A fines de 2019 consultó si había alguna fecha disponible para tocar en el teatro Solís lo antes posible. Sólo quedaba el jueves 19 de marzo. “Es mi cumpleaños”, contestó Rossana Taddei. “Por algo será”, le retrucaron. Aunque no es de esas personas que les dan trascendencia metafísica a las fechas, la alineación de los astros y todo eso, le dio para adelante, porque es una buena forma de festejar sus 51 años de vida y sus 35 de carrera musical.

Menos mal que no le da trascendencia, ya que gracias al famoso coronavirus, el show debió suspenderse, como casi todo. Pero Taddei no se olvida de que es una fecha especial, así que le va sacar jugo a la cuarentena: el jueves a las 21.00 dará un minishow desde su casa, que se transmitirá por sus páginas de Facebook e Instagram, con el formato del proyecto MINIMALmambo, junto con el baterista Gustavo Etchenique –que además es su compañero de vida–.

Si bien el motivo era festejar sus 35 años de carrera, en realidad el camino musical de Taddei empezó mucho antes, en las clases de música escolares en Lugano, la parte más tana de Suiza, donde vivió toda su infancia, y por eso, de vez en cuando, se escapan palabras italianas de su boca con el mismo swing natural con el que puede tocar y cantar algo funky o folclórico.

El toque se iba a basar mayormente en versiones despojadas de canciones de sus últimos dos discos, Semillas (2016) y Cuerpo eléctrico (2018), más algunas viejas y otras nuevísimas, a estrenar. También iba a haber una parte muy especial para recordar a su hermano Claudio, que falleció en agosto de 2019, pero obviamente eso no faltará en el minishow vía redes sociales.

Me da la sensación de que tu último disco, Cuerpo eléctrico, tuvo muy buena repercusión. ¿Cómo la tomaste?

Me acabo de enterar, y me alegro... Sí, he tenido buenas devoluciones. También fue un disco que activó al anterior; como que de ahí se disparaba Semillas y mutuamente hicieron una sinergia donde se pueden ver esos distintos géneros cohabitando un mismo espacio constante. Porque Semillas es muy de raíz folclórica, si bien el modo de abordarlo es medio alternativo, y Cuerpo eléctrico tiene una intención rockera o de energía un poco más tensa con las guitarras y todas las distorsiones. Juntos generan esta célula o concepto que es el que estamos trabajando ahora, pero es del que venimos siempre.

¿Era natural hacer un disco como Cuerpo eléctrico luego de Semillas?

Hizo un balance pero es natural, no hay un pienso muy consciente. Por ejemplo, ahora se están generando varios proyectos pero no sé de dónde salen, no hay una planificación muy consciente, de que yo me siente y diga: “Bueno, en el próximo disco voy a hacer...”. Va sucediendo de alguna manera. Cuerpo eléctrico fue así: había una necesidad de tocar esas canciones con ese formato; algunas ya habían nacido con un instrumento enchufado y distorsión.

Pero hay un descarte, un proceso intelectual.

Descarte hay, pero es muy natural. Y es intelectual, pero capaz que es más desde el inconsciente. Aunque también es intelectual, porque estoy constantemente ingresando material que después termina saliendo. Ahora estoy con un proyecto que estoy haciendo muy íntimamente, tranquila, pero también me está ayudando el exterior, porque voy pidiendo libros. Estoy investigando la poesía de las poetas ticinesas [del cantón del Ticino, región de la Suiza italiana], porque cuando hice el disco Tra cielo e terra [2010] trabajé con un libro que era sobre los 100 años de la poesía ticinesa y la mayoría de los poetas eran hombres. Había algunas mujeres, como Alfonsina Storni, que nació ahí, pero las otras que escribían en esa época lo hacían más bien sobre temáticas relacionadas con la iglesia, cosas que no me atraparon mucho como para musicalizar. Entonces, siempre me quedó como un debe: ¿dónde están? Y ahora que estoy investigando, aparecen por todas partes, y la gente me manda libros y todo. De a poquito estoy haciendo ese trabajo que sí, es mucho más consciente.

Como melómana civil, cuando querés distraerte, ¿qué escuchás? ¿Algo de moda, por ejemplo?

Al Cheche [Gustavo Etchenique] tocando la batería, todo el día. Es lo que más escucho.

¿Nunca lo sufrís?

No, me encanta; sufre él, porque yo me inspiro sobre eso y le canto cosas, a veces muy bonitas y a veces muy bizarras, que lo hacen abandonar, directamente. O hago mis vocalizaciones, practico sobre el tempo que él va marcando y me sirve muchísimo. Música de lo que está sonando no escucho, salvo que entre en un espacio público y esté sonando, y entonces ahí defino que realmente esa música no me interesa, salvo excepciones. Escuchamos la radio pública francesa, que la recomiendo enérgicamente, porque pasa de un estilo a otro en forma descomunal. También escuchamos bastante Babel. Yo soy de la radio.

¿No sos de poner un disco?

Soy muy fan de [Gustavo] Cerati, y tengo problemas: le canto al disco Fuerza natural [2009], por ejemplo. Enloquezco a todo el mundo. Y en mis playlist, que Cheche tampoco las comprende mucho, hay cosas de los 70, música italiana.

Ahora te vas a Suiza. ¿Qué te sigue tirando de allá?

