el estante de historia contemporánea y el de la noche, en caso de que existan esos seres, en la mesa de crónica periodística.

Desplazamientos

En camping-car es la historia de las diversas vacaciones que la familia Jablonka –el padre, la madre, Ivan y el hermano menor– emprendieron entre 1982 y 1988 por lugares tan variados como Córcega, Grecia, Sicilia, California, Marruecos y Turquía, a bordo de una autocaravana, una Combi Volkswagen Transporter T3 Joker Westfalia de color beige, acondicionada de tal forma que les permitiera a sus cuatro ocupantes disponer del mínimo de comodidades ante largas extensiones de desierto, sinuosos caminos, rutas abandonadas y territorios congelados.

El libro es un falso diario de viajes, que hace del engaño, en la reconstrucción de mapas y derroteros, su principal motor narrativo. Treinta años después, Jablonka reconstruye los periplos de antaño con el auxilio de una insustancial bitácora que llevó en el momento, dedicada a registrar contingencias mínimas, observaciones intrascendentes, encantamientos peregrinos. Sin embargo, esa acumulación de material anodino, sumada a los recuerdos del escritor, componen un relato que cautiva por su derroche de detalles, por la amalgama de apreciaciones que el narrador ensambla desde los ojos de un niño que se convierte en adolescente y por la forma cercana, pero nunca banal, con que enfrenta temas tan profundos como la guerra, el holocausto, los movimientos migratorios y la crisis económica.

Paso del tiempo

En una época en la que el turismo se ha convertido no sólo en un negocio variado y redituable, sino en una posibilidad más que cercana para personas que antes contemplaban las vacaciones en un sitio alejado como un hecho privativo para su economía doméstica, potenciado por la variedad de destinos, las modalidades de viaje y, sobre todo, las facilidades del pago, narrar un viaje no parece ser, en principio, algo demasiado atractivo para un eventual lector. Además, los dispositivos digitales le permiten al viajante documentar la travesía en tiempo real, filmando videos con su celular, disparando miles de fotos y compartiéndolas luego en sus redes sociales, espacios que suelen estar bombardeados por larguísimas secuencias de imágenes en las que la cara del viajero en primer plano se interpone a un deslucido Partenón, una difusa catarata o una Torre Eiffel fuera de foco.

En camping-car es la negación de ese turismo exhibicionista, digitado desde las oficinas de las agencias de viaje. Desplazarse en una combi, con paradas para orinar entre los yuyos, eventuales pinchaduras de neumáticos y prolongadas esperas a la vera de la ruta por un repuesto para el motor, tiene poco del sistema de comodidades del turismo capitalista. Sin embargo, en la mirada y la escritura de Jablonka la serie de viajes que emprende con su familia en la década de 1980 oficia de inmejorable contexto para reflexionar sobre el paso del tiempo, la incorporación de la tecnología a la vida cotidiana, y los usos y costumbres de una clase media que sabía que había alcanzado su techo en el desplazamiento social.

Pero, por sobre todas las cosas, En camping-car es un libro que habla sobre la extrañeza de la niñez en un mundo regido por los adultos. En uno de los viajes, el narrador cuenta: “Me gustaba engullir los kilómetros, dominar la carretera con sus pasajes desfilando a lo largo del camino y todas sus posibilidades: salidas hacia otras ciudades, otras vidas, otras infancias. Y todavía era mejor la noche, cuando mi hermano y yo teníamos permiso para quedarnos despiertos y las luces de los autos a nuestro alrededor (puntos rojos delante de la autocaravana, faros amarillos que llegaban en sentido inverso), la iluminación por encima del asfalto, las estaciones de servicio y los centros comerciales engalanaban la noche industrial con una belleza ajena, regueros opalescentes, diademas, carbunclos, láseres entrecruzados, ríos de diamantes. Con todo eso, yo era el más rico del mundo”. Esa luminosidad que irradia la infancia es la que vuelve tan luminoso este pequeño gran libro.

En camping-car. De Ivan Jablonka. Barcelona, Anagrama/Libros del Zorzal, 2019. Traducción de Agustina Blanca. 184 páginas.