Sus canciones fueron interpretadas por Alfredo Zitarrosa y Jaime Roos, entre otros, y músicos de varias generaciones y muy distintos géneros lo nombran como principal influencia. Fue un puente entre los mundos hasta ese entonces paralelos de la música “beat” y las corrientes derivadas del folclore; creó la milonga rock y fue uno de los pioneros en combinar candombe con música pop.

Era también un enorme melodista que escribió algunas canciones inolvidables con letras sencillas que tocaban temas tan profundos como la soledad, las angustias existenciales y materiales, el peso de la rutina, el amor, el sexo y el inexorable paso del tiempo. Inventó además una manera de cantar rock y baladas que tuvo cantidad de continuadores.

Gastón Ciarlo, Dino, fue una estrella de la música uruguaya, pero él cultivó con vehemencia el perfil bajo que este país dice celebrar. Se mantuvo siempre alejado de los reflectores, nunca se preocupó por alimentar lo que puede entenderse como una carrera profesional, vivió casi toda su vida como asalariado en actividades alejadas de lo artístico y –siendo un montevideano de pura cepa– se radicó en una ciudad del interior del país.

Nunca dejó de hacer música, pero todos estos hechos ayudaron, quizás, a que para una buena parte del público el nombre de Dino sonara familiar, pero no tan cercano como el de otros músicos igualmente importantes.

El primer rockero

No es exagerado decir que Dino fue nuestro primer rocker. Gastón Ciarlo fue uno de los varios adolescentes que se deslumbraron con el primer rock and roll de la década de 1950. En Uruguay la fiebre rockera llegó primero a través del cine, con el estreno un poco tardío del film Blackboard Jungle (1955, estrenada en Uruguay en 1957 como Semilla de maldad), que en su banda de sonido tenía la canción “Rock Around The Clock” interpretada por Bill Halley & His Comets.

Dino hizo algo más que fanatizarse con el nuevo género y ser un pionero en adoptar las actitudes y la estética de la naciente cultura juvenil. A inicios de los años 60 formó la banda Los Gatos, muy influenciado por ese primer rock, el blues y el rhythm & blues, un poco antes de que desembarcara con toda la fuerza la revolución beatle. Gracias a la excelente compilación Prehistoria de Dino, editada por el sello Perro Andaluz en 2011 y subida este año a los sitios de streaming, podemos escuchar lo bien que sonaban Los Gatos haciendo versiones en un inglés bastante libre de canciones como “Poison Ivy”, de Lieber y Stoller, “If You Need Me”, de Wilson Picket, o “The Last Time”, una de las primeras composiciones originales de The Rolling Stones.

Además de hacer música, Dino fue un gran promotor de rock en Uruguay, ayudando a crear una escena rockera alternativa en el Montevideo de mediados de los años 60. Con Los Gatos armó una de las primeras “cuevas de rock”, sótanos donde se organizaban bailes con grupos en vivo, abriendo el espacio a infinidad de colegas. Desde su rol de conductor radial y cronista musical en la radio Ariel ayudó a difundir esos primeros toques y a darles oportunidad de difusión a los nuevos conjuntos.

También convenció a los dueños de la radio para que tanto Los Gatos como otras bandas pudieran hacer grabaciones de su música en los estudios de la emisora. Gracias a Dino, muchos grupos grabaron sus primeros demos y el naciente rock uruguayo comenzó a difundirse más allá de cuevas y bailes.

Dino fue ampliando sus horizontes musicales en la segunda mitad de los 60, deslumbrándose con la música folk estadounidense (especialmente con Bob Dylan) y con la canción francesa. Tuvo también un oído atento –algo no tan común en su ambiente– a los músicos uruguayos que estaban revolucionando las tradiciones folclóricas, como Alfredo Zitarrosa, Daniel Viglietti o Los Olimareños.

