En el lejano 2016, una gran cantidad de escritores uruguayos se alzaron en contra de un enemigo que parecía amenazarlos con la extinción. Por entonces el Parlamento discutía un proyecto de ley que haría lícito el fotocopiado de libros con fines de estudio –la famosa “ley de fotocopias”–, y los autores salieron a hacerle frente como unos Metallica vernáculos contra el Napster instalado frente a la Universidad.

Ahora imaginen un sitio de internet que acaba de anunciar en las redes sociales que llegó a la digitalización de libros número dos millones. Porque en esta nueva era el “enemigo” no es la fotocopiadora, sino el escáner. Este sitio no solamente aloja las copias digitales de los volúmenes, sino que “están disponibles al público de manera gratuita para tomar prestados en cualquier momento, incluso desde el hogar”. Bienvenidos a Internet Archive.

Los que sean usuarios frecuentes de la red de redes habrán hecho alguna vez una búsqueda cuyo resultado los enviaba al sitio archive.org. Pensemos por ejemplo en las revistas Action Games, que desde 1992 informaban las novedades a los fanáticos de Nintendo y Sega y ayudaban a terminar los videojuegos más difíciles. Una colección “casi completa” se encuentra alojada allí.

Este “archivo de internet” es, literalmente, una biblioteca sin fines de lucro. Contiene millones de libros, películas, programas de computadora, música, sitios web y más. Es fácil entender por qué un receptáculo de estas magnitudes es fundamental para la conservación del acervo histórico de la humanidad (y de las revistas Action Games). Y también es fácil entender por qué está en la mira de gigantes del entretenimiento.

Lo que sucede es que Internet Archive no hace distinciones entre los volúmenes que componen, por ejemplo, su biblioteca. La colección disponible para préstamo está compuesta por libros comprados, donaciones e incluso ebooks, lo que eleva la cifra total a cuatro millones de ejemplares, de los cuales 1,4 millones todavía no son de dominio público, sino que sobre ellos pesa alguna clase de derecho de autor.

A esto hay que sumarle que en 2020, debido a la pandemia, la página quitó temporalmente el límite de usuarios que podían pedir prestado un mismo libro digital (límite que existe en las bibliotecas que trabajan con esa clase de textos), como parte de una “Biblioteca Nacional de Emergencia”. Aunque la cantidad de títulos es menor comparada a la de una biblioteca “de ladrillos”, que puede tener decenas de millones de libros disponibles, y pese al apoyo de universidades y fundaciones, no tardaron en llegar las críticas.

Fue así que el 1o de junio del año pasado varias megaeditoriales se unieron en una demanda contra el Internet Archive por “violación masiva de derechos de autor”. Esto llevó a que sólo dos semanas después la página reviera su política de emergencia y volviera al límite de préstamos, pero los abogados ya habían comenzado las acciones tendientes a eliminar esos 1,4 millones de libros digitalizados.

Un informe publicado en The Nation señala que el archivo no solamente es una biblioteca abierta, sino que colabora con cientos de otras instituciones, incluyendo la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, mediante el desarrollo de técnicas de administración de contenidos digitales, e incluso reparando links caídos en artículos de Wikipedia.

Ante las críticas, los responsables señalan que su actividad está amparada bajo el protocolo conocido como Préstamo Digital Controlado (CDL, por sus siglas en inglés). Las bibliotecas utilizan tecnologías conocidas popularmente como Gestión de Derechos Digitales (DRM) para controlar cuántas personas hacen uso de un archivo digital al mismo tiempo. Para ser justos, este protocolo viene siendo elaborado, entre otros, por el propio Internet Archive.

El texto de la demanda señala que los demandantes no tienen inconvenientes con las “bibliotecas públicas”. “Las editoriales siempre las han apoyado, reconociendo los beneficios significativos para el público del acceso a libros y otras publicaciones”, dice, y agregan que las ven como “colaboradoras”, en tanto “compran libros impresos y licencian ebooks a las editoriales”.

Un dato que no es menor es el del verbo “licenciar”, ya que los títulos digitales que suelen estar disponibles en una biblioteca son temporales, por lo que las bibliotecas deben volver a pagar, en varias oportunidades, si quieren seguir prestándolos, algo que no ocurre con los libros en papel.

El informe mencionado hace énfasis en la forma en que los usuarios han debido reconsiderar la idea de “comprar” material por internet. Antes compraban una película en DVD, ahora pagan mensualmente un servicio que se las licencia. Ni que hablar con el vuelco que muchas compañías de software (como Adobe o Microsoft) buscan dar con sus usuarios: ya no venden el Office o el Photoshop, sino que lo prestan mensualmente, siempre y cuando el usuario lo siga pagando.

Volviendo a las bibliotecas: “Por cada libro físico que tienen, pueden prestárselo a la persona que quieran, por el tiempo que quieran, y el dueño de los derechos de autor no tiene voz en el asunto”, dice el profesor de Derecho Jason Schultz, coautor del libro The End of Ownership (El fin de la propiedad).

“En este caso, como se trata de tecnología digital, las editoriales afirman que pueden controlar cómo, cuándo, dónde y por qué las bibliotecas prestan copias digitales. En otras palabras, quieren cambiar las reglas a su favor y eliminar una de las contribuciones más preciadas y valoradas que hacen a la sociedad: permitir que el público lea en forma gratuita [libros] de sus colecciones”.

Brewster Kahle, fundador de Internet Archive, dio su opinión a The Nation acerca de lo que está en juego: “Lo que hacen las bibliotecas es comprar, preservar y prestar. Esta demanda busca decirles a las bibliotecas que no pueden comprar, no pueden preservar y no pueden prestar”.

Detrás de cámaras

En plena celebración de la digitalización número dos millones, el archivo compartió un video de Eliza, tal vez su digitalizadora “más rápida y precisa”, haciendo su trabajo. “Nunca destruimos un libro cortando su encuadernación. En lugar de eso, lo digitalizamos de la manera difícil: de a una página a la vez”, explica el texto que acompaña el video en Twitter.

Para hacerlo utilizan un escáner desarrollado por ellos mismos, llamado Scribe, que permite el escaneo de una doble página en una fracción de segundo. Luego de “tomada la fotografía”, Eliza sólo debe levantar el vidrio que aplasta (suavemente) el ejemplar, pasar de página y repetir el procedimiento.

“A continuación realizará los chequeos de control de calidad y corregirá cualquier error. Luego devolverá el libro a nuestro archivo físico, para su preservación prolongada”, explica el mismo hilo de Twitter.

Internet Archive también ofrece el servicio de digitalización a un precio de 0,12 dólares por imagen, lo que incluye la creación de archivos de imagen de alta calidad, el reconocimiento de texto (OCR) para poder “buscar” dentro de cada libro, así como la inclusión en el archivo.