Isla de Encanta es un programa de radio que conducen el periodista y escritor Nelson Barceló y el músico Pedro Dalton (Buenos Muchachos), con la participación del hermano de este último, Orlando Fernández (bajista de Buitres), que va por Emisora del Sur los sábados y domingos a las 18.00. Como es obvio entre melómanos, las canciones son las protagonistas del programa y se materializan girando en un vinilo pero también en vivo, con versiones despojadas –guitarra, voces y poco más, como si fuera un demo o un fogón– y algún invitado especial. Gracias a esto Isla de Encanta ahora también es un disco, editado en vinilo y disponible en Spotify.

“Canto otra vez tu canción y siento / la fragilidad del amor, el incendio”, cantan Mandrake Wolf y Dalton en el ya famoso estribillo de “De desesperados”, que abre el disco De (2008), firmado por Los Terapeutas, y también da el puntapié inicial de Isla de Encanta. Esta versión camina sola sobre una guitarra acústica, a diferencia de la original –rockera, de guitarras eléctricas densas– y justamente por eso la canción se vuelve cruda y con más alma, sobre todo en ese estribillo compartido por dos de las voces más barriobajeras y cascadas de la música nacional, que calza justo con la historia narrada, inspirada en El Príncipe, Gustavo Pena.

Obviamente, el orden de las canciones del disco está pensado para que sea una piña atrás de otra, porque luego del gran arranque viene “El indio negro que curó a Jesús”, original del disco Hotel Paradise (2014), de la banda homónima liderada por Nico Barcia (ex Chicos Eléctricos). Esta versión tiene un primer minuto a capela entra Dalton y Matías Singer (cantante de Los Nuevos Creyentes) que le da un tinte épico y demuestra el poder de una melodía simple pero pegadiza que carga una letra pintoresca: “Yo soy entre muchos / un ser especial, / capaz de que me fajen y resucitar. / Podés ensartarme con fierro en la cruz / aun cuando fui yo el que te dio la luz”.

Como no podía ser de otra manera, hay varias versiones de canciones de Buenos Muchachos, y quizá la más destacable sea “Jodidos heladeros”, una rareza de la primera época de la banda que es un cruce de referencias e influencias, siendo la más explícita la de “Ice Cream Man”, de Tom Waits. La edición en vinilo tiene como plus –además del formato palpable y el mejor sonido– unas extensas líneas de Barceló que diseccionan cada canción.

Foto del artículo 'La canción (no) sigue siendo la misma: dos discos de versiones de temas uruguayos'

Y ya que estamos con un disco de versiones: hace pocas semanas en Spotify apareció Árbol, un álbum de interpretaciones en clave de jazz a cargo de una banda liderada por el saxofonista Gonzalo Levin, con varios invitados, que en algunos casos tocan sus propias canciones. El disco había salido en formato físico en 2016 pero recién ahora está disponible en la plataforma de música por streaming más popular.

Los constructores de un sólido edificio de jazz, con todos sus recovecos armónicos y sus salidas improvisadas, son Martín Ibarra (guitarra), Martín Ibarburu (batería), Nacho Labrada (piano), Federico Righi (bajo), Benjamín Barreiro (saxo) y Federico Lazzarini (trompeta). Entre los invitados se destaca Hugo Fattoruso, que está en su salsa en “Hurry”, de su autoría, y Urbano Moraes, que pone voz a “Cuerpo y alma” y “Esa tristeza”, ambas de Eduardo Mateo, en versiones soberbias y expansivas, bien jazzeras.

“Por ejemplo”

Hay canciones que apenas salen se vuelven extremadamente masivas, como “Brindis por Pierrot”, de Jaime Roos, que fue un hit abrasador como la bomba de Hiroshima. Pero hay otras que arrancan más modestas y son como una buena guerra de guerrillas: te ganan por la insistencia del goteo, cual Frente Nacional de Liberación de Vietnam. Un gran ejemplo de eso es “Por ejemplo” –valga la redundancia–, la canción de Fernando Cabrera que grabó en vivo con Eduardo Mateo en el Teatro del Notariado, en abril de 1987, y vio la luz en el ya legendario disco de ambos.

Será por la melodía obsesiva de las estrofas –la misma nota una y otra vez–, por su variada progresión armónica y la tensión de las notas pedales que subyacen fantasmales y difieren de la tónica de cada acorde; por la letra definitiva de pérdida cabrerística, cargada de imágenes; por el estribillo de dos melodías contrapunteadas, pero lo cierto es que “Por ejemplo” se ganó un lugar en el top five ideal del repertorio de Cabrera y los últimos diez años ha tenido una avalancha de interpretaciones ajenas a las que se suman dos más, en los discos que estamos comentando.

Tanto la versión de Isla de Encanta como la de Árbol ya ganan puntos sólo porque ostentan el lujo de tener a Cabrera como protagonista. Sería injusto comparar ambas porque están en discos de conceptos opuestos –uno que quita arreglos y otro que suma–, así que basta con decir que la versión de Isla de Encanta es más íntima y sentida, aunque al final se torna gloriosa, cuando se abrazan las voces de Cabrera y Dalton; y la otra es avasalladora y virtuosa, pero en definitiva cada nueva versión recuerda lo inconmensurable que es esa gran canción.