Entre 1967 y 1968 vivió varios meses en Brasil, donde, además de ganar un concurso televisivo en Porto Alegre con una banda llamada Sound Machine, se topó con el naciente tropicalismo. La música del movimiento liderado por Caetano Veloso y Gilberto Gil y sus búsquedas antropofágicas, que mezclaban el rock y la psicodelia con las raíces brasileñas, lo influenciaron profundamente.

Dino conocía muy bien a Eduardo Mateo y Ruben Rada, pero no había escuchado aún a El Kinto, cuando comenzó a combinar –en forma paralela a estos artistas– el ritmo de los tambores de candombe con las estructuras del pop y del rock. En 1968 lanzó junto a su nueva banda, Los Orthicones, un disco simple con temas propios que ya auguraban ese camino. Pero fue en 1969, y como solista, cuando mostró de lleno sus aportes al candombe beat –antes de que el género se pusiera de moda– en un disco simple que contenía dos de sus grandes composiciones: “Hay veces” y “Canta, canta, canta”.

El blues de Montevideo

En 1970 llegó Underground... Dino, su primer disco solista, un álbum grabado en muy precarias condiciones técnicas, en el que están varios de los elementos que convertirían a Dino en uno de los músicos más reconocibles de la canción uruguaya. Allí combina todos los mundos que había ido transitando. Aparece la guitarra acústica de cuerdas de acero como principal instrumento, con el acompañamiento de tumbadoras (tocadas por Chichito Cabral, percusionista de El Kinto y luego de Totem), el candombe beat, la veta baladística “de autor”, de la que también fue un adelantado en la música pop uruguaya, y sus primeras incursiones en la milonga.

La milonga de Dino no viene tanto del tango ni de la música rural rioplatense, aunque obviamente tiene su parentesco con ambas, sino que parece apoyarse más en el folk estadounidense y en la tradición de los cantautores franceses. Es una manera de tocar, sencilla y generalmente con acordes sin alteraciones, que influyó muchísimo a varios compositores que fueron apareciendo en la música uruguaya a lo largo de todas estas décadas. Un atisbo de esa visión tan particular de la milonga puede escucharse en la bellísima canción “Sendero de rosas”, que abre el álbum.

Más allá de que el disco está lleno de preciosas canciones, Gastón Ciarlo muestra una nueva manera de hacer música pop “uruguaya”. Además de la instrumentación y los géneros musicales transitados, es uno de los primeros artistas del mundo del rock en cantar con un estilo llano, sin afectaciones de pronunciación. Su manera de cantar viene más de Zitarrosa y de Osiris Rodríguez Castillos que de John Lennon o Mick Jagger. Y el lenguaje que utiliza en sus letras es también intransferiblemente uruguayo.

Muy poco después de esa primera etapa solista, Dino volvería a armar un grupo con una sonoridad más explícitamente rockera, pero a la vez con una muy fuerte impronta de raíces locales y regionales.

En 1972, junto a Julio César Surraco, Eduardo Díttamo, José Martínez Díaz, Horacio Costa y Néstor Barnada, formó Montevideo Blues. Fue una experiencia efímera que duró poco más de un año y dejó un solo álbum. Allí experimentó con un sonido eléctrico que mezclaba milonga, candombe, huella, chamarrita y malambo con rock, de una manera hasta entonces inédita.

El álbum abre con un tema que se convertiría con el pasar del tiempo en parte ineludible de nuestra banda sonora: “Milonga de pelo largo”. Esta primera versión de la canción deja clara la filiación rockera de este tema inaugural y el inicio de lo que luego se llamaría milonga rock. Como la canción se transformó en un clásico popular, uno ya no repara en la maestría de Dino para alternar en su letra las penas personales y las sociales, en una letra perfecta en su sencillez y en su capacidad de transmitir desasosiego y esperanza al mismo tiempo, algo que lo caracterizó como autor.

