Es una esquela más que una carta. De esas que se dejan pegadas con un imán a la superficie de la heladera. Como un agregado a la compra del almacén, o un testamento: “Nunca te entregues ni te apartes / junto al camino, nunca digas / no puedo más y aquí me quedo”. Es casi imposible leer cualquier segmento de ese poema vuelto canción por Paco Ibáñez sin escucharlo resonar con la voz aguardentosa de Paco Ibáñez.

Hasta que se va a Youtube ‒o a Spotify‒ y se escucha el texto leído por el poeta. Escuchar a José Agustín Goytisolo leyendo a José Agustín Goytisolo implica redescubrir “Palabras para Julia”. Sin el ropaje de la música. Es verdad que era un hermoso traje. Un saco para ponérselo por encima de los hombros cuando hay un poco de frío y el fuego se ha quebrado en un puñado de brasas casi apagadas. Pero escucharlo en la voz del poeta es escucharlo por primera vez.

Abro paréntesis. Cambio Youtube por la Plaza del Entrevero. Una brigadista invita a firmar contra la ley de urgente consideración. Hay algo en la entonación, en el modo en que pregunta, que hace pensar en el agua límpida que baja la pendiente por el lecho de cantos rodados. En la banda sonora que podría escuchar en el campo, en un campo hipotético, un hipotético pastor de cabras. Ha de ser por eso que esa minúscula brigada comenzó a llamarse Miguel Hernández.

Aunque también podría llevar el nombre de José Agustín Goytisolo. Es que al mirar a quien pregunta parando a las personas que pasan por la calle (algunas se detienen para hablar, otras sonríen y dicen que ya lo han hecho, otras miran con hostilidad, otras hacen un alto como si pensaran un segundo consigo mismas y, movidas por una decisión a medias ya tomada y a medias impulsada por la pregunta, se acercan a la mesa) se podría pensar en esa Julia del poema de Goytisolo.

Si se piensa que este 16 de enero se cumplieron 50 años del célebre homenaje de 1961 a Miguel Hernández, en el que participó Goytisolo. Si se piensa que ese acto poético antifranquista dio contenido a una forma (la Escuela de Barcelona). Si se piensa que un poeta catalán admirado por Goytisolo, Joan Margarit, Premio Cervantes 2019, murió este 16 de febrero. Si se piensa en todo eso, hay que pensar que la pregunta sobre qué tipo de arma es la poesía, que Goytisolo intentó responder en buena parte de su obra (al influjo del verso de Gabriel Celaya que, en 1955, años de derrota, había planteado que la poesía es un arma cargada de futuro), importa en forma y contenido. Por eso el hueso de la pregunta encarna, a veces, en la propia entonación de la pregunta. Un poco inocente. Pero no del todo. Esperanzada en un “sí”. Pero dispuesta a volver a repetirse después de cada “no”. La pregunta de la brigadista (“¿quiere firmar contra la LUC?”) podría ser cualquier otra. Y aun siendo otra, seguiría teniendo que ver con esa cualidad de la poesía de preguntar cuando la prosa (más adecuada al cálculo político) elige callar. Porque quizá es verdad que la poesía es un arma. Un arma cargada. Haya o no haya futuro. Cierro paréntesis.