¿En qué consiste y por qué se colecciona? ¿Cómo circulan las obras de arte? ¿Cuáles fueron las primeras galerías en Uruguay? ¿Cómo contribuyen las colecciones privadas al acervo de los museos y archivos estatales uruguayos? ¿Qué factores inciden en la valoración y legitimación de los artistas? Estas son algunas de las preguntas que resuenan a lo largo del libro El coleccionista: Fernando García y su legado al Estado uruguayo.

El texto de Carolina Porley se desprende de su tesis final de maestría en Historia, Arte y Patrimonio de la Universidad de Montevideo, en la que propone un análisis histórico, de gran minuciosidad, sobre la colección de arte de Fernando García (1887-1945), un coleccionista, comerciante y banquero uruguayo. Estimulando una lectura sencilla y agradable, presenta con claridad conceptos teóricos importantes para la comprensión del mercado del arte, al mismo tiempo que brinda un panorama de la escena cultural en Uruguay a principios del siglo XX. Si bien su análisis se centra en la figura de García, también sirve de excusa para desentrañar las complejas redes que se tejen en el mundo del arte, o más bien del sistema del arte, ya que en reiteradas ocasiones la autora toma conceptos del sociólogo francés Pierre Bourdieu.

El trabajo se estructura en cinco capítulos, que si bien son secuenciales se pueden leer salteados. El primero se dedica a trazar la biografía de García, adentrándose en todos los vínculos familiares, comerciales, políticos y culturales que cultivó el empresario. El segundo se centra en su legado, la escritura de su testamento y su incesante búsqueda por trascender, por medio de significativas donaciones de valor histórico, artístico y cultural al Estado uruguayo. El tercero ubica al coleccionista en el panorama cultural entre 1920 y 1940, momento en que formó su colección, señalando sus relaciones con referentes de la época, entre ellos Horacio Arredondo de Navas, José María Fernández Saldaña, Alejandro Gallinal y Pedro M Castelli, así como destaca la incidencia que tuvieron en el escenario cultural ciertas instituciones, como la Sociedad de Amigos de la Arqueología, la Sociedad de Arquitectos del Uruguay, la Comisión del Centenario y la Comisión Nacional de Bellas Artes. Los últimos capítulos se centran en la colección de arte en sí, analizando las incidencias hispánicas en el coleccionismo de la época en el Río de la Plata, presentando los principales espacios de circulación de arte y comparando a García con otros coleccionistas coetáneos. Por último, se analiza la pinacoteca que reunió de Juan Manual Blanes, la mayor colección del artista que ha existido (152 piezas), y cómo fue rastreando y adquiriendo cada obra.

En su vida, García no sólo coleccionó obras de arte (óleos, fotografías, dibujos y grabados), sino también carruajes, mates de plata, armas y armaduras, monedas, relojes y cajas de música. La gran mayoría de estos bienes fueron legados por testamento al Estado uruguayo; la pinacoteca, junto a todos los documentos correspondientes a la adquisición y trazabilidad de las obras, fue donada al entonces Museo de Bellas Artes, actual Museo Nacional de Artes Visuales. A su vez, algunas de sus propiedades, carruajes, mates, mobiliario y demás objetos quedaron a disposición de la municipalidad de Montevideo.

En cuanto a su pinacoteca, estaba compuesta mayormente por arte uruguayo ‒220 obras de un total de 345‒, seguido por arte europeo, con una marcada supremacía del arte español. La colección seguía una línea iconográfica, donde lo importante eran los temas ilustrados: entre sus predilectos se encontraban las escenas históricas (Blanes, Diógenes Hequet, Vicente Puig), el costumbrismo (Pedro Figari, Rafael Barradas, Enrique Castells) y las marinas (Manuel Larravide, Eduardo de Martino).

Si bien la mayoría de sus colecciones permanecen en la órbita del Estado y están dispuestas para su exposición y público disfrute –uno de los intereses principales del legatario–, no son reconocidas como tales, ya que no recibieron la atención que él hubiera deseado ni cumplieron con las condiciones que estipulaba en su testamento, como el nombramiento de una sala del museo en su honor. En este sentido, este filántropo apatriciado buscaba la trascendencia de su nombre y legado en la conformación del espíritu cultural nacional, y mediante el coleccionismo y su consecuente donación al Estado buscaba la inmortalización de su figura, pero terminó en el olvido.

En definitiva, el libro traza un justo retrato de Fernando García, con sus luces y sombras, a la vez que problematiza y arroja preguntas sobre la historia del coleccionismo en Uruguay, la conformación de un canon del arte uruguayo, y cómo han incidido en él los coleccionistas, ya que gran parte del acervo de los museos estatales responde a donaciones de coleccionistas privados y a donaciones de artistas o familiares de artistas.

El coleccionista: Fernando García y su legado al Estado uruguayo. De Carolina Porley. Montevideo, Estuario, 2019. 448 páginas.