El viernes 5 de noviembre, millones de brasileñas y brasileños se pararon frente a las pantallas para acompañar, minuto a minuto, el desenlace de un accidente aéreo en la región de la sierra de Caratinga, interior del estado de Minas Gerais. La aeronave chocó con cables de alta tensión conectados a una torre de transmisión de energía. Cerca de las 18.00, el cuerpo de bomberos confirmaba que el choque había sido fatal para los cinco tripulantes, entre los cuales estaba la dueña de una de las voces más relevantes de la música brasileña en la actualidad, la cantante Marília Mendonça. A bordo se encontraban también su productor y su tío (que también fue su asesor), además del piloto y el copiloto.
Ícono de un movimiento reciente en la música brasileña conocido como “feminejo” (neologismo creado a partir de las palabras “feminismo” y “sertanejo”, un género musical muy popular en todo Brasil), en el que las mujeres son las protagonistas, Marília arrastraba multitudes. Antes de lanzarse como cantante, sus letras ya eran famosas en la voz de varios artistas del género sertanejo. Nacida en el interior del estado de Goiás, a temprana edad comenzó a componer y a los 14 años firmó su primer contrato como compositora. En 2016 grabó su primer disco y, desde entonces, sus canciones no abandonaron el tope de las listas en las plataformas de música en streaming. Con 22 años de edad y seis de carrera artística, ya era la intérprete más escuchada en Brasil.
Feminejo y la reinvención de un género musical
Equivalente brasileño de la música country, el sertanejo empezó a consolidarse como género musical a partir de la década del 70. Descendiente de la música caipira, que tiene a la guitarra criolla como su principal instrumento, con letras sobre el medio rural y la vida en el campo, el sertanejo incorpora elementos de otros estilos como el pop, la balada y el bolero, y sus letras se transportan a un contexto más urbano.
Entre las décadas del 80 y el 90, las canciones sertanejas tenían como principales temáticas el rescate de las tradiciones vinculadas al agro y las desilusiones amorosas. Con raras excepciones, como Irmãs Galvão y Roberta Miranda, el rol de intérprete era casi siempre masculino. Pasados más de 20 años, acompañando los cambios sociales y las discusiones sobre los roles cumplidos por la mujer en la sociedad, el escenario de la música sertaneja empezó a sumar otros rostros, y sus canciones, otras temáticas.
Si bien desde 2005 ya surgían nombres como Paula Fernandes y Cecília, de la dupla María Cecília e Rodolfo, fue recién a partir de 2016 que el feminejo ganó impulso, fenómeno que tuvo en Mendonça a su principal exponente. La cantante pasó a ser conocida como la reina de la sofrência, palabra que vendría a ser la fusión de “sufrimiento” y “carencia”, por el hecho de cantar sobre rupturas y desengaños. Pero, además de escribir e interpretar historias de desamores, sus letras hablan del lugar ocupado por la mujer, de relacionas abusivas, de autoestima y de la amistad entre mujeres. En hits como “A culpa é dele”, cuenta la historia del novio que la traicionó con una amiga, pero en la letra el mensaje es claro: “Quien estaba conmigo era él, la culpa es de él [...] no voy a dejar de ser tu amiga por un cualquiera que no respeta a una mujer”. En “Você não manda em mim” el relato habla de una relación abusiva: “Saca tus manos de mí, cuando te conocí no eras así, no te debo explicaciones de nada, no tengo miedo de tus amenazas, para ti son sólo celos, pero eso es una enfermedad y no lo asumís, tu amor está mal acostumbrado a gritar y prohibir”. Canciones que conectaron rápidamente con el público y le rindieron una legión de fanáticos.
Además de Mendonça, son representantes del movimiento cantantes como Naiara Azevedo, Paula Mattos, Lauana Prado, y duplas como Maiara e Maraisa y Simone e Simaria. El punto de conexión entre ellas son las letras que abordan a las mujeres como protagonistas de su propia historia, que las sacan de los lugares que, hasta entonces, habían sido retratados por el sertanejo: por un lado, el lugar idealizado de la doncella pasiva a la espera del amor romántico; por otro, la ingrata o traicionera.
El feminejo, sin pretensiones declaradas, enfrenta la lógica del mercado sertanejo, al igual que tantos otros, predominantemente masculino. Trae la potencia de canciones escritas e interpretadas por mujeres, que hablan de relaciones casuales, de libertad sexual y del goce femenino, aún hoy en día tan apagado y silenciado. Saca a la mujer del pedestal de la fragilidad y la ubica en posiciones de deseo y decisión.
