“Soy la hija de todas las voces que vinieron antes / Soy la madre de todas las voces que vendrán después”. Estos versos de la canción “Mãe de todas as vozes”, compuesta por Nando Reis e interpretada por Gal Costa en uno de sus últimos discos, pueden servir para definir el rol de Gal en la música brasileña. En un país con una enorme tradición de grandes voces femeninas, la suya se destacó especialmente, combinando tradición, vanguardia, localismo y cosmopolitismo en partes iguales.

Maria da Graça Costa Penna Burgos nació en Salvador, Bahía, en 1945. Según ella misma contó varias veces, su madre escuchaba constantemente música durante el embarazo con la esperanza de inculcarle una vocación musical. Su táctica dio resultado: desde niña Maria da Graça mostró un gran talento para el canto. A los 14 años escuchó a João Gilberto y se fascinó con los sonidos en ese entonces rupturistas de la bossa nova. Esa fascinación era compartida por varios jóvenes bahianos, entre ellos Caetano Veloso, a quien conoció en 1963. Fue Caetano quien la introdujo en la barra de músicos integrada, entre otros, por su hermana Maria Bethânia y por su gran amigo Gilberto Gil, quienes estaban comenzando sus caminos artísticos.

Aunque ya estaban haciendo música de manera casi profesional, ninguno tenía, según recuerda Caetano en su libro Verdad tropical, la vocación tan clara como Gracinha, luego conocida como Gal. “Gil se había graduado en administración y ejercía; Bethânia había soñado con ser actriz y llegó a escribir cuentos y hacer esculturas en madera y cobre, yo había sido pintor, había querido ser profesor y aún quería ser cineasta; pero Gal era cantante o nada”.

En 1965, aún con el nombre de Maria da Graça, la cantante editó su primer disco simple, en el que interpretaba las canciones “Eu vim de Bahia”, de Gil, y “Sim, foi voçê”, de Caetano.

Fue el productor de espectáculos Guilherme Araújo –figura fundamental para la carrera de todos estos músicos bahianos– quien la “bautizó” artísticamente como Gal Costa, adaptando el sobrenombre Gau, con el que era conocida entre sus amigos.

En 1967 Gal y Caetano editaron Domingo, un álbum compartido. En él mostraron sus deudas y su pasión por la bossa nova. Pero cuando el disco salió a la venta, los dos ya estaban en otra cosa.

La década de 1960 fue una época de cambios vertiginosos y los jóvenes bahianos que mostraban su reverencia hacia la bossa nova parecían, en cuestión de pocos meses, artistas diferentes. Es difícil asociar a la Gal de pelo corto y aire parisino que canta “Coração vagabundo” con voz cristalina y minimalismo bossanovistico en 1967 con la Gal de peinado afro y blusa con espejos, acompañada por una banda roquera, que interpretaba con energía desbordante y gritos primales “Divino maravilhoso” menos de un año después.

La cantante fue una parte fundamental de la revolución cultural del Tropicalismo, el movimiento que cambió para siempre la música de Brasil e influenciaría largamente a posteriori a la música pop global.

El movimiento creado y liderado por Gilberto Gil y Caetano Veloso combatió el nacionalismo cultural imperante luego del golpe de Estado de 1964, con una visión cosmopolita que incorporaba psicodelia, arte pop, vanguardia y cultura de masas a la vez que reivindicaba las raíces brasileñas y latinoamericanas.

Se ha dicho muchas veces que Gal Costa fue la musa del Tropicalismo, definición que puede sonar un tanto misógina, ya que parece poner a la artista en un rol pasivo, dejando la parte creativa a los integrantes masculinos del movimiento. Pero no fue sólo la ductilidad de su voz y su increíble talento interpretativo lo que inspiró a Caetano y Gil: ella era una instigadora muy activa de varios de los postulados tropicalistas. Artísticamente mezclaba a João Gilberto con Janis Joplin y Jimi Hendrix, pero en su música también convivían el pop comercial de Roberto Carlos, el folclore nordestino y el samba tradicional. Cultivaba una estética hippie pero con elementos de la cultura afrobrasileña e indígena. Su desenfado erótico en escena abrazaba a la vez las disidencias sexuales y las reivindicaciones feministas de liberación sexual.

Muchas de esas cosas están en algunas de las canciones emblemáticas del Tropicalismo que Gal interpretó de manera magistral, como “Baby” (Caetano Veloso), “Divino maravilhoso” (Gil y Caetano), “Mamãe, coragem” (Caetano y Torquato Neto) o “Nao Identificado” (Caetano).

La izquierda de la época fue muy crítica con el Tropicalismo por considerarlo alienado y extranjerizante, pero la dictadura militar entendió bien su carácter subversivo y peligroso; Caetano Veloso y Gilberto Gil fueron los únicos músicos populares presos por el régimen y luego obligados a exiliarse.

Durante el período de exilio de ambos artistas, Gal fue portavoz del Tropicalismo y difusora incansable de la música de Gil y Caetano. Su música, su canto y su presencia fueron una enorme inspiración para artistas que surgieron en los primeros 70 levantando en parte el ideario tropicalista, como el colectivo Os Novos Baianos.

A inicios de esa década Gal realizó uno de los shows más marcantes de su carrera, que quedaría registrado en el primer álbum doble en la historia de la música brasileña: Fa-Tal, Gal a todo vapor (1971). Cuando sus amigos retornaron del exilio realizó dos de los mejores discos de su carrera: India, de 1973, con producción de Gilberto Gil, y Cantar, de 1974, producido por Caetano.

En 1976 volvió con la barra bahiana con la que había comