Seguramente nadie asociaría la música de Mariano Gallardo Pahlen a la de la murga Contrafarsa, pero él no duda en nombrar el espectáculo El tren de los sueños, que vio de niño, como una de las cosas que más lo marcaron. Y aunque no haya un solo trazo de murga en su álbum debut Los sueños de los otros, es verdad que la estructura coral de canciones como “Las mañanas” no está tan alejada de la concepción de “El loco de la estación”, la despedida de ese espectáculo de Contrafarsa del año 2000. También es posible escuchar las influencias de Tom Jobim y Astor Piazzolla, a quienes Mariano descubrió en la discoteca de sus padres, del jazz que su hermano mayor le fue inoculando de niño, de la ópera a la que su abuelo lo expuso también desde la infancia y del rock y pop “indie” que él mismo escuchó y cultivó luego junto al colectivo La Órbita Irresistible en varias bandas.

Decir que Mariano viene de una familia musical es poco. Además de su hermano jazzista, de una madre coreógrafa y bailarina y de un padre extremadamente melómano, el abuelo que lo llevaba a la ópera era el compositor, director orquestal y musicólogo austríaco Kurt Pahlen. Nacido a principios del siglo XX, Pahlen llegó a América del Sur huyendo del nazismo en la década de 1940, fue director del teatro Colón de Buenos Aires, uno de los fundadores del importantísimo movimiento coral uruguayo, dirigió orquestas, fundó academias, escribió decenas de libros sobre música y recibió varias distinciones alrededor del mundo. Falleció en 2003, a los 96 años, en Suiza, lugar al que su nieto iba a visitarlo una vez al año.

Tras varias experiencias musicales, Mariano decidió en 2017 comenzar a registrar un conjunto de canciones propias. “Sentía la necesidad imperiosa de ponerme a hacer eso que estaba posponiendo”, cuenta. “Tenía una especie de depresión latente que se estaba apoderando de mí, ya era algo corporal”. El proyecto concluyó en 2020 con la edición digital de Los sueños de los otros, realizada en forma independiente. El lanzamiento coincidió con el inicio de la pandemia, pero esas canciones lograron emprender su propio camino. En 2021 el sello japonés Disk Union le ofreció editar el álbum en CD. Este año el álbum llegó también al formato vinilo en un bellísimo doble LP editado por Little Butterfly Records, y el viernes se presentará por primera vez en vivo en La Trastienda. “Esta presentación no es una reproducción con instrumentos en vivo de lo que suena en el disco”, dice Mariano. “Es una reformulación estética que tiene en cuenta la dimensión física de ir a ver un concierto en vivo y lo que eso implica. Me puse a producir de nuevo el disco entero pensando en esa corporeidad del formato en vivo”.

¿Las canciones de Los sueños de los otros preceden a la idea del álbum o nacieron como parte del proyecto?

Salieron de esa necesidad que te contaba. Yo no compartía con nadie lo que estaba haciendo, pero le mostré los primeros demos a un amigo y él me dio muy para adelante. Más que sus palabras, lo que me envalentonó para terminar el proyecto fue la sensación que me transmitió en el cuarto cuando escuchó esa música. Y ahí descubrí que mi manera de trabajar era tratar de enfocarme exclusivamente a esa tarea. Era una mezcla de conciencia y de intuición. La intuición también tiene algo de metódico, porque se elabora a base de experiencias previas que, al juntarlas, pueden encontrar un método.

El multitasking no es para vos.

Lo que pasa es que lo que hago ya implica un multitasking, porque compongo, grabo, arreglo, hago la parte estética y visual. Es multitasking pero llevado a un solo objetivo. Es como me sale y también como me gusta: que la experiencia sea total. Para mí la creación necesita ese grado de atención.

Grabaste el disco casi todo solo. ¿Ves la música como un proceso solitario?

El disco lo grabé de esta manera, pero lo voy a tocar en vivo con más de 11 personas. Son experiencias distintas que me gusta que convivan, no es que prefiera una a la otra. Me gusta muchísimo el trabajo en solitario y el aprendizaje que trae tanto a nivel musical como vital, porque al trabajar con vos mismo estás trabajando con tus cuestiones internas, con tu persona. Tocar con otra gente es distinto, pero es impresionante también y aprendés montones, del relacionamiento con los demás y, de vuelta, sobre vos mismo.

Las letras de las canciones del disco tienen varias capas de lectura posibles. ¿Tienen para vos un sentido especial o son algo abstracto?

Les presto atención a las palabras, en general no veo las letras como algo abstracto. Al menos en este disco cada palabra, cada estrofa tiene un sentido estético y de coherencia para mí, pero a la vez trato de que tengan una arquitectura abierta para que cada uno tome lo que quiera y genere nuevos sentidos. Los sueños de los otros es el nombre del disco por la potencia que sentí que tenía la letra de ese tema. Pero también vos podés elegir semánticamente dónde te metés, cómo interpretás ese título, por más que la letra lo explicite.

