El 30 de noviembre de 2019, Manuel Bonilla, pasadas las cuatro de la tarde, llegó con sus 80 años, su saco negro y su camisa a rayas a la sede de Talleres de Arte Liebre Lunar, en la esquina de la calle 96 con carrera 11, en Bogotá, para asistir quizás al primer evento literario de su vida. Estaba emocionado. Dos horas después, copa de vino en mano y de pie, dejó que su hija Milena le recostara su cabeza en el hombro izquierdo y lloró.

Ver feliz a su nieta, Laura Daza (25), no tenía precio para él, a pesar de que le prestó 2.924 dólares para que el libro Margarita y la estrellas,1 que estaban presentando, fuera una realidad. Meses antes ella conversó con él casi cuatro horas para convencerlo. Le explicó lo de la creación de la editorial Ilona Libros, y aunque Manuel no entendía nada, la apoyó, como en todo lo que ha hecho Laura en la vida. “Cañita de azúcar”, le dice Manuel a ella. “Yo quiero que tú seas una mujer independiente y feliz. Así no entienda lo que vas a hacer, te voy a apoyar. Yo sé que no me vas a defraudar”, le dijo Manuel, y le dio el dinero.

Pero el proyecto de la editorial Ilona Libros no es sólo de Laura. También está Noelia Fajardo (24). Las dos se juntaron en serio apenas finalizando su carrera de Literatura en la Universidad de Los Andes, en Bogotá. Se habían visto todo el tiempo en aulas y clases, pero nunca hablaron hasta que alguien las presentó y se unieron para crear la editorial de literatura infantil el año pasado. Los primeros 877 dólares los pusieron las dos, del bolsillo. Eso les alcanzó para pagar la mitad del salario de la ilustradora, el logo y la creación de marca.

Noelia iba a estudiar medicina en la Universidad Javeriana de Bogotá, pero no pasó la entrevista. Eso sí, le gustaba leer. Tenía pasión por la lectura, y muchos libros. Así empezó a estudiar Literatura sin saber qué quería hacer realmente. Sus abuelos, que son también sus padres, como ella dice, lo tomaron fatal. Querían y quieren que ella se gradúe, que haga un posgrado y que consiga un buen empleo para poder lograr una buena pensión.

Entonces nació su primer libro: Margarita y las estrellas, la historia de una niña de ocho años que en la actualidad va en busca de sus sueños y los hace realidad. “Hay que desinfantilizar la literatura infantil”, dice Noelia. La literatura infantil silente, sin texto y cargada de imágenes, la atrapó desde niña. Había leído en su niñez El chigüiro, de Ivar da Coll, y ahora lo recuerda como una propuesta narrativa visual que permite diversas formas de ser contada. Armar las historias es amar las historias. Eso le entendí cuando me hablaba. “El libro permite la libertad porque son imágenes en secuencia, pero la historia la construye uno”, cuenta Noelia. Le pasó un poco lo contrario a lo que vivió Ida Vitale, la poeta uruguaya, quien dijo hace unos días en el Hay Festival 2020 de Cartagena, Colombia, que cuando era chica abominó la fábula porque siempre había un animalito al que se tenía que imitar.

Laura, en cambio, le entró a la literatura infantil no sólo leyéndola sino haciéndola. Su tesis de grado fue la novela De qué color es azul, la misma que después de unos pocos arreglos piensa publicar. Mientras la escribía sabía de qué se tenía que alejar y a qué debía acercarse. No quería ridiculizar la literatura infantil. Entendió que escribir para niños no es fácil, como se suele pensar, y que la clave está en darles a los lectores la posibilidad de descubrir mundos sin complejizar la historia. “Cuando salimos de la universidad quienes estudiamos ciencias sociales y humanas, el choque con la realidad es duro, porque en la academia no nos enseñaron cómo vincularnos a la vida laboral”, dice. Y Noelia la complementa. Dice: “Nosotros vimos en la universidad cuatro años de pura teoría, sobre todo enfocada a la literatura occidental, y yo no he aplicado eso. A mí me gusta la literatura infantil por lo que he hecho por mi cuenta fuera de la academia”.

Las dos tienen la idea clara: si la literatura no funciona como dispositivo transformador, no sirve de nada. “La idea no es contarles lo que esos niños víctimas ya vivieron, sino buscar estrategias mediante la literatura que les permitan hacer catarsis de sus emociones, de sus sentimientos, de sus traumas. Un ejemplo de esos libros para niños que están en la misma línea de lo que queremos hacer es La profesora y la serpiente, de Yolanda Reyes, la historia de una comunidad que está atada a unos hilos y a la que, en su proceso de reinserción, esos hilos le permiten construir una memoria y, a partir de ahí, abrir una segunda posibilidad para empezar a vivir”, dice Laura.

Después reflexionan acerca de que los niños en Colombia pueden tener educación, pero que lo más importante es el alma. Y piensan en cómo curar eso. Me hablan de Suiza, que a pesar de tener una calidad de vida alta, también tiene índices de suicidio muy grandes. Me dicen que acá el gobierno y el modelo de educación del país no tienen en cuenta eso. “Nosotras en Ilona decimos que hacemos libros para niños de cero a 99 años. Y es porque creemos que la literatura infantil no tiene edad”, dice Laura.

La propuesta de la Economía Naranja del presidente colombiano Iván Duque las indigna. “Es muy dura para los emprendedores. El presidente decía que quienes se hayan constituido hace poco tenían el beneficio de no pagar impuestos durante siete años. Pero el requisito era que tuvieran un mínimo de 44.250 dólares de activos y al menos unos 12 o 15 empleados. ¿Qué emprendedor empieza así? Eso lo han aprovechado empresas grandes que se disuelven y se vuelven a constituir, pero no es realmente una oportunidad para quienes estamos empezando de cero. Es muy triste eso”, dicen.

Cuando les pregunté cómo están las finanzas de la editorial, no dudaron en responder que mal. “Esto es muy duro”, dicen, casi a coro. Para recuperar la inversión del tiraje de 600 libros de Margarita y las estrellas tendrá que pasar un año y medio. Lo publicaron hace cuatro meses y se ha vendido bien, pero sienten que les faltan cosas. A pesar de las dificultades, Laura y Noelia no se angustian, y dicen que van a seguir trabajando a su propio ritmo.


  1. Autores: Edinson Fierro (texto) y Lulo Febril (ilustraciones).