“Menos Potemkin y más Godard”. ¿O era “más David Lynch”? Hubo un tiempo en que la única manera de incidir en la programación de Cinemateca Uruguaya era grafitear las paredes del edificio de la OSE frente a la sala de Lorenzo Carnelli. Ahora los mecanismos han cambiado. Desde hace algo más de una semana se puede armar una programación propia en base a un catálogo de 200 películas disponibles en su plataforma de streaming (mascinemateca.org.uy). Un eco de aquellos “ciclos” autoinfligidos que se hacían alquilando cuatro o cinco VHS de un mismo director para vivir un “fin de semana de realismo social francés” o de cine polaco.

Ahora es mucho más sencillo. Aunque aún no se dispone de una “tarifa plana” estilo Netflix (Cinemateca, nunca sencilla, siempre se caracterizó por estimular la agilidad cognitiva de su padrón social), se puede acceder a cuponeras de 12 y 24 películas por un precio similar a la mensualidad de otras plataformas. A fin de cuentas –salvo que se esté en un proceso de consumo problemático de imágenes en movimiento– ese es el rango de películas que se suele mirar en un mes promedio.

Los socios de las salas presenciales disponen cada mes de cinco películas para ver gratis, desde su computadora o teléfono, y pueden comprar las cuponeras con descuento.

Las cinco de abril “para socios” configuran una oferta variada, en la que se destaca el documental serbio El otro lado de todo (2017), de Mila Turajlic. Una inmersión en la política de la ex Yugoslavia con una protagonista repleta de carisma y nicotina.

También está Leto (2018), de Kirill Serebrennikov, sobre los albores de la escena rocker soviética: una película fresca, que equilibra en dosis no siempre exactas la política, el romance, el autodescubrimiento y la crónica musical.

Apuestas más seguras que la decepcionante Una serena pasión (2016), de Terence Davies sobre Emily Dickinson, son La ciudad donde envejezco (2016), de Marília Rocha, y Varda por Agnés (2019), “testamento fílmico” de Agnés Varda.

El punto más bajo del quinteto quizá sea, a la vez, el más disfrutable. Notti magiche (2018), de Paolo Virzi, es una comedia de crecimiento con tres jóvenes aspirantes a guionistas. En el camino hay traiciones, intrigas y una pizca de melodrama, así como la oportunidad de volver a escuchar la mejor canción de los mundiales de fútbol de todos los tiempos, la que, precisamente, da título al film.

Esta película de Virzi puede ser también una puerta de entrada para un buen destino de los primeros cupones: desde esta columna se propone una tetralogía caprichosa sobre “nuevo cine italiano”, como prueba de la salud recuperada de las producciones peninsulares. En ese sentido, el catálogo completo de la plataforma de Cinemateca tiene joyas como el documental Fuego en el mar (2016), de Gianfranco Rosi; la potente Reality (2012), de Matteo Garrone; y la algo melosa pero culposamente entrañable Ricordi? (2018), de Valerio Mieli.

La plataforma está en línea y puede ser adictiva, consúmala con responsabilidad pero sin culpa.