Del 3 al 9 de julio se desarrolla el Festival del Caribe, más conocido como Fiesta del Fuego. Con distintos nombres, este encuentro se lleva a cabo desde 1981, y este año está dedicado a Uruguay. El evento reúne delegaciones de más de 20 países que exhiben sus expresiones culturales populares y tradicionales, con un sentido político de resistencia y antihegemonía. Desde 2011, los profesores Oscar Damián y Sara Medeiros realizan distintos esfuerzos, coordinando con la sociedad civil y con los distintos niveles de gobierno, para ubicar a la cultura popular de Uruguay en el festival. Hace dos años, ambos comenzaron a trabajar para que Uruguay fuera el país homenajeado en esta edición. La delegación uruguaya cuenta con 140 artistas y está coordinada y curada por Alejandro Cruz, artista visual con una importante trayectoria, y curador de distintas propuestas desde 2007: su carrera comenzó con un pasaje por las licenciaturas de Comunicación y Bellas Artes; de 2005 a 2007 trabajó en el proyecto Foco Activa, recorriendo pequeñas localidades del interior con un taller de fotografía estenopeica, realizada con muy escaso equipamiento; dirigió una obra de danza y montó diversas instalaciones.
¿Cómo es la experiencia de curar el envío uruguayo al Festival del Caribe?
Me encuentro con el desafío de curar un festival que no sólo involucra artes visuales, sino también música, teatro, danza, coloquios, culinaria. Esto, en realidad, ya estaba en camino por parte de Medeiros y Damián, que hace varios años están yendo a Cuba y contagiando a gente para que vaya al festival, que es muy longevo y es un epicentro de cultura popular muy grande. Ellos generaron ese basamento para que Uruguay fuera país invitado.
¿En qué consisten los apoyos del Ministerio de Educación y Cultura (MEC)? ¿Cuentan con otros apoyos eventuales?
Los apoyos del MEC consisten en imprimir los catálogos, financiar a algunos artistas y pagar mi cachet, y después cuentan con mucha logística y contactos que son fundamentales para que esto sea posible. A veces el apoyo no es necesariamente económico. Afortunadamente también contamos con el apoyo de la Cooperación Internacional [del MEC], del Municipio de La Paz, que ayuda bastante porque van grupos de Canelones y de Las Piedras, y otros de Paysandú (las intendencias también apoyaron con algunos pasajes de algunos artistas). Y lo interesante de esto es que también es parte de la sociedad civil.
¿Cómo es el festival?
Arranca con el “Desfile de la serpiente”, que es muy popular, porque se trata de un desfile callejero de congas al que todo el mundo se va sumando (y que se puede ver en streaming). Después, hay un coloquio académico (“El Caribe que nos une”) con disertaciones acerca de la contemporaneidad de cada uno de los países, del que seré el orador general de la apertura. En esta conferencia inaugural voy a poner una especie de espejo retrovisor y hablaré de lo que son 200 años de la cultura popular uruguaya. Después está la apertura de la Casa Uruguay y la gala inaugural de Cuba, con algunos grupos invitados. El sábado será la gala inaugural de Uruguay, y después, el 9 cerramos con el “Desfile del fuego”, que termina en una plaza central donde hacen un muñeco universal de mimbre, madera y cañas al que prenden fuego. El fuego es un común denominador de muchas culturas, para la vida y para la muerte, y esto es una mimesis más de eso.
¿De qué vas a hablar en tu conferencia?
