Medicine at Midnight, de Foo Fighters (rock)
Décimo disco de estudio de la banda liderada por Dave Grohl (que aun así nunca dejará de ser un ex Nirvana), sucesor de Concrete and Gold (2017). El álbum empieza con aires renovados, gracias a “Making a Fire”, en la que se cuela algo bailable ‒tiene un ritmo 3/4‒ y pop entre el rock alternativo con dejos de grunge que siempre caracterizó a la banda. Además, con un estribillo a puro coro femenino que canta un siempre rendidor “na na na” ‒dato de color: una de las cantantes es Violet Grohl, la hija de Dave, que tiene 15 años y evidentemente ya se cuelga con la música de su padre‒.
La semilla rítmica “dance” y pop germinó a lo largo de buena parte del disco, aprovechando que Taylor Hawkins, el batero de la banda, es de los que saben, e incluso se permiten jugar con los espacios y no andar llenando todo con distorsión, como lo demuestra “Shame Shame”, la segunda del disco. Hasta “No Son Of Mine”, una gran canción, a todas luces metalera, tiene esa cosa bailable. También hay espacio para lo bailable en un sentido más clásico, de balada para apretar los cuerpos, como en “Chasing Birds”, pero la letra es bien oscura y bajonera. El disco cierra con “Love Dies Young”, que también tiene una llevada y un ritmo bastante fiesteros para los cánones de la banda.
Calm Down Cologne, de Garage a Trois (jazz fusión)
De esas cosas raras que generan posiciones extremas: o se aman o se odian. Garage A Trois (a veces conocido como GAT) es un grupo fundado en 1998 en Nueva Orleans que ya va por su sexto disco. Toca una fusión de jazz con rock y funk, de esas que abundan, pero esta es de las que salen perfectas ‒que son las menos‒, hasta el punto de que no se sabe dónde empieza una cosa y dónde terminan las otras.
De arranque hay algo sui generis con este grupo, cuya formación ha ido variando pero en este último disco es un trío. Está comandado por Charlie Hunter, un tipo que toca un instrumento que no es ni una guitarra ni un bajo sino ambos: le llama hybrid big 6 y tiene las tres cuerdas de arriba (las más graves) de bajo, y las otras tres, de guitarra. El trío lo completan Stanton Moore (batería) y Skerik (saxo, sintetizador y varios instrumentos más).
El álbum tiene cinco piezas (puramente instrumentales, por eso sería un error llamarlas “canciones”, lo que pone en duda el rigor de este espacio, ya que técnicamente no son angloparlantes: sólo se expresan en el lenguaje universal de la música) y dura 35 minutos. Describirlas estéticamente es una difícil empresa, dadas las características intrínsecas de la música de Garage a Trois, por lo que lo mejor que se puede hacer es ir corriendo a escucharlas. Se llaman “No Zone”, “The Epic”, “Calm Down Cologne”, “In-A-Pro-Pro” y “Numinous”.
Sweep It Into Space, de Dinosaur Jr (rock)
Duodécimo álbum de estudio de esta banda formada en Amherst, Massachusetts, que sigue haciendo lo que sabe desde que lanzó su primer disco, en 1985: una música simple, cruda y compacta, que es el paradigma del rock alternativo que dominó gran parte de la década del 90 en Estados Unidos. En especial, gracias a la guitarra J Mascis, de distorsión hueca y podrida, y a su voz, con ese timbre sufrido y el tono desganado, al mejor estilo de lo que supo hacer luego Kurt Cobain ‒no en vano, el líder de Dinosaur Jr estuvo a punto de entrar a Nirvana‒.
“There's a piece I left of me, / been such a long time. / Me and you, when we could be?, / seems like a long time to be waitin’” (“Hay un pedazo que dejé de mí, / pasó tanto tiempo. / Vos y yo, ¿cuándo podría ser?/, parece mucho tiempo para estar esperando”, canta J Mascis en “To Be Waiting”, la tercera del disco, con una melodía depresiva que se balancea entre una maraña de distorsión y acordes cansinos. En “Garden” hay un juego binario de dinámicas de aires grunge y algo de épica bien anclada en los 90, una década sonora que se respira por todo el disco.
11 Past the Hour, de Imelda May (pop-rock)
Con una guitarra eléctrica de arpegio zigzagueante y efecto de trémolo al mejor estilo de la famosa versión de “Bang Bang (My Baby Shot Me Down)”, de Nancy Sinatra, ya de pique el nuevo disco de la cantante y compositora irlandesa Imelda May nos pone en una atmósfera oscura y atrapante. “Dance with me, darling, / dance with me, darling. / Forget the world, / I'll hold you in my arms (bailá conmigo, cariño, / bailá conmigo, cariño. / Olvidá el mundo, / te sostendré mis brazos”, canta May en “11 Past the Hour”. Una letra que no dice nada nuevo, de hecho, es trillada, pero lo que importa es todo lo demás: la melodía vocal, el tono serio, el solo de guitarra, las cuerdas que envuelven todo y el pulso de vals diabólico.
May tiene un lado rock-pop clasicón, y no en vano para este disco invitó a Ronnie Wood, guitarrista de los Rolling Stones, para que toque en dos canciones, y Noel Gallagher, de Oasis ‒el hermano bueno‒, hace de las suyas en un tema. “Made To Love” y “Just One Kiss” son las canciones en clave de rock clásico, y “What We Did In The Dark” suena con más flema británica, al mejor estilo Franz Ferdinand. Por supuesto, no faltan las baladas, como las pianeras “Diamonds” y “Can’t Say”, que le dan al disco la diversidad necesaria para que pase rápido y haya que volverlo a escuchar.