Machismo y gordofobia hasta después de la muerte
En el obituario de Folha de São Paulo, unos de los principales periódicos de Brasil, el columnista Gustavo Alonso la describió como una mujer “gordita que peleaba con la balanza”. Sentenció que una de las características de su trayectoria era la relación que tenía con su cuerpo y las dietas que hacía para, según él, “resultar más atractiva al mercado”. En un programa dominical en TV Globo, principal emisora de televisión del país, el presentador Luciano Huck, al recordar que pocos días atrás había recibido en el programa a la cantante, junto a Maiara y Maraisa, afirmó que “sólo la mitad de cada una vino al escenario, porque estaban todas delgadísimas”. Declaraciones y comentarios que desnudan una vez más la violencia de una sociedad patriarcal que apunta con naturalidad e impunidad hacia los cuerpos femeninos, imponiendo patrones de belleza, haciendo que hasta un ícono de la música brasileña sea reducido a su peso.
Mendonça pagó el costo de ser una mujer pública en una sociedad machista y en industrias tan misóginas como la de la música y el entretenimiento. En enero de este año había declarado en sus redes sociales: “Me faltan el respeto desde que me entiendo por Marília Mendonça. Gorda, fea, mal vestida, no me duele más porque fui lo suficientemente fuerte para que no matasen mis sueños”.
Legado para la música brasileña
En 2019 Marilia Mendonça conquistó un Grammy Latino al mejor álbum sertanejo por su disco Todos os cantos. En 2020, año en que, como alternativa a la reclusión por la pandemia, se popularizaron las transmisiones en vivo de artistas en Instagram y Youtube, obtuvo la transmisión más vista del mundo con 3,31 millones de visualizaciones simultáneas, superando a artistas como Andrea Bocelli y el fenómeno juvenil surcoreano BTS. En ese live recaudó 422.000 reales en donaciones para un programa social de distribución de alimentos. Según datos del Escritorio Central de Recaudación y Distribución de Derechos Autorales, la artista tiene 324 composiciones registradas a su nombre y siete discos grabados, entre proyectos como solista y colaboraciones con otros artistas. En Spotify acumula más de ocho millones de oyentes mensuales; en Instagram 40 millones de seguidores la acompañaban.
La naturalidad con la que transmitía sus mensajes se debió, tal vez, a que Mendonça escribía sobre sí y sobre lo que veía a su alrededor. Cantaba sobre cosas simples que aún hoy día son vinculadas con los hombres y mal vistas para las mujeres, como los bares, la noche y la libertad sexual. Hablaba además de lo real e imperfecto de las relaciones: de los amores que no salieron adelante, de la falta de responsabilidad afectiva y de la angustia causada por el rechazo.
En una época en la que posicionarse políticamente puede generar grandes impactos en la imagen de un artista, no tuvo miedo de hacerlo contra los discursos misóginos de Bolsonaro y unirse al movimiento de mujeres “#EleNão” (él no). En una transmisión en vivo desde su Instagram, antes de las elecciones de 2018, declaró: “No necesitamos ese retroceso. Soy una mujer que peleó mucho junto a otras mujeres dentro del sertanejo para quebrar todo tipo de prejuicio dentro de un mercado completamente machista y, con certeza, Marilia Mendonça es #EleNão”. Después de esa declaración sufrió muchos ataques en las redes sociales y amenazas por parte de grupos bolsonaristas. Aun así, en tiempos en que todo tiende a polarizarse, Mendonça tendía puentes, dialogaba con todos los públicos, logró en muchas oportunidades unir al país y abrió muchas puertas para otras mujeres en el género.
Además del talento para la música, ganó el reconocimiento del público y de sus pares por su manera generosa, simple y directa de ser. A raíz del anuncio de su trágica muerte, centenares de artistas, deportistas y políticos, desde Lula a Bolsonaro, salieron a declarar admiración por la trayectoria de la cantante y lamentaron su temprana partida. Más allá de los números, deja un legado para la música brasileña. Hoy ya no es posible para las agencias de artistas sertanejos dejar a las mujeres fuera de su reparto; “de las 15 o 20 agencias de sertanejo en Brasil, ya ninguno no tiene una mujer en su casting, ese también es un legado dejado por Marília Mendonça”, comentó el periodista especializado en música sertaneja André Piunti, en una edición especial del podcast Isso é fantástico.
La captura comercial del feminismo y de los discursos de emancipación de la mujer por la industria cultural puede y debe ser discutida, pero no debería opacar el hecho de que Mendonça y la generación de mujeres que componen el feminejo representan un cambio importante en este nicho y rompen barreras. Marília Mendonça logró llegar a muchas mujeres que no serían de otra manera impulsadas por un discurso emancipatorio. Sus pasos ayudaron a cimentar un camino para el cual ya no hay vuelta atrás, y aunque su voz haya callado prematuramente, sin dudas su mensaje seguirá vivo.