Después de largos meses de adversidad para el arte y la cultura, entrar a una sala de teatro se convierte en una experiencia distinta, casi nueva. Se presenta como algo conocido recreado con la carga de su ausencia: citarse para ir, encontrarse en la puerta, entrar en la sala, esperar el silencio y la oscuridad antes de que todo comience.
Del otro lado, para quienes entran en la escena, llegar hasta aquí ha significado, más que un tiempo de espera, el haber atravesado un campo minado de dificultades, suspensiones, incertidumbres y cuestionamientos. Por lo tanto, entrar a la escena -cruzar esa línea de luz- significa recuperar una existencia concreta, atravesar una valla más en un largo proceso de resistencia.
De ambos lados ha pasado el tiempo. La espera hace que participar de la escena abra el deseo contenido. Como un espacio para desplegarlo, aparece un escenario para la danza contemporánea con el ciclo Montevideo Danza 2021.
En su undécima edición, el ciclo sostiene uno de los pocos espacios que colocan a la danza en la agenda cultural montevideana. En medio de las condiciones de precariedad del sector y de su batalla por un mayor reconocimiento, continúa su apuesta a la creación en danza en Uruguay. Cada año propone una nueva curaduría para la presentación de siete espectáculos, incluyendo la ópera prima de un artista emergente. Su programación (que puede consultarse en ciclomontevideodanza.com/2020/) se complementa con la producción de textos de acercamiento al proceso creativo de cada obra, todos escritos por Carolina Silveira. Además, este año cuenta con un programa audiovisual que pronto se estrenará en TNU.
La programación de este ciclo, según su curadora, Eugenia Silveira Chirimini, se caracteriza por cambios generacionales, por nuevos paradigmas y necesidades que aparecen en el desvanecimiento atrevido de las fronteras disciplinares, principalmente en la relación entre música y danza. De ahí que la próxima obra a estrenar sea Yeguón, un concierto de danza contemporánea creado bajo la dirección de Marcos Ramírez Harriague con un grupo interdisciplinario de artistas creadores: músicos, intérpretes, vestuaristas y actores, que sacarán su Yeguón a la escena del teatro Solís mañana, el miércoles y el jueves.
Marcos entiende Yeguón como “ideal en términos afirmativos de autodeterminación y libertad”. Habla de la pieza como de un concierto, un proceso personal, un personaje, una figura deseada y una posibilidad de ser. Un proceso de composición musical, física y visual que cruza la línea hacia la escena y se convierte en afirmación de existencia.
La obra se abrió como proceso creativo el año pasado en el Festival Campo Air, como performance intimista. Creada en colaboración con Felipe Ipar, Dani Umpi y Juan Campodónico, resultó en un audiovisual con una versión de “Amárrame”, de Mon Laferte, que deja huella en lo que es hoy Yeguón. Para el ciclo se presenta en la forma de un concierto de danza, con Helen Olhausen y Santiago Marrero como músicos en escena que componen una manada que danza con Alfonso Bueno, Isabella Dubroca, Federico Achard y Marcos Ramírez Harriague.
Como armando la letra de una canción todavía inexistente, estas palabras pueden leerse en el perfil de Yeguón en Instagram: “Potencia que resiste todo freno. / Renunciar al consenso, habitar la excepción. / Imposible ahorrarse la propia singularidad. / Soledad común, comunidad de los sin comunidad. / Una figura ensaya su existencia e irrumpe entre los existentes”.
Puede que usted no encuentre la palabra “yeguón” en el diccionario, pero tal vez podría explicar su significado sin saberlo, escucharla salir de su boca en una conversación en un bar, ver pasar a Yeguón por la calle y asombrarse al reconocerlo. Podría soñar con ser Yeguón esta misma noche.
Mientras usted lee esto, seguramente pueda imaginarlo, incluso percibirlo. Deténgase. Observe sutilmente un posible Yeguón.
Ahora que lo presiente, asista a este concierto de danza contemporánea. Deje que cruzar la línea hacia la escena vuelva a permitir otras existencias, entre ellas la suya.