Tienen apodos, identidades secretas y frases que los caracterizan. Se visten de manera muy colorida, sin miedo al ridículo. Y cada dos por tres se agarran a las piñas contra sus enemigos mientras medio mundo los mira. Estoy hablando, por supuesto, de los luchadores (los wrestlers), esos personajes que juegan a borrar las fronteras de la realidad y la ficción y son lo más parecido a superhéroes que podemos encontrar en nuestro mundo.

Uno de los luchadores más famosos de todos los tiempos, Dwayne La Roca Johnson, supo transportar ese entusiasmo lúdico hasta Hollywood, donde tras volverse una estrella logró cerrar el círculo y, después de interpretar a un perro de DC Comics que vuela y usa capa, interpreta a un tipo de DC Comics que vuela y usa capa.

Black Adam, recién estrenada, es una película que nos recuerda las semejanzas entre los personajes de las historietas y los del ring rodeado de cuerdas elásticas. Y es un entretenimiento que funciona si dejamos de lado el cinismo que las películas de Marvel vienen inoculando desde hace más de una década, con personajes que sienten vergüenza de los apodos, los trajes coloridos y otros clichés del género. Aquí la trama es simple, clásica, todo lo ochentera que quiso ser Mujer Maravilla 1984 y no lo logró. Es una película, si se me permite el enchastre lingüístico, preposmoderna.

Tras haber liberado a su pueblo miles de años atrás, Teth-Adam debe volver a poner orden en la nación de Kahndaq (ver recuadro), actualmente asolada por explotadores de recursos, disimulados como pandilleros con armas especiales. Poderosísimo, con muy pocas pulgas y sin pruritos a la hora de matar enemigos, no duda en despacharlos en forma muy gráfica y en cámara lenta, como gritando: “¡Zack Snyder vive!”. Aunque el director, Jaume Collet-Serra, no quiere partir tanto las aguas como el director de la versión definitiva de La Liga de la Justicia, y toma menos riesgos.

Adam de inmediato es identificado como una nueva amenaza, y motiva la formación de una especie de Escuadrón Suicida pero de buenos. Denominado Sociedad de la Justicia, a este grupo lo componen el guerrero alado Hawkman (Aldis Hodge), el místico Doctor Fate (Pierce Brosnan), el grandote Atom Smasher (Noah Centineo) y la movediza Cyclone (Quintessa Swindell). No se habla mucho de sus orígenes, ni se explica de dónde salen las alas de Hawkman; en este mundo esa clase de cosas existen y se aceptan.

El cuarteto tiene un rol secundario y de ellos se destaca justamente el Hombre Halcón, que con Black Adam mantiene un enfrentamiento dialéctico y físico a partir de sus diferencias en cuanto al trato de los enemigos. Algo similar a lo que experimentaban el hombre de acero y el caballero nocturno en Batman v Superman, aunque en este caso el más poderoso es también el más violento. Sin glorificar el asesinato como algunos héroes de acción ochenteros (Sylvester Stallone en Cobra de 1986 es el epítome), el guion tampoco se preocupa mucho por la discusión filosófica. En todo caso, la mayoría de los enemigos que mueren son esbirros sin rostro ni personalidad.

Haciendo equilibrio con la sucesión de cuerpos que vuelan por los aires y explotan, se encuentra la subtrama del jovencito que ayuda al protagonista a entender el mundo del siglo XXI. Que recuerda, salvando las distancias, a John Connor enseñando a sonreír y a tirar frases matadoras al T-800 que interpretaba Arnold Schwarzenegger en Terminator 2: el juicio final (1991). De este personaje también podría decirse que es un sidekick, o compinche juvenil del superhombre, rol iniciado por Robin en 1940 y popularizado por decenas de copias que buscaban la identificación de los niños con él.

La acción, con un ritmo moderno y buenos efectos especiales, no se detiene. Una “revelación” cerca del tercer acto no cambia mucho la historia, y quizás la estira unos minutos más. En cuanto al cierre, es el típico del género, lo que dejará satisfechos a los que buscan esta clase de historias y con gusto a poco a otra clase de espectadores. Casi que podría decirse lo mismo de la película en general.

Kahndaq

DC Comics tiene una larga historia de locaciones ficticias, lo que da libertades a los guionistas, permite que tengan estéticas únicas y evita potenciales ofensas. Por un lado están las ciudades en las que operan sus personajes, como Metropolis y Gotham City, y por el otro están naciones de diferentes partes del mundo que pueden estar bajo regímenes tiránicos sin generar conflictos diplomáticos. Entre estas están Markovia, Qurac, Bialya y Kahndaq.

Black Adam. Dirigida por Jaume Collet-Serra. Estados Unidos, 2022. Con Dwayne Johnson. En varias salas.