La propuesta de Montevideo Blues no tuvo mucho andamiento en el convulsionado Uruguay de 1972. Entre otras cosas, el fuerte contenido político de sus letras no era el más propicio en un momento en el que el país caminaba hacia el autoritarismo. El disco fue rápidamente descatalogado y cayó en el olvido por años. Pero la música de esta banda mostró su resiliencia. Muchos de los caminos que proponía fueron transitados por grupos de rock uruguayos en los 90 y en los 2000, como La Trampa, heredera directa de esas búsquedas.

Gastón Rodríguez, Dino y Walter Bordoni, en el bar Montevideo Sur, el 20 de marzo de 2020.

Gastón Rodríguez, Dino y Walter Bordoni, en el bar Montevideo Sur, el 20 de marzo de 2020.

Foto: Iván Franco

Ese mismo año, y tras el fracaso comercial de Montevideo Blues, Dino sorprendería al ambiente rockero montevideano al incorporarse al grupo Moonlights, una banda de rock muy popular en ese entonces, que alternaba canciones propias con covers en inglés y español. Parecía un paso atrás en su propuesta, pero si bien el músico tomó seguramente la decisión por una estricta necesidad de supervivencia, fue también dejando su impronta en esa banda. En los dos discos editados por Moonlights con Dino (Moonlights, de 1972, y Moonlight Hoy, de 1976) hay versiones maravillosas de algunas de sus mejores canciones, como “Cuna de mi muerte”, “Pasa la vida”, “Candombe cuatro” e incluso “Milonga de pelo largo”.

Referente

El golpe de Estado de 1973 fue un mazazo brutal y alteró todos los niveles de la sociedad uruguaya. La efervescencia cultural de fines de los 60 y comienzos de los 70 fue cortada de raíz. El régimen persiguió directamente a varias figuras masivas de la música popular y reprimió fuertemente al rock, haciendo casi desaparecer el movimiento del que Dino había sido protagonista fundamental. Pero el artista fue uno de los pocos músicos de su generación que no abandonaron el país, y su presencia fue muy importante en la continuidad de la actividad musical.

En 1976, el sello Ayuí, bajo el influjo de Coriún Aharonián, le ofreció grabar un álbum solista. Con un presupuesto mínimo y muy pocas horas de estudio, el disco debía ser obligadamente minimalista. Con la excepción del tema “Guardo tantos recuerdos”, donde aparece un piano no acreditado (tocado por Aharonián), en todas las canciones Dino se acompañó a sí mismo usando una o más guitarras acústicas con arreglos muy sencillos, generalmente basados en su personal visión de la milonga. El resultado fue Vientos del sur, un álbum que se transformó en un clásico de la canción uruguaya.

Las 14 canciones del disco, de aire confesional y clima melancólico e invernal, pintan a Montevideo (y a su autor) como casi ninguna otra obra. Su visión del amor y el erotismo celebran la vida, en medio de uno de los momentos más oscuros de la historia de Uruguay. Vientos del sur fue una gran inspiración para una nueva generación de artistas que comenzaban a hacer música utilizando el sonido de las guitarras acústicas como principal arma.

Dino se sumó naturalmente al movimiento del Canto Popular, surgido a fines de la década de 1970 y comienzos de los 80, que se convirtió en uno de los puntales de la resistencia cultural contra la dictadura. Su obra ya era una referencia ineludible para todas las vertientes de la música uruguaya de la época. Desde el costado más intelectual y experimental de la llamada generación del 77, liderada por Los Que Iban Cantando, al ala más folclorista de Larbanois-Carrero o Los Zucará, pasando por algunos –en ese entonces, outsiders– más vinculados a la tradición del candombe beat, como Jaime Roos, no había nadie que no se sintiera de alguna manera tocado por su obra.

Dino cultivó ampliamente su veta acústica en ese período en vivo y en grandes discos, como Milonga (1981, que tenía además algunas referencias al candombe beat) o Los tanos (1983), pero no se olvidó del rock.

