Lalo Barrubia (Montevideo, 1970) es poeta, novelista y performer. Participó de la escena underground montevideana de los 80 y es considerada por muchos una artista de culto. Desde 2001 reside en Suecia, donde muchas veces organiza festivales poéticos y continúa presentando sus performances. También viaja frecuentemente a Montevideo, donde publica y presenta libros. La entrevistamos mediante mensajes de audio a propósito de su trabajo como traductora de Blanco de Blanco, de Athena Farrokhzad, publicado recientemente en Montevideo por Yaugurú.

No hay mucho material sobre Athena Farrokhzad en castellano, y no es muy conocida por el público de aquí. ¿Podrías contarnos algo de ella?

Es una mujer muy interesante; Blanco de blanco, que fue el título que elegimos para la traducción, es su libro debut. Tuvo muy buena recepción y muy buenas críticas. Luego publicó dos libros más, que no conozco. A su vez es una persona que ha tenido una actitud pública muy política, siempre está presentando ideas y dando entrevistas. Muy crítica del sistema, de las problemáticas sociales. También de temas como el feminismo y la posición de las mujeres en la sociedad; se ha expresado públicamente sobre esas cosas de forma muy radical. Ha hecho muchas obras para radio y podcasts, que luego se han llevado al teatro, sobre temas relacionados con la identidad, como los que se tratan en el libro. Esta es una actitud muy poco común en el ambiente de la poesía sueca, donde, más allá de que mucha gente puede tener posturas de izquierda o radicales, es poco común que tengan una visibilidad pública.

¿Cuáles son las principales dificultades de traducir del sueco al castellano, y cómo se manifestaron en el caso particular de Blanco de blanco?

Una de las principales es que el sueco es una lengua muy concisa, donde los conceptos se cierran y las palabras se unen. Por lo tanto, tenés palabras que si bien pueden tener 13 o 14 letras (y no siempre, a veces son más cortas), son una palabra sola que puede incluir tres conceptos. Tiene que ver con el uso del genitivo, que a veces une las palabras o a veces quedan dos. Traducir eso al castellano en general lleva tres o cuatro palabras, más preposiciones y artículos, porque además los artículos en sueco muchas veces se unen a la palabra, o simplemente desaparecen. Cuando hablás en genérico, por ejemplo, cuando decimos “el mundo”, “la historia”, no hay artículos. Lo que sucede entonces es que quedan versos asombrosamente largos y conceptos hiperdesarrollados, cuando el original, a nivel de sonido, es una cosa muy simple, cuya complejidad es interpretativa.

Eso se manifestó como una dificultad particular en este caso, porque la lengua es una de las protagonistas del texto, entonces, hablar de la lengua en otra lengua es un desafío muy importante, porque estás intentando manifestar algo que la misma lengua te va diciendo. No perder ese ritmo de “esto está dicho así porque yo soy esta” o porque el personaje es este, porque esto está dicho en sueco, en esta lengua y de esta forma, fue una de las cosas más difíciles, a nivel teórico, sobre cómo encarar la traducción.

En general, quienes traducen poesía suelen ser también poetas, normalmente en el sentido de tener una producción poética propia, y si no es así, ya el hecho de recrear el texto en otra lengua es un trabajo poético. ¿Hay algo de vos y de tu propio lenguaje poético en la traducción?

Yo diría que no, al menos no es lo que intento; se puede tener otras interpretaciones sobre el tema, también es posible. Seguramente hay otras posibles traducciones. Pero básicamente la intención, el trabajo poético, la ventaja de ser un poeta, de tener una relación poética con el lenguaje, es, en este caso, las herramientas que se tienen y la capacidad de expresar cosas de la forma más exacta posible. Pero básicamente me parece que el ejercicio de la traducción consiste en intentar ser la voz de otro. En este caso era bastante sencillo porque todo el texto está compuesto de sentencias, que hay que separar y luego unir. El ejercicio es encontrar la idea y pasarla al castellano en la mejor versión posible desde esa voz que está hablando, y tratar de ser esa voz. Lo que obviamente está presente, creo, es el sentido estético de la lengua, cuando uno tiene dos opciones más o menos similares y dice “esta queda mucho mejor”. Eso dependiendo de que el texto en sueco sea lindo, porque si bien es un texto hermoso, en algunos casos la hermosura está basada en cortes abruptos y cosas así. Eso hay que tratar de no suavizarlo, sino mantener esa estética en castellano. Sí, obviamente hay opciones que tienen que ver con decir “acá suena bello, acá se parece a la belleza que tiene en sueco”, y esa es una opción personal.

Una pregunta clásica: ¿es posible traducir poesía?

Yo creo que sí. Siempre la traducción es una traducción, no es el texto original, pero como no todos acceden a leer el texto original, es bueno que se hagan traducciones. Interpretadas como traducciones, ese es su valor. Es posible hacer una versión del mismo texto en otra lengua. Al mismo tiempo, yo no traduzco cualquier cosa, lo cual no quiere decir que otras personas no sean capaces de hacerlo, pero me parece que hay textos que son difíciles de traducir, cercanos a lo imposible. O que no tiene sentido traducirlos, porque cambiarían tanto que perderían su esencia. Pero no creo que sea así específicamente por ser poesía. Eso depende más bien de lo que tú estás leyendo, y yo cuando leo poesía sueca, en general, cuando algo me gusta, siempre hago una segunda lectura en la que me pregunto si es posible traducirlo. Luego de esta primera evaluación, tengo una lista de cosas que en algún momento iré intentando traducir. Con otras cosas me pasa que, si bien no quiero declararlas imposibles de traducir, lo considero una tarea que a mí no me apetece, me parece ingrata, me parece que no se va a llegar al espíritu de lo que es. Pero en principio creo que sí es posible traducir poesía.