Una iguana camina indiferente por el living de un apartamento de Teherán. Tan prisionero como el saurio, el cineasta iraní Jafar Panahi espera sentencia. Este febrero se cumplen 11 años de iniciado el proceso a Panahi por “actuar contra la seguridad nacional y hacer propaganda contra el Estado”, que le costó una sentencia de 20 años sin poder filmar.
Tres de las películas que filmó desafiando esa prohibición pueden verse en la plataforma Qubit. Esto no es un film (2011) registra esas primeras semanas de espera del veredicto. El director se observa a sí mismo en el espejo que solía reservar a otros, dialoga con un colega en la cocina, habla por teléfono con su abogada, acompaña al hijo del portero a sacar la basura piso por piso, alimenta a su exótica mascota. El resultado es una película de cámara que se sitúa como la continuación del cine de Panahi por otros medios.
En Taxi-Teherán (2015), Oso de Oro en el Festival de Berlín, se aventura por las calles de su ciudad como un falso taxista. Además de la denuncia contra la censura (hay un prolijo recuento de todo lo que el gobierno prohíbe que aparezca en la pantalla, según un código que incluye hasta el tipo de nombres que deben tener los héroes y los villanos), muestra el pequeño crimen, la superstición, la angustia de una mujer cuando un accidente de su marido la pone cara a cara con su indefensión jurídica y económica. Es decir, todo aquello que, según el código de censura, Panahi no debería mostrar.
Más osado todavía, en Tres rostros (2018) sale de la ciudad en busca de una estudiante que podría haberse suicidado por la presión de su familia para que dejara el mundo de la actuación. Panahi se reencuentra con la temática principal que le llevó a la prohibición: la denuncia del apartheid existente en Irán (y en otros países que extienden los preceptos religiosos oficiales a la ley civil general) en contra de las mujeres.
Una discriminación de género que implica que la mitad de la población iraní deba vivir con buena parte de sus derechos cercenados. Así lo reveló Panahi en su película más célebre: El círculo (2000). Ganadora del León de Oro en el Festival de cine de Venecia, es un prodigio narrativo en el que acompaña la peripecia de cada personaje hasta que esta se toca con la de otra mujer. Entonces la cámara se queda con la nueva protagonista, sólo para dejarla minutos después y volver a comenzar a tejer otro hilo ‒crudo hilo de lana cruda‒ y mostrar el tapiz de la opresión. Aunque no está en Qubit como las otras tres, El círculo se estrenó en el XIX Festival Internacional de Montevideo (2001) y ha tenido varias reposiciones en las salas de Cinemateca, al igual que la mayor parte de la filmografía de Panahi. Ocasiones de ver buen cine y de tomar contacto con un tipo de segregación similar a la que aplicaba Sudáfrica en el siglo pasado. Aunque este, el apartheid contra las mujeres en las sociedades integristas, despierte menos condena de la comunidad internacional y de la sociedad civil progresista.
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