Empezaré hablando de quien generó este gran tapón, que fue lord Ponsonby, para, a partir de ahí, generar un encuadre del espacio-tiempo que ubique al país. Después pasaré a un racconto acerca de la invisibilidad de las culturas populares en Uruguay, principalmente, pero también en Latinoamérica, con la columna vertebral en la creencia del eurocentrismo uruguayo, que demuele cualquier cosa. Todo es el blanco, y los indígenas y los negros nunca forman parte de eso; nunca escriben la historia ni se incluyen sus aportes. En la historia son como elementos accesorios, decorativos. Voy a tratar de reivindicar un poco esa historia, porque hay muchos denominadores comunes con Cuba y, eventualmente, una historia que está un poco más ganada: la incidencia dentro de la cultura popular del universo afro, que está más aceptado. Parte de mi discurso inaugural va a hablar acerca de eso. Desde la cosa linda o folclórica de poner una escultura de los últimos charrúas en una plaza, que en realidad es una imagen súper pobre y triste de la decadencia, de cómo la aculturación europea hizo trizas eso y nosotros no tuvimos la posibilidad, como uruguayos, de disfrutar de las dádivas del conocimiento de la cultura indígena porque la arrasaron.
Quedan claras las ideas-fuerza de tu exposición y de la curaduría, pero contame un poco en qué va a consistir concretamente la participación de Uruguay.
El concepto que acuñé para el envío, que transversaliza, es “De ritos, rituales y mixturas”, que se propone eludir la verticalidad del espíritu eurocéntrico, con la posibilidad de asumir que en la contemporaneidad hay 100% de mestizaje, y que una cultura no se imprime sobre la otra, sino que somos el devenir de una mezcla, de una mixtura, y cada una de las culturas aporta. Claro que la identidad es un magma, no es algo fijo; es algo que se contrae y se expande todo el tiempo, y se debe entender como tal. Y lo que vamos a hacer a Cuba tiene que ver con eso. En el envío irán comparsas, artistas de danza contemporánea, bailarines de ballet clásico, que se funden con ritmos uruguayos como el tango, la milonga y el candombe. También irán obras de teatro de directores uruguayos, artistas que hacen folclore, eventos gastronómicos. A veces no se lo cuestiona, pero durante muchísimos años, y me refiero al Uruguay batllista, pensamos que éramos la Suiza de América, y destruimos esos denominadores comunes que nos unen con el boliviano, con el peruano.
¿Y cómo van a tomar cuerpo estas ideas?
Todo gira en torno a Uruguay, que es el país que lleva la delegación más grande. Habrá un espacio que se llama Casa Uruguay, que es un caserón de los años 50 que fue expropiado a unos gringos. Ahí habrá talleres, presentaciones, milongas, toques de tambores, poesía, degustaciones. Va a ser como el encuentro de Uruguay con artistas de otros países, que también serán invitados a la casa para que muestren sus cosas. En paralelo, habrá presentaciones en plazas y en teatros. Hay 15 teatros, y en todos ellos los uruguayos tendrán la posibilidad de actuar, con programas que pueden contar con el ballet uruguayo y después una danza de Perú, o el ballet de Aruba. El sábado habrá una gala llamada, justamente, “De ritos, rituales y mixturas”, en la que se presentará la Orquesta Juvenil del SODRE, de la mano de su director, Ariel Britos, que incluirá tango, milonga, comparsas, folclore, e incluso vamos a actuar con otros grupos de allá, la Steel Band de El Cobre. Y habrá varios bloques que también incluirán el candombe, de la mano de Pedro Ferreira. Va a ser un punto alto de Uruguay en el mundo, y para aquellos que no cuentan con un perfil profesional, tendrán la oportunidad increíble de ir a Cuba a bailar con la filarmónica en un teatro para 3.000 personas. Es una apuesta fuerte de Uruguay, y un gran esfuerzo de un montón de gente para poder ir a este evento.
Entonces, además de todas las actividades oficiales, te llevás trabajo extra para promover la cultura popular uruguaya.
Generé otras cosas: durante todos los días gestioné una hora de programa en una radio local para presentar el cancionero uruguayo de antes, junto con el contemporáneo. Y dejarles esa playlist para que las radios de Santiago de Cuba se acopien y sigan promocionando a la música uruguaya. La idea es aprovechar todas las instancias posibles y potenciar el espíritu uruguayo. Durante una semana habrá un epicentro de cultura popular latinoamericana, y eso hay que aprovecharlo y explotarlo al máximo. Es un baño de cultura popular increíble, en el que todo el mundo participa.