La música siempre termina siendo la que lleva. Allá hay proyectos para continuar, hay un circuito al que todos los años vamos, y también vamos a continuar. Hay uno en París, con [Carlos] Pájaro Canzani y Cheche, y otro con cuatro colegas músicas, cada una con una nacionalidad distinta a la suiza, pero somos cuatro que estamos empezando a ensayar para mostrar algo nuevo. Lo ideó una siciliana-suiza que me invitó a mí, a una austríaca-suiza y a una mexicana-suiza, y las cuatro estamos construyendo un colectivo de mujeres músicas.

En Facebook contaste que una señora te preguntó por qué no cantabas tango, y que después te contactó un músico para que compusieras, justamente, una letra de tango. ¿Lo pensaste alguna vez?

Sí, porque me lo decían mis dos tíos queridos, por ejemplo, cuando yo era muy gurisa y en alguna reunión familiar se terminaba cantando tango. Mi madre tiene una voz impresionante y le gusta cantar tango. De hecho, en el teatro Solís, cuando presentamos Reunión [disco de 2015 que compila 30 años de su carrera], le pedí a ella si se animaba, porque nunca se había animado, y terminó cantando “Cambalache” desde la butaca, con el micrófono. Fue un momento increíble porque fue medio improvisado. O sea que esa idea está vibrando.

¿Pero sos de escuchar tango?

Poco. Una vuelta, con Leo Maslíah hicimos un espectáculo que nos propuso a mí y a Nico Mora, que era de tangos pero al revés, como “La última curda” [“La primera sobriedad”], “María”, “Nostalgias”, “Naranjo en flor”, todos con otras versiones, fue increíble. Me gusta abordar el tango pero desde un lugar alternativo, lo más alternativo que se pueda, porque tampoco lo podés mover mucho y es un territorio áspero como para jugar. De todos modos, grabé “Nostalgias”, que lo colgué y lo defendería hasta ahora; lo podría utilizar dentro de un posible proyecto porque me gustó cómo quedó, con Nico tocando una línea bien jazz y yo cantando como medio bluseado, cambiándole los finales. Pero me gustaría poder jugar con eso e investigar, capaz que buscando tangos de afuera, franceses o italianos. Es un proyecto que podría... No lo sé, pero es como te decía: no lo estoy pensando, me pasó.

El gran tema de cantar tangos es que, en la actualidad, muchas letras son bravas desde la perspectiva de la igualdad de género.

Sí, está salado, pero hay algunos... De hecho, “Nostalgias” funciona, “Naranjo en flor” habla en general: “Primero hay que saber sufrir”, está bueno, la vida misma. “Y al fin andar sin pensamiento”, que es como empezás a andar ahora, sin controlar mucho, sucede, y es re zen, eso también está bueno, funciona. Esa sabiduría deberían enseñarla en la escuela, así la gente vive mejor; arrancás ya de chiquito con “sea como sea”...

¿Qué te dejó la escuela de Suiza?

La formación musical básica que te dan, que se nota cuando pedís “a ver si cantan conmigo tal cosa” y la devolución es un desafine tremendo o está todo afinado. O sea, la comunidad que pasa por esa formación básica en la escuela pública tiene una afinación mejor, científicamente comprobada –me gusta cuando dicen eso–, porque es como aprender a leer y a escribir; es un lenguaje que si no lo enseñan cuando sos chico, después es más trabajoso.

Como andar en bicicleta.

Exacto. Pero se nota en eso. Y también nos enseñaban a respirar para cantar. Además, en la escuela hubo una cosa muy linda que se llamaba “dopo scuola”, cursos que hacías después del horario escolar. Yo me había anotado en yoga, porque me gustaba el tema de la flexibilidad; hice un año, entonces, tuve una cosa que después también te queda para siempre: es una “gimnasia” consciente, una forma de respirar que te controla emocionalmente. Y después todas las manualidades: bordar, coser, tejer, que lamento que se llamara “lavoro femminile”, pero hoy por hoy creo que mutó y me alegra que los varones también puedan aprender a tejer .

¿Qué cosas te hacen recordar a tu hermano?

La música es el nexo más directo; recuerdos anclados con las canciones. Por eso hay canciones de coautoría que yo las venía cantando siempre y otras que eran más de su territorio. Hay algunas de esas que no las podría cantar, y no las estoy pudiendo cantar justamente porque son marcadores de momentos. La vida y la música siempre están linkeadas. La música es como la banda sonora de un momento equis, y hay canciones que te transportan a ese lugar. Si vos escuchás una música de cuando tenías ocho años, capaz que se te resetea todo el cuerpo y tenés esa edad por esos tres minutos musicales.

¿Has podido escuchar canciones de Claudio?

En principio no, me costó mucho. Ahora un poco, lentamente. Es un lugar que directamente me asocia a la presencia ausente y a la ausente presencia.

¿Pensabas cantar alguna de él en el espectáculo del Solís?

Iba a hacer un pequeño momento de recuerdo, con canciones de coautoría y con una canción inédita pero que la canté mucho tiempo, que se llama “Si no estás a mi lado”. Y, en ese momento, alguien iba a subir al escenario. No voy a decir quién es.

¿Creés que hay algo después de la muerte?

Hay todo lo que había antes de la vida.

En Spotify

De Minas a París (Sóndor, 1989) • Tu luz violeta (Sóndor, 1995) • Taddei-Maslíah (con Leo Maslíah; Ayuí / Tacuabé, 1997) • Saliendo al sol (Ayuí, 2004) • Feliz (Acqua-Argentina, 2008-2009) • Sic transit (Ayuí, 2009) • Trovalina (con Samantha Navarro y Eli-u Pena; Perro Andaluz, 2015) • Semillas (Bizarro Records, 2016) • Cuerpo eléctrico (2018)