“Porque es exactamente lo opuesto a lo que se busca ahora, que es disminuir la cantidad de músicos para poder tocar en un escenario y que sea rentable. Pero el tema es que yo ahora no tengo ni melancolía ni tristeza sino bronca, entonces, los temas nuevos son con un sonido más fuerte”. Así contesta Garo Arakelian cuando se le pregunta por qué estrenará banda eléctrica, en un show que estaba previsto para este viernes 19 de marzo pero que se pospuso, por temas relacionados con la pandemia, para el 14 de abril.

El guitarrista y compositor, fundador de La Trampa, se lanzó como solista hace casi una década, con el disco Un mundo sin gloria (2012), que era en esencia acústico, con algunos arreglos eléctricos, y marcaba una obvia diferencia con el sonido y las intenciones de la que hasta ese momento había sido la banda de toda su vida artística. Esa diferencia quedó más marcada aún en El Astillero, un proyecto 100% acústico, junto con Gonzalo Deniz (Franny Glass) y Diego Presa (Buceo Invisible), que hasta ahora lleva dos discos lanzados: Sesiones (2016) y Cruzar la noche (2018).

En esta nueva etapa solista, Arakelian se colgará la guitarra Fender Telecaster, o una electroacústica, y encarará su proyecto electrificado junto con Santiago Peralta (guitarra), Laura Gutman (teclados, guitarra y voz), Pablo Sónico (batería), Sebastián Codoni (bajo) y Víctor Sueiro (armónica). Arakelian buscó una estética “con un poco más de identidad” y si tiene que describir los trazos del paisaje sonoro no duda en mencionar a Tom Petty, con un sonido “bastante abierto” en el que puede colocar su voz “sin gritar”. También nombra a Bruce Springsteen, Gastón Dino Ciarlo y El Sabalero (José Carbajal), el cóctel musical que lo obsesiona desde casi siempre.

La foto del momento

La presentación del viernes es un paso previo al disco que se viene, también con un formato eléctrico, del que adelantará algunas canciones arriba del escenario. Está trabajando en el nuevo material desde hace mucho tiempo. Hace dos años tenía un concepto claro, que planteaba en los términos de un herrero. Básicamente, explicaba que cuando el hierro está cerca de 800 grados, se pone de un color entre blanco y rojo cereza, y en ese momento es más maleable. Entonces, su trabajo estaba centrado en cómo hacer una inyección “permanente de sentimientos para dejar a la mayor parte de la gente al rojo vivo, para que sean funcionales a los intereses de quien tiene el fuego en ese momento”.

Pero con la llegada de la pandemia y la “nueva normalidad” ese concepto se fue al garete, a tal punto que el músico cuenta que se guardó las melodías de aquellas canciones pero las letras las eliminó “por completo”, porque quiere hacer un disco que esté parado en el presente. “Capaz que no me sale, pero es lo que tengo ganas de hacer: una crónica de este Uruguay de ahora, con personajes que están enojados”, acota.

Arakelian dice que lo que le da bronca es lo mismo que a muchos: la incertidumbre, en particular, por no tener trabajo. “Yo tengo 55 años, me siento como un chiquilín pero no lo soy; tengo que alimentar y cuidar a mi hijo. Mi recital es en una semana y estamos en el pico más alto [de casos de coronavirus diarios], o sea que la probabilidad de que se estropee todo es enorme, y me da bronca. Es un sonido acorde a eso”, subraya.

También explica que está preparando un disco basado en “personajes de hoy, varones adultos y jóvenes, y mujeres”, la gente que está viviendo este momento, con sus particularidades, como “la afectación económica, psicológica y de autoestima, etcétera”. Sobre su enfoque, Arakelian agrega: “Yo no planteo mi situación, porque me la guardo para mí; soy la primera persona de otros, no soy ninguno de esos personajes pero estoy en la misma escena que ellos. De todas formas, no tengo trabajo; hace un año que no toco, prácticamente, y ese era mi trabajo. El tema es qué espalda tenés para soportar. Ahora empecé a dar algunas clases de nuevo y mi esposa tiene trabajo, entonces, tengo espalda como para poder enfrentar esto, pero por eso no me puedo poner a la par de los personajes que pinto, porque no es justo. Yo miro, pregunto, saco fotos y con eso armo los personajes”.

Un mundo sin gloria estaba integrado mayormente por canciones que relataban historias de violencia de género, doméstica y de otro tipo. Arakelian acota que compuso ese disco antes de que hablar de esos temas tuviera “beneficio político”, por eso se siente “afortunado”, más allá de que “es un disco bastante ninguneado”. El nuevo álbum seguirá la misma línea que su antecesor en el sentido de que algunas canciones serán como crónicas que relatan hechos, pero Arakelian hace énfasis en que no se tratará de una reconstrucción histórica, como en aquel disco (por ejemplo, la canción “Andes 1206” se basa en el asesinato de Delmira Agustini) sino del ahora. Agrega que, “salvando las distancias”, sería como un Caída libre (2002), de La Trampa, pero de estos tiempos.

Sin Trampa

Arakelian sostiene que los protocolos de la pandemia para los espectáculos son “una cosa fría que afecta de verdad al show”, porque estamos acostumbrados a un diseño arquitectónico de las salas que tiene una lógica que lleva 2.000 años. Subraya que la suma de vectores de ida y vuelta entre el escenario y el público no es la misma, pero su idea es poder superar todo eso y que no sea un problema más, por eso el espectáculo se titula “El arte de atravesar distancias”.

Pero hay otras distancias que el músico no puede ni quiere atravesar y son las que lo separan de algunos de los exintegrantes de La Trampa. Quizás algunos lectores se preguntarán por qué Arakelian no vuelve con su banda de casi toda la vida, dado que allí tenía los kilos de distorsión necesaria para descargar esa bronca que dice tener. Pero el guitarrista es contundente y señala que no tiene “nada más para hacer” con Alejandro Spuntone, el exvocalista del grupo. Agrega que de la banda le quedaron sólo dos amigos: Álvaro Pintos e Irvin Carballo, ambos bateristas.

Por si quedan dudas, agrega: “A todos los demás los tengo en un terreno donde recuerdo el pasado. Todo muy lindo, pero son personas con las que no tengo nada que ver ni voy a tener nada más que ver. No porque tenga algún tipo de enemistad sino solamente porque son proyectos agotados y no me gustó cómo manejaron las cosas desde el punto de vista humano. Para ser buena gente hay que ser buena gente, no hay que decirlo”.