Definir la música en palabras es siempre un problema. ¿Cómo te llevás con la etiqueta “pop orquestal” que se ha usado cuando se intenta encasillar en un género a Los sueños de los otros?

En un punto hay que hacer una concesión para poder comunicarse y responder a la pregunta de qué tipo de música hacés, pero casi siempre terminás traicionándote, entre otras cosas porque siempre estoy en transición. Sin embargo “pop orquestal” no me molesta. Me gusta lo de pop porque implica algo comunicativo y eso me parece fantástico, lograrlo en el arte es algo muy complicado. Ponerle al lado la palabra orquestal le abre un amplio registro que es algo que también me gusta, entonces, bueno, está bien, cedamos ese terreno a las palabras.

¿Y cómo te llevás con el término “retro”, que también se ha usado?

No me gusta nada. No me identifico con lo retro. La música que más escucho hoy por hoy es lo que se está haciendo ahora, R & B, neo soul, divergencias del trap, devenires del dubstep. ¿Es retro el disco para vos?

No sé si retro, pero sí creo que hay una presencia grande de la música de los 60, no necesariamente rock.

No es algo buscado, pero tiene que ver quizás con todo lo que escuché desde niño. Yo percibo cosas latinoamericanas en el disco, la música de Tom Jobim, por ejemplo, la veo muy presente. Escuché mucho a Los Jaivas, también, y creo que están por algún lado. Y hay un disco de Mercedes Sosa que se llama Cantata sudamericana, con arreglos de Ariel Ramírez, que me marcó muchísimo. De ahí pueden venir mis ganas de usar el sonido del clave, aunque también tiene que ver con un artista de hoy como Benjamin Clementine. Creo que es un disco donde conviven músicas muy diferentes. Hay un costado medio baladístico, hay algo latino, un poco de góspel, un poco de ambient, un lado europeo de música clásica orquestal.

¿Era importante para vos que el álbum tuviera un formato físico?

Mi primera meta era terminar de registrar el material; cuando lo logré, ahí sí lo empecé a pensar. Y se presentaron las oportunidades en formas muy bellas. Al poco tiempo de que yo lo había subido por las mías a los sitios de streaming, me contactaron de un sello japonés para editarlo en CD. Y un poco después surge el encuentro con Little Butterfly. Para mí fue una suerte enorme encontrarme con gente que trabaja de una manera muy similar a la mía.

¿Pensás que la percepción del disco cambia según el formato en el que se escucha?

Sí, totalmente. Soy defensor de todos los formatos, son experiencias distintas. En el caso del vinilo creo que la música toma ciertas dimensiones corpóreas, es como si el aire se densificara en ese momento, y eso es bellísimo. El CD tiene esa cuestión cristalina que me parece fantástica también. Y me parece increíble el océano de música que está en el mundo digital. Que toda esa música conviva y que cada uno tenga la posibilidad de elegir y de aventurarse en esos sonidos. Eso trae un montón de problemas más que nada económicos para los artistas y de mayor cantidad de grises, pero a nivel de las posibilidades de escucha me parece fantástico.

El disco se editó digitalmente en 2020, tuvo ediciones físicas en 2021 y 2022, y ahora lo vas a presentar en vivo. Es un proceso largo y bastante atípico para lo que se acostumbra en la música actualmente, donde “tenés” que estar generando cosas nuevas constantemente.

Lo que más me saltó de lo que dijiste fue el imperativo: “tenés que”. Esto es arte, yo no tengo que hacer nada, es un terreno de creatividad, un lugar para ejercer la libertad. Suena un poco idílico lo que estoy diciendo, porque sí hay un montón de cosas que tengo que hacer, pero parte de lo que trato es generar un material que se pueda ver y revisitar y que pueda continuar su camino, su vida.

Volviendo a lo solitario y a lo colectivo, ¿te sentís acompañado en la música que hacés? ¿Sentís que sos parte de algo más grande o ves tu música como un camino individual?

No me siento parte de una movida en particular, pero sí me siento con muchísimos vínculos hacia diferentes estilos. Eso es algo que me interesa sostener en el tiempo, me encuentro en un lugar donde me puedo vincular con diferentes tipos de música y realmente sentirme parte de cada una de ellas. Por un lado creo que mi camino es bastante particular y no veo a nadie acá que siga ese mismo rumbo, pero estoy acompañado, porque estoy compartiendo proyectos y en mi música se nuclean artistas que vienen de diferentes sectores y que tienen a la vez cabezas muy abiertas.

Los sueños de los otros. Espectáculo de Mariano Gallardo. La Trastienda (Fernández Crespo 1763). Viernes 28 de octubre a las 21.00.