Es poco probable que alguien en Uruguay no sepa quién fue Hugo Arana. Lo vimos en cine y en televisión, y no serán pocos los que hayan tenido el privilegio de verlo en teatro en alguna escapada a Buenos Aires, en aquellos días en que la reina del Plata nos esperaba con la luz encendida y la promesa de una diversión más intensa y cosmopolita que la que podíamos soñar de este lado del río.
Pero la mayoría de nosotros lo recuerda sentado en la cama matrimonial de un dormitorio de clase media, discutiendo con Cristina del Valle por cualquier asunto del momento y a punto de lanzar la frase que se había convertido en clásico: “Cómo me vengo a enganchar con vos, yo que tenía una fila más larga...”. El recurso humorístico de ese sketch, que se llamaba “El groncho y la dama” y que era parte (la parte más esperada) del programa Matrimonios y algo más, de Hugo Moser, consistía en mostrar las diferencias entre un mecánico de gustos más bien ordinarios y su esposa, una espigada rubia de clase media con pretensiones de aristócrata y que hablaba como si tuviera la nariz apretada por un palillo.
La ocasional pelea, que podía originarse en cualquier cosa, pero solía dispararse porque la blonda no sabía hacer un guiso ni le importaba aprender, iba subiendo de tono hasta que el groncho, harto de discutir, empezaba a recordar a las mujeres que había dejado ir para terminar eligiendo justo a esa flaca loca, demasiado moderna y esnob y sin habilidades domésticas. “Me acuerdo de Fulana. ¡Lo que era ese cacho de bestia!”, decía un Lucho nostálgico de la soltería que no demoraba en detallar exactamente qué atributos de Fulana le habían valido un lugar en su memoria.
Pero no todo eran chistes más bien verdes y alusiones a la anatomía femenina: en medio de la escenificación de una pareja dispareja que se mantenía unida precisamente por la fuerte química sexual entre sus integrantes, aparecían las referencias a la situación política, las alusiones a la condición de eternos parásitos de los parientes acomodados de Merceditas y la inclinación peronista de Lucho, que insistió en que su hijo se llamara Carlitos Saúl aunque la rubia disimulara el escándalo llamándolo “Charly”.
Hugo Arana creció en el campo, en Monte Grande, provincia de Buenos Aires, en donde sus padres eran caseros de una quinta. Llegó a la ciudad a los 11 años, cuando la familia se instaló en Lanús. Desde muy joven trabajó para ganarse la vida, y fue un anuncio visto por casualidad el que lo llevó a anotarse en una escuela de actuación. Integró el grupo de teatro Errare Humanum Est, y en 1970 tuvo su primera aparición en cine, en El santo de la espada, dirigido por Leopoldo Torre Nilson. Sin embargo, fue una publicidad de vino de mesa la que llamó la atención sobre su capacidad para encarnar al argentino promedio, ese con el que cualquiera en esos años podía identificarse. El impacto de ese comercial dirigido por Juan José Jusid lo volvió una cara conocida y aumentó su valor para la activa industria cinematográfica argentina.
Sólo en 1974 se estrenaron cinco películas que lo tuvieron en el reparto. Una de ellas fue La tregua (Sergio Renán, 1974), basada en la novela de Mario Benedetti. Las décadas siguientes lo encontrarían filmando a un ritmo de una o más películas al año, al mismo tiempo que integraba exitosos elencos televisivos como el ya mencionado de Matrimonios... (que terminó inspirando un teleteatro, también de Hugo Moser, llamado El camionero y la dama) y otros como Papá corazón, La banda del Golden Rocket, Resistiré y Los exitosos Pells, por nombrar sólo algunos entre más de 40 programas hasta el último, Casi feliz, una producción de Netflix estrenada este año.
Casado en únicas nupcias con Marzenka Novak, actriz argentina de origen polaco fallecida en 2011, fue padre de un solo hijo, Juan Gonzalo. Precisamente fue su hijo el que lo encontró golpeado en su casa luego de haber sufrido un accidente doméstico y decidió internarlo en el sanatorio Colegiales. Al ingresar, el 27 del mes pasado, se le hicieron las pruebas de rigor y se comprobó que estaba contagiado de covid-19. Desde entonces permaneció aislado hasta su muerte, que se produjo el domingo debido a “un paro cardíaco súbito”, según informó la médica responsable de la institución.
Arana recibió numerosos premios por su trabajo, incluyendo, como recuerda la agencia de noticias Télam, media docena de Martín Fierro, dos Cóndor de Plata y un premio al Mejor Actor en el Festival de Cine Iberoamericano de Huelva por su papel en la película uruguaya El viaje hacia el mar (Guillermo Casanova, 2003).