En la tarde de este lunes, la embajada uruguaya en México anunció la muerte del violinista Jorge Risi. Formado en Montevideo, fue integrante de la Orquesta del Sodre hasta que partió al exilio cuando se instaló la dictadura cívico-militar. Desde entonces, se intensificó su actividad internacional, principalmente en Alemania, Italia y, sobre todo, en México, donde residió durante distintos períodos y donde fue concertino de la Orquesta Filarmónica de la capital.
Además de destacarse como concertista y desempeñarse como gestor –fue director artístico del Sodre tras la recuperación democrática y luego presidente de la institución al inicio de la primera presidencia de Tabaré Vázquez, y también director de la Escuela Universitaria de Música de la Udelar–, Risi se dedicaba intensamente a la enseñanza. Su proyecto SodreAquí, que luego siguió como Grupos Sonantes, buscaba no sólo descentralizar territorialmente el aprendizaje de instrumentos clásicos, sino también alcanzar a los sectores sociales más vulnerables, en proyectos que enfatizaban la capacidad democratizadora del desarrollo de las habilidades musicales.
“Una hoja de vida, entonces, debe ser lo contrario a una hoja de muerte: lo pensé en abril de 1984 cuando salvé apenas la vida con las de mis hijos en un espectacular accidente en la Avenida Virreyes de México, o años más tarde, cuando todavía bajo efectos de la anestesia pude tocar los vendajes que atestiguaban que mi operación a corazón abierto había pasado exitosamente, respiré todo lo hondo que podía con aquel infierno de cables y tubos. Pasaron más de 20 años hasta que una consulta fortuita hizo que me implantaran un marcapasos urgentemente, que llevo como trofeo desde hace mucho”, escribió Risi en su página web.
Allí también dejó unos Protocolos pandémicos, que buscaban simplificar la enseñanza del violín en tiempos complejos.