En 1979 –en un momento en que las sonoridades eléctricas eran miradas con mucha desconfianza por cierto sector del canto popular por su carácter supuestamente “foráneo” e “imperialista”– Dino, con la ayuda de Jorge Galemire en la producción artística y arreglos, se despachó con Hoy canto, uno de sus discos más rockeros (y otra de sus mejores obras). Mostraba un vez más una actitud abierta y desprejuiciada que ayudaba a ampliar horizontes. Haría algo similar en 1983, armando una banda de corte rockero para que lo acompañara en vivo, bautizada Kien, con la que grabaría el disco Punto y raya en 1984.

En 1989 Dino se radicó en Suiza, donde vivió cuatro años. Otra nueva camada de músicos había comenzado a tomarlo como una de sus principales referencias. En 1992 el grupo Níquel estaba en la cresta de su popularidad y grabó el álbum De memoria, en el que rendía culto al rock uruguayo de los 60 y 70. De las diez canciones del disco, cuatro eran de Gastón Ciarlo. La Trampa, en su álbum debut Toco y obligo, de 1994, incluyó dos versiones de canciones suyas.

La generación de cantautores que surgiría a inicios de los años 90, con músicos como Jorge Drexler, Erik Couts, Mario Villagrán o Walter Bordoni, entre otros, también tendría a la música de Dino –especialmente al disco Vientos del sur– como referente.

Cuando el músico volvió a Uruguay, colaboró con gran parte de esos artistas, los masivos, los que estaban empezando a difundirse y los que eran casi unos completos desconocidos.

También en el nuevo siglo, la música de Dino continuaría su influjo. Puede escucharse su influencia en artistas que surgieron a fines de la primera década de 2000, como Franny Glass, por ejemplo, que más de una vez versionaría temas suyos.

Y Dino nunca dejó de hacer música. En 2017 editó su duodécimo álbum de estudio, el muy recomendable Memorias nuevas. En marzo de 2020 la pandemia le impidió dar un recital en el Teatro Solís junto a Walter Bordoni y Gastón Rodríguez, en el que iba a celebrar los 50 años de la edición de su primer disco, de 1970 (y Bordoni y Rodríguez los 25 de su álbum a dúo Aguafuertes montevideanas). El show fue reagendado para setiembre de este año, pero tuvo que posponerlo por motivos de salud.

El 7 de noviembre llegó la noticia de su fallecimiento. Las unánimes muestras de congoja por su desaparición hicieron olvidar por un momento la generalmente distante relación que tenemos con nuestro legado cultural. Quizás nos dimos cuenta de que no sólo se estaba yendo uno de los artistas fundamentales de la canción uruguaya, sino que se está terminando una era: el tiempo en el que convivimos con los primeros inventores de una manera de hacer música en este rincón del mundo.

Para escuchar a Dino

Aunque no es tan fácil de encontrar en formato físico y sus discos aún no accedieron a la moda de las reediciones en vinilo, la obra de Gastón Ciarlo, Dino, está afortunadamente casi completa en los sitios de streaming.

En Spotify y demás plataformas sólo falta su álbum de 1989 Pasa el tiempo, que se editó únicamente en casete y contiene mayormente regrabaciones de temas incluidos en otros discos. Ese trabajo, como casi toda su discografía, puede escucharse, sin embargo, en el canal de YouTube del músico.

No están allí ni en las demás plataformas sus participaciones con Moonlights ni los simples que el músico grabó con el efímero conjunto 03 (una especie de supergrupo uruguayo integrado por Dino, Chichito Cabral, Yamandú Pérez y el guitarrista de Totem Enrique Rey) en 1974.

Para quienes no estén muy familiarizados con su obra, una buena manera de comenzar el viaje es la antología El Dino, editada por Sondor originalmente en 1997. Otra buena puerta de acceso es Autobiografía, un álbum que el artista grabó para el sello argentino Barca en 2001, con versiones nuevas de algunas de sus mejores canciones junto a invitados como Jaime Roos y Jorge Nasser. Ambos discos están disponibles en todas las plataformas.

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