Como en el comienzo de Terraja (1998) –con “Criminal”, “Guacho”, y “Mal de la cabeza” –, Serial, el flamante disco de El Peyote Asesino, sorprende con la misma potencia de arribo. Viejos y nuevos fans pueden quedarse tranquilos con un digno regreso oficial de la banda de Fernando Santullo, Carlos Casacuberta y Juan Campodónico.
“Flor de gil” es el track uno de este disco de la banda, el tercero en dos décadas largas. Se escucha al segundo la marca intacta de un riff hijo de Page Hamilton (Helmet) y el fraseo de Santullo con la panza afuera, comiendo orejas sobre césped artificial alquilado, el capítulo más lógico para un envejecido y olvidado L-Mental: “Ya no le creo al botón que me marca el final del recreo”, afirma, y en el pegadizo estribillo, vocifera “yo solo juego p’al cuadro, tengo diploma de otario, vení tapame con diario”.
Hay mucho espacio sonoro en los puentes de las canciones, hacia todos los costados los antiguos puñetazos dejan lugar al desconcierto o a la reflexión –o perplejidad– que provoca lo que ya no está, o no puede reconocerse como alguna vez. “No te peines más que la foto chica y vos no estás”, canta una voz nueva en el track dos, el vuelo más alto del disco; el relato lírico y musical va de la mano con armonía, sin perder la brutalidad juguetona de las primeras canciones de El Peyote, y con una capa de chiches nuevos de producción utilizados con gran astucia.
“La tumba de los Crá” es el sello final para aprobar esta vuelta al mundillo de los cuarentones de la generación X, más o menos el mismo que el de los cincuentones de dictadura/democracia, de toda la masa rockera pasada de moda que se crió con discos compactos y MTV, y el de sus hijos que los descubrieron en internet, o en sus amagues en vivo de los últimos años.
El checklist se puede hacer con rapidez: buenas guitarras, paranoia, hostilidad y espanto en la poesía de Santullo, bajo y batería de raíz funk y heavy noventero, deformidad y arraigo folclórico en los versos de Casacuberta, sólida y precisa producción. Lo último, el ritmo construido con ese mejunje, que de inmediato provoca en el organismo muchas ganas de darse un golpe en la cabeza contra una columna de alumbrado público.
Esto es rock pesado, parte de una supuesta vuelta del más prometedor de los movimientos musicales, o un pedazo de mármol de una preciosa casa de la calle Uruguay en eterno peligro de derrumbe, con una gárgola aburrida de ver pasar inversores y apenas conmovida por el mundo en llamas a su alrededor.
Producido por su prestigioso guitarrista Juan Campodónico, el grupo, después de mucho buscar, encontró la tensión que alguna vez los unió en un estudio. Serial fue grabado y mezclado por Julio Berta, y masterizado por Ted Jensen, con chapa por sus trabajos con Eagles, Green Day y Norah Jones. Para esta ocasión de registro, además de Fernando Santullo (voz), Carlos Casacuberta (voz y guitarra), PP Canedo (batería) y Daniel Benia (en bajo), también participaron Matías Rada (guitarras) y Bruno Tortorella (voz y teclados).
Hay un grupo de cuatro canciones entre las que tal vez sobre una, o quizás ocurra que las referencias y las metáforas futbolísticas pierden, por repetición, la mitad del efecto inicial. Sin embargo en “Tierra derretida” Santullo rapea “calzate y vestite que entrás, hoy te toca jugar ahí atrás”, pero sobre una pauta sonora extraña y cambiante para el patrón clásico de sus canciones. Al principio se escucha un desierto de doom y luego los versos se suben a arreglos acelerados del trap. Eso, y dos lindas referencias culturales: “Yo pago la vuelta, lo dijo Cabrera, el agua se viene revuelta” y “Vengo de Vulcano, como Leonard Nimoy”.
Para el final del disco, en la última vuelta de este espiral descendente, el grupo le reservó un lugar a “Bailando samba”, una canción con algunos años pero que todavía suena como la apuesta musical más vanguardista de estas diez, y en la que el relato se mantiene más cercano a su carácter pendenciero de los noventa que a este nuevo, de absoluta derrota.
Habrá quienes le pidan mucho a este disco, algo diferente, idéntico o especial. A mí me hubiera alcanzado sólo con el grito a dos voces de Santullo y Casacuberta, el texto contundente, el riff de guitarra clásico y el beat para saltar con este estribillo: “Perdiste los dientes, perdiste la razón, se apaga tu paciencia, salís de tu cajón, bautizo de vino, sos carne de cañón, la sangre del vencido y al final salís campeón”.
Serial, de El Peyote Asesino. Bizarro, 2021. En plataformas.