Hace más de una década que el cuarteto integrado por Matías Rodríguez, Francisco Stareczek, Pablo Paio Piñeyro y Santiago Martínez decidió pasar de ser un proyecto de estudio y exploración musical a una propuesta escénica. En aquel entonces la motivación que justificaba el encuentro eran las versiones milongueras del grupo de rock vasco español Extremoduro. Esa inquietud y rareza para la escena local dio lugar al disco debut de 2012 que documenta, como si se tratara de una tesis de aquellas exploraciones, las canciones de la banda ibérica pasadas por el filtro del género criollo; la coronación de esta etapa se dio en 2014, cuando fueron teloneros de sus inspiradores en el Teatro de Verano.
Con un lustro, un disco y mucho camino recorrido, Milongas Extremas dio un viraje a su propuesta y en 2016 editó Temprano, un álbum con canciones propias, que incluía la versión del clásico “De no olvidar”, de Lucio Muniz, popularizado por Alfredo Zitarrosa, siempre con la lírica y la pose de los españoles como impulso. Para este trabajo invitaron a participar en la canción “Como quieras” al guitarrista Iñaki Antón, miembro de Extremoduro, entre otros proyectos. Y tres años después el músico se encargó de producir el tercer álbum de estudio del cuarteto, sembrado en Montevideo y cosechado en el estudio del vasco (en Bilbao), que hoy florece en todo el mundo por medio de las plataformas digitales.
Suena un acorde mayor y abierto; es el comienzo de “El mismo cielo” y de “Cuídame”, la canción que adelantaron y que coincidió, casi como una premonición, con el decreto de emergencia sanitaria en Uruguay. Seguido a ese acorde primigenio, Pablo Piñeyro canta: “Cuídame que el viento es tiempo / cuídame que estoy sintiendo / cuídame que el viento pega / y fácil me puedo romper”. Esta milonga urbana adelanta el tono del disco, grabado en el corazón de Extremoduro, aunque tal vez sea el que más se aleja de su sonido. El mismo cielo muestra que en esta oportunidad no se limitaron a las cuatro guitarras sino que se presentan acompañados, ya que, como señala Martínez, “para este disco se respetó mucho más la intención de cada composición, y por eso no hubo ningún tapujo en poner una batería cuando la canción lo pedía“. Además del productor, en el disco participan el baterista Gino Pavone, la cantante María Cebolleta y el bajista Jokin Salaverría.
Para este trabajo partieron de una veintena de temas, y fue Antón quien seleccionó las nueve editadas. Según Martínez, “eligió, quizá, lo más representativo de cada uno, o un amplio espectro en ritmos”. Si bien la milonga vertebra toda la obra, no hay purezas, y las estructuras se reconocen pero para salirse de ellas. A “Cuídame” le sigue “El grito”, una canción con aires de gato que podría integrar el repertorio del argentino Daniel Melingo, y a continuación “Cocos”, que parte de una base de percusión en la que se evidencia la mano del productor, y en que hacia el final emerge una guitarra eléctrica que expone al corazón rockero que late en el cuarteto.
En “La sal” predominan los tonos menores que remiten a Daniel Viglietti; todo el milongueo y el canto de Stareczek están adosados a cierta tristeza de otro tiempo y contiene los versos que dan título al disco: “Mira el cielo que está ahí / mira el cielo y piensa / ¿Será el mismo cielo?”. Sigue la bellísima “Papá”, que ya integraba el repertorio del conjunto y que en esta versión adquiere un notorio color ciudadano con la inclusión de bajo y batería. “Tenerte cerca”, otro de los vértices rockeros del álbum, es el punto más cercano a la galaxia extremodura. “Fui una fiesta y desperté / en la casa de un rufián / no puedo ponerme en pie / y no hay café para tomar”, relata Martínez con la impronta de discos anteriores.
En los últimos tres surcos el cuarteto da muestras de la ductilidad de esta pequeña orquesta de milongas. En “La tibieza”, Rodríguez canta: “Mi alma partió / a descifrar al viento / de la emoción / Salir del nido / hacia el misterio / de cuestionarlo todo”. De alguna manera estos versos de viaje íntimo y vital describen también el derrotero del proyecto musical. “Incendio” es la única canción ajena al grupo, autoría de Agustín Silvera; el pulso remite a un rasguido doble al estilo de Zitarrosa, como en la reconocida “Qué pena”. El larga duración cierra con “La mejor parte”, otra de las canciones que ya integraban las listas de los conciertos y que da cuenta de una tradición contrapuntística cuyos afluentes llega hasta las guitarras de Amalia de la Vega.
Hace rato que Milongas Extremas forma parte de la flota que rescata el sonido de la ciudad y la región para impulsarlo a nuevas costas y sin quedarse anclado en la tradición; allí están el Cuarteto Ricacosa, Alejandro Balbis o Maia Castro, por nombrar algunos de los galeones cercanos. Como aseguran en la gacetilla promocional, “El linaje de Extremoduro está presente tanto en lo arreglístico como en las letras, pero hay intenciones de sonidos latinoamericanos y de cruzar sonidos. Algo de lo que hacen Jaime Roos o Caetano Veloso”.
En El mismo cielo el aporte de Antón revitaliza el ya de por sí irreverente estilo, pero sin borrar los cimientos. Más allá de los ropajes con que se vista cada canción, en todas sobresalen las guitarras y las voces acompasadas, producto de más de diez años de fogones y escenarios. La alternancia en la voz líder, tal como sucedía con Los Que Iban Cantando, hace que no haya tiempo para el tedio, puesto que en cada surco nos sorprende un nuevo timbre, como si se tratara de un compilado de cantores que nunca pierde la unidad.
Si bien el punto de partida sigue siendo la banda europea, es difícil saber hasta dónde pueden llegar estos bucaneros del 6x8. Hace un año Rodríguez reconocía a la diaria: “Exploramos los márgenes de la milonga, que hay que saberlos para romperlos y así ir para otro lado. Todavía estamos en eso, y vamos a estar hasta que dejemos de tocar la guitarra, pero no creo que lo dejemos de hacer, es infinito”.
El mismo cielo, de Milongas Extremas. Montevideo Music Group. En Youtube, Spotify, Itunes y otras plataformas digitales.