Su cédula dice que se llama Elisa Fernández, pero cuando sube al escenario se transforma en Eli Almic, una de las figuras más destacadas del hip hop local, que acaba de lanzar el videoclip del tema “Ayuda”, en el que muestra una de sus vetas principales: combativa, feminista y anti statu quo. La artista se presentará el sábado a las 22.00 en Bluzz Live (Daniel Muñoz y Defensa), pero antes conversó con la diaria.

Al buscar tu música en Spotify aparece ligada a una lista titulada “The sound of rap uruguayo”. ¿Hay una identidad vernácula del rap?

Creo que la estamos creando, que es bastante reciente pero la hay. Por ejemplo, Contra las Cuerdas, que es un banda que ahora está un poco inactiva pero que tiene algunos discos, fue pionera –y te diré que la única– en mezclar rap con candombe, que es un ritmo nuestro, y va bárbaro. Pero digo que es reciente, porque si bien la escena tiene 20 y pico de años, en este último tiempo se ven más discos, más producciones, y nos lo empezamos a tomar de otra manera: sentimos que es posible vivir de lo que nos gusta y generar una escena, porque la gente nos empieza a ir a ver y a escuchar. Vamos a necesitar un poco más de tiempo para tener más materiales como para decir “esto es nuestra identidad” en el género musical, porque si bien ya lo estamos haciendo, todavía hay un dejo de acento español, de influencia chilena y argentina.

¿Qué diferencia ves en la movida del hip hop actual con respecto a aquella camada de hace 20 años?

Era una movida mucho más barrial, de intentar dar un mensaje y un discurso, de criticar al sistema e intentar tener una voz en este mundo, que es difícil que te escuche. Había una cosa mucho más comunitaria, en la que las bases del hip hop como movimiento estaban más presentes. Hoy en día, cualquier persona rapea porque, como nos apropiamos de todo, hay mucha gente que se apropia de la rima y dice lo que le pinte, que puede ser criticable o no. A veces pienso que yo, como blanca, también me estoy apropiando de un género afro, pero intento hacerlo con el mayor respeto y tratando de aportar un mensaje consciente y comprometido. En aquella primera época se trabajaba mucho más con los recursos que había; poca gente tenía elementos para grabar en su casa como hoy. Ahora, con la tecnología, como es más fácil, hay laburos que capaz que no tienen tanto pienso y simplemente salen por diversión, sin juzgarlo esto como bueno o malo.

¿Por qué elegiste el rap para expresarte?

No fui directo, fui cuando lo encontré. Yo quería hacer música, pero no sabía mucho de qué manera. Después de probar, y cuando me pasaron un disco pirateado de The Fugees, la banda de Lauryn Hill, pensé: “Esto me encanta, creo que puedo hacerlo”. Y el rap, sobre todo por el carácter de rebeldía que tiene ese decir, que es distinto a otros decires, me sedujo mucho y me hizo sentir cierta pertenencia: “Yo acá puedo encontrar un lugar en el que sentirme cómoda y que mi existencia tenga algún sentido”.

“Ayuda”, la nueva canción que sacaste, trata el tema del acoso a las mujeres en la calle, sobre el miedo que genera y más. Tanto en el tema como en el video, lo hacés directo, sin metáfora. El rap te da esa posibilidad.

No sé si es el mejor vehículo, pero es el que me resulta más natural. Durante mucho tiempo me peleé con la literalidad porque no era muy cool. Ser medio abstracto y decir cosas de una manera más difícil capaz que tenía más onda, pero el rap se presta para esto y además entendí que la denuncia, si voy a hacerla, que se entienda. A veces pienso que es medio redundante, pero me escriben gurisas de 15 años que están empezando a formar una opinión. Todos nos vamos definiendo en cuanto a lo que pensamos y de qué lado estamos. Entonces, sigue teniendo sentido, y más en el momento en el que estamos. Me animé a escribir “Brujas” –porque antes ya pensaba en términos feministas, pero no me animaba a ponerlo sobre la mesa–, y una vez que lo hice, queda ahí: si alguna palabra no te gustó o no te representa, la cagaste. Entonces, hay que tomarse un poco el tiempo y, a partir de empezar a ahondar en esas temáticas, se abren otras, como esta. Fue un día que me senté, agarré un beat y salió. A veces es muy impredecible.

Pero hay una conciencia sobre el tema y supongo que viviste lo que relatás en la canción.

