Ególatra, manipulador, jesuita rojo. Así fue Fidel Castro según Loris Zanatta, un autor italiano experto en exorcizar populismos. No es demasiado nuevo decir que tuvo esos tres componentes en distintas proporciones, pero fue mucho más que eso y, sobre todo, no estuvo solo en la construcción de ese proceso político y social único que se conoce como Revolución cubana.

De ágil lectura, este enésimo ensayo biográfico acerca del líder cubano se justifica, según Zanatta, en el supuesto hallazgo de un enfoque propio. Pero por más que se presente como una tesis original, Fidel Castro, el último rey católico apenas construye una variante a partir de un lugar común: el comunismo como religión. Tan convencido está el historiador de que tiene entre manos un descubrimiento, que termina arruinando su eureka y produciendo una obra repetitiva. Tras un inicio prometedor, se desmorona página tras página y se empantana en una analogía religiosa tras otra.

Desde sus primeros años hasta la toma y el ejercicio del poder, el Castro de Zanatta es un arribista inescrupuloso. Con un pensamiento casi falangista se va abriendo camino a los codazos y se sostiene en base al engaño. Parece una figura gangsteril que se desplaza en un terreno en el que no existe otra cosa que víctimas o cretinos útiles. Las llagas de las heridas de la infancia y adolescencia son el combustible del resentimiento, la ideología es apenas un ropaje que el lobo se ciñe a conveniencia. El sedimento social de la Cuba anterior a 1959 y las contradicciones de clase son asuntos en los que el autor no entiende necesario profundizar demasiado. Tampoco es muy hábil en el momento de valorar el peso de los hechos: aunque utiliza decenas de las 500 páginas en su esfuerzo por calzarle a Castro la sotana, usa escasa página y media para la victoria sobre la invasión de Playa Girón sostenida por la CIA, y menos de una para denostar la campaña de alfabetización.

A pesar del simplismo unidireccional que le imprime al desarrollo de su libro, Zanatta empieza planteando, con acierto, que la formación jesuita de Castro, sumada a la raíz hispánica de la espiritualidad cubana, actuaron como terreno fértil para que retoñara el socialismo en la isla. Esa idea, que no es nueva, se vuelve una obsesión para un autor que, además de olvidar sincretismos varios, ni siquiera la pone suficientemente en contexto con la dialéctica que encendía la interna católica de esos años (y que daría como producto más visible, pero no exclusivo, la teología de la liberación).

Poco entusiasta de las categorías de “izquierda-derecha”, Zanatta intenta desarrollar una línea argumental secundaria que volvería a Castro una especie de Juan Domingo Perón del trópico. El Che, dice, sería su Evita.

Tomando el atajo del origen protosocialista de Benito Mussolini y de cierta pátina antimoderna del franquismo que habría estado en el amnio de la acción estudiantil del joven Castro, Zanatta quiere hacer pasar por análisis historiográfico la opinión barata de que el accionar de Fidel siguió teniendo puntos de contacto con el fascismo. Así, pone en un plano de igualdad, en una sola frase, títulos de liderazgo tan disímiles como el de “Duce” y el de “Caballo”. Parece ignorar -pero dada su formación no puede ignorarlo- que el primero es un rango militar derivado de las aristocracias norditalianas, rango que Mussolini volvió menos democrático todavía, mientras que “Caballo” es una voz popular que surge del lado opuesto de la gallera.

¿En qué se basa? En todo y en nada. Las citas exigen del lector un acto de fe. Zanatta favorece el fluir de su prosa poniendo una única nota al final de cada párrafo, con la cual remite a un conjunto de libros que apuntalan las ideas o los hechos que el párrafo expone. Esto, que la lectura agradece, plantea el problema de encontrar dónde está la fuente concreta de cada afirmación.

Es tan poco sólido en algunos momentos -aunque en otros chispea con brillo- que resulta superado incluso por obras de ficción bien documentadas, como El fantasma de Harlot (2003), de Norman Mailer. Es que Mailer entiende mejor -y antes- a Castro. En un segmento de su novela hay un Fidel Castro cuyo liderazgo tiene al cristianismo esencial como una parte de su andamiaje de sustentación, y dice Mailer -al pasar, porque es obvio- que la base y raíz de este andamio es la larga tradición hispánica de la sociedad cubana.

Para tomar la ironía del tiempo de nuestras abuelas que inspira el título de esta nota, la “noticia” que pretende contextualizar el libro de Zanatta no es falsa porque no sea cierta -el marxismo tiene un nexo innegable con el ethos del cristianismo primitivo, y la amalgama, en el caso de Fidel, está en su raíz católica hispánica-, sino porque es falso que pueda entenderse tan aislada de los otros componentes de la realidad histórica, económica y social.

Hay un Fidel monje-rojo, sí, como enfatiza Zanatta, pero también está el Fidel de la Cuba sincrética, el Fidel de la sangre compartida, el Fidel de la síntesis de las contradicciones de la dependencia, el Fidel conductor que también es conducido por fuerzas colectivas que no desató solo.

Fidel Castro, el último rey católico. De Loris Zanatta. España, Edhasa, 2021, 528 páginas. Traducción: Diego Bigongiari.