Hoy, mientras desayunábamos, mi hijo me preguntó por qué nos habíamos levantado de noche, y le expliqué que en realidad era la misma hora a la que nos despertábamos en marzo, cuando empezó primaria, sólo que a lo largo del año va cambiando la hora en la que amanece.

Pero en realidad mi hijo amaneció en otro país. Es como si el impacto de desayunar de noche fuera cosa de un jet lag de un viaje no recorrido durante estos meses de encierro.

A las 7.30 salimos de casa caminando y a lo largo de 16 cuadras nos dedicamos a observar los árboles, que están muy distintos a como se veían en marzo, a pocos días de que se suspendiera la presencialidad, pero también miramos uno por uno los bultos alargados y las cajas deformes de cartón que forman los que duermen en la calle, y hablamos de que nunca hay que dejar de ver a las personas aunque de lejos no lo parezcan, como si fueran dibujos de El principito.

Hoy mi hijo volvió a la escuela en otro país.

Hoy, vamos por los 15 meses sin cultura, sin arte, sin música y sin trabajo: por supuesto que es otro país.

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“Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales, que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano, porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio del Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social”. Locución de Federico García Lorca al pueblo Fuente Vaqueros, Granada, setiembre de 1931.

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José Pedro Varela pensaba que “la ignorancia no es un derecho, sino un delito contra la nación”.

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Desde el 13 de marzo hasta el momento vivimos 15 meses sin actividad cultural ni artística y prácticamente sin educación escolar.

Sí, es verdad que los niños tuvieron clases por Zoom, pero también sabemos que, a pesar del esfuerzo de los docentes, así no aprenden nada; y también es verdad que cuando al gobierno se le dio por jugar con las perillas disponibles hubo contadísimos espectáculos, con un aforo tan reducido que determinaba que NO hubiera posibilidad de tener una mínima ganancia para los artistas.

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En un abrir y cerrar de ojos Uruguay tiene por lo menos 100.000 nuevos pobres para los que no hay ni un solo plan de contención, pero además tenemos a varias generaciones a las que, con esta nueva normalidad impuesta, se les dice que la educación, la cultura y el arte, así como los vínculos humanos y el cuerpo del otro, son cosas prescindibles e incluso peligrosas.

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El futuro ya está embrutecido por decreto, y esto resulta muy funcional y beneficioso para la derecha, para las religiones y para las doctrinas.

Un futuro con un desprecio institucionalizado hacia los artistas.

Un futuro en el que se ha instalado a la fuerza en la sensibilidad popular el carácter prescindible de la cultura y el no ver como trabajadores a sus protagonistas.

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Los músicos no somos productores, no somos empresarios y no debemos ser funcionales ni a este gobierno ni a ningún otro.

El pasaporte verde o pase responsable es una institucionalización de la discriminación y la categorización entre ricos y pobres con una excusa sanitaria y no tenemos que ser parte de ese aparato de control ni de ningún otro; además, es un decreto de muerte para la mayor parte de la cultura nacional y enteramente para toda la cultura popular, sin excepción.

Los músicos no podemos permitir que los empresarios de la cultura hablen y decidan por nosotros, los músicos debemos tener herramientas serias y formales para hacernos escuchar.

Los músicos NO debemos avalar este proyecto de control sanitario y discriminación propuesto por el gobierno ni estar por fuera de los proyectos para retomar la presencialidad en espectáculos públicos.

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Hoy mi hijo volvió a tener clases presenciales y eso me pone feliz. En una de esas a la vuelta le compro un Ricardito.