A fines de 2017 Tabaré Rivero se presentó junto con su banda en la cárcel de Punta de Rieles, pero el toque para los presidiarios quedó trunco porque se hizo en un patio al aire libre y después de la segunda canción se les vino una lluvia de proporciones bíblicas. De todos modos, en aquella oportunidad Rivero y sus compañeros se quedaron charlando con los presos. Al cantante siempre le pareció que la cárcel es un lugar al que hay que llevar algo; en su caso, lo que tiene más a mano, la música. “La cárcel es lo que la mayoría de la gente sabe: un infierno, no un lugar donde te encierran y la pasás bien, sino todo lo contrario”, dice.
El músico cuenta que hace años había varios fieles seguidores de su banda que habían estado mucho tiempo en la cárcel, y le contaban que allí había un grupo de gente que escuchaba a La Tabaré. “No es el caso de ahora, porque en el ex Comcar algunos conocían a la banda, pero en general no es la música que ellos escuchan”, acota Rivero, refiriéndose a la visita que hizo con su banda, a principios de febrero, a la Unidad 4 Santiago Vázquez (ex Comcar). Hace pocos días la banda publicó un corto en Youtube que registra parte de esa visita. En el material audiovisual se comprueba que algunos no conocen a La Tabaré, ya que al inicio se ve un divertido intercambio entre Rivero y un presidiario que lo confundió con el cantante de Guatusi.
La idea de realizar un toque en el ex Comcar surgió en un boliche, cuando Enzo Spadoni, trombonista del grupo, estaba junto con Rivero hablando con una psicóloga que trabaja en esa unidad penitenciaria. “¿Cuándo vamos a tocar en la cárcel?”, le preguntó, en broma, Rivero, al enterarse en dónde trabajaba. “Cuando quieran”, le contestó. “Así de simple fue cómo surgió. Aunque uno en un boliche conoce gente, se conversan cosas y al otro día todo desaparece, pero esto quedó en pie. Ella se entusiasmó con la idea de que fuéramos e hizo todos los trámites burocráticos, que no fueron fáciles, porque hubo que dar mucha vuelta para que nos autorizaran”, cuenta el cantante.
Por supuesto, a la hora de entrar a la cárcel, Rivero y compañía fueron revisados como todos los demás: les pasaron el escáner y tuvieron que dejar sus celulares –menos el cantante, que no usa–. Es más que obvio que al líder de La Tabaré eso no le gusta “nada”, pero en ese tipo de lugares no queda otra que acatar la revisada. “Además, fue muy raro porque hasta que no demostrabas que eras inocente, los policías te trataban con mucha frialdad; una vez que nos dijeron ‘adelante’, el trato fue muy diferente. Al principio no me gustó nada porque te aplicaban una frialdad jodida, pero después creo que hasta estaban felices de que fuéramos a tocar”, agrega.
Aquí se hace lo que se puede
“Estoy golpeado como aquel boxeador / que está nocaut, en la lona. / Yo también, y ese es mi error, / creerme que aquí se perdona”, cantaba Rivero en “El tacho de la basura”, uno de los tantos clásicos de la banda. Y, vaya casualidad –o no–, tocaron arriba del ring de boxeo del gimnasio que hay en el Polo Industrial de la cárcel, pero antes hicieron un recorrido por el lugar.
“Íbamos caminando por ahí y vimos a todos los tipos laburando, porque los hacen trabajar ocho horas, y además tienen tratamiento con psicólogos. Es un laburo interesante porque los preparan para salir. Dicen que el afuera es muy fuerte para ellos. Están deseando salir, pero cuando salen muchas veces quedan desconcertados, porque el afuera no los recibe bien y además las cosas van a otra velocidad, el ritmo de vida los apabulla”, señala Rivero.
El cantante cuenta que en el gimnasio los abrasó un calor “intolerable” pero igual metieron “una onda bárbara”. Y le gustó que los presos agradecieran la visita, aunque “seguramente no escucharan a La Tabaré en otro momento y quizás no la escuchen nunca más”; “los tipos tienen una necesidad impresionante de charlar con alguien, de comunicarse y de expresar lo que están sintiendo”.
Los músicos palparon esa necesidad luego del toque, cuando se sentaron a conversar con algunos presos. Ese intercambio de experiencias se muestra en buena parte del corto. Rivero agrega: “A nadie le gusta hablar de por qué está ahí, pero sí de lo que sintieron y cómo están arrepentidos. Tocar ahí me hizo sentir humano y un poco útil como músico. Porque, todo muy lindo, uno se pasa diciendo que socialmente esto sí o no, pero a la hora del laburo y de hacer algo útil, me voy a mi casa cómodamente y nada más; pero estar en contacto directo con el sufrimiento del flaco que está ahí adentro es otra cosa, y ellos lo hicieron notar en el agradecimiento”.
Computadora y guitarra
Hablando de encierros: Rivero está, como muchos músicos y civiles, aplicando el aislamiento voluntario por el coronavirus. Describe lo que siente como “incomodidad e incertidumbre”, y dice que no sabe “qué se esconde detrás de esto”: “Se puede esconder una guerra mundial o algo político que no estamos ni preparados para enterarnos, o que el virus sea mucho más fatal que lo que nos están diciendo. No se sabe nada. Es tan fuerte, tan raro y tan de película de ciencia ficción, que me agarra con una incertidumbre muy grande. Pero me quedo adentro de mi casa y no paso mal, tengo mi computadora y mi guitarra, no necesito más que eso”.
La pandemia agarró a la banda justo cuando está festejando los 35 años de carrera, y como Rivero no sabe si las medidas de emergencia sanitaria van a durar 20 días o 20 meses, la “incertidumbre es jodida”. Además, el cantante dice que a la mayoría del público de su banda a veces le cuesta pagar una entrada, así que hay que imaginar lo que pasaría si se quedan sin trabajo. Para terminar, el músico acota: “No sabemos cómo va a ser el futuro, ni del país ni del mundo, y menos que menos de La Tabaré. Pero si esto demora mucho más de un mes no me importa mucho el futuro de la banda, porque quizás habrá que rever todo, y no sé si la gente tendrá ganas de comprar un disco”.