Sí, todo lo que digo son cosas que me dijeron a mí, sobre todo en mi adolescencia. Ahora también me siento vulnerable, pero cuando sos más guacha y no te animás a defenderte y a contestar, estás más vulnerable todavía. Me pareció importante con el desenlace del video. Yo quise abrir posibles finales, porque cuando estás expuesta ante esa situación, que te digan algo es lo menos peligroso, es lo más aceptado socialmente, y para mucha gente hasta es un chiste, mientras que te metan dentro de un auto, te violen, te rapten o te usen para trata de personas es el peor desenlace posible. En un momento dije: “Ay, qué extremo, ¿será lo que quiero decir?”. Sí, porque no quiero proteger a un acosador, no quiero dar la chance de que digan: “¿Qué hace sola caminando a tal hora?”. Hasta ahora, a mí no me pasó, y espero que no me pase, pero pasa. A Brissa [González] la metieron en un auto y después... No hace falta que pase todos los días para ponerlo arriba de la mesa.

El hip hop, en su raíz, es machista y tiene esa cosa de lucha entre bandas. Lo que vos hacés tiene que ver con otra sensibilidad.

En competencias de improvisación en las que hay mujeres, a veces también se va por el mismo lado, porque nos enseñaron a competir, porque es un movimiento cultural que tiene parte de su base en competir para ver quién es el mejor. No digo que se pierda la competencia, pero el tema es cómo competimos y qué nos decimos. Creo que podemos renovarnos y buscar formas que no sean homofóbicas o misóginas. Me interesa generar un espacio en el que más pibas se animen a hacerlo, para que surjan otras temáticas y que el único tema no sea qué pibe la tiene más grande o quién se llevó a la novia de quién. Para mí ese discurso es totalmente obsoleto, pero en realidad no, porque muchísima gente lo consume y no le importa pensar en otros discursos.

En “Gárgolas” decís que el hip hop está de moda y que hay que fijarse con quiénes trabajan [los hiphoperos], porque venden la rebeldía “en sus marcas de shopping”.

Nos invito a cuestionarnos si eso realmente nos hace crecer: que te regalen unas pilchas, que yo entiendo, después las tenés que comprar, ahorrás un gasto, te está posicionando y dando visibilidad. Hay artistas que llegan mucho más rápido o a grados de visibilidad que otros no llegan por laburar con marcas, pero el hip hop, siendo tan comprometido en lo social... Por lo menos pensá un ratito quién te hace la ropa, quién está atrás de esas marcas, en vez de decir “sí, sí, sí”... Porque, además, el mundo te apura. Yo tengo 31, y hace unos años me hicieron una entrevista y me dijeron, medio en chiste: “Che, te quedan un par de años” para romperla, para llegar, pero yo después volví a mi casa pensando eso. A veces esas cosas son angustiantes, porque todos queremos tener un lugar y que escuchen nuestras canciones.

Me da la impresión de que la rebeldía del hip hop actual es la que le falta al rock, que cada vez se pone más pop.

No sé si es tan diferente, porque hay mucha gente que se está apropiando del rap para hacer un producto. Hay un montón de banditas que mezclan rap, trap, reguetón, que son cool y que no dicen un sorete. Lo veo en Argentina, por ejemplo. Ojo, cosas que a veces escucho y me agradan, pero si pienso en lo que están diciendo, es nada. No todo el hip hop tiene la intención de cambiar el mundo. Hace diez años había muchos más exponentes antisistema, y muchos de esos exponentes han sido cooptados por el propio sistema y la gente dice: “Me embolé, ya no critico y ahora disfruto”. A mí me parece terrible, porque es como que diga: “Ta, nos ganaron”. A veces a mí también me agarra esa cuestión de “uy, qué embole, ¿otra vez voy a decir esto?, qué mazazo”, pero me digo a mí misma que no, porque ese es un gran triunfo del capitalismo. Pero es verdad que el hip hop es una expresión artística que ocupa un poco el espacio de lo que era el rock en los 80 y 90, con un mensaje más político, en algunas de sus expresiones.

¿Querés destruir el capitalismo con tus canciones?

Si pudiera... pero no me tengo tanta fe. Sé que puedo ser relativamente feliz en un sistema capitalista porque sé los beneficios que tengo, con mis características, mi clase social, mi color de piel, pero es un sistema que no resiste porque lo tienen que sostener la mayoría de las personas de abajo. No quiero perpetuar eso. Soy una persona de izquierda; el consumismo feroz y el neoliberalismo no me identifican para nada. Eso se puede entrever escuchándome. Hay gente de derecha que también me sigue, y cuando a veces pongo cosas en las redes me mandan mensajes y me quieren convencer de Vivir sin Miedo o me dicen que [Ernesto] Talvi es fantástico. Pero no, yo no voy para ahí. No sé si tengo muchas soluciones que ofrecer, pero en eso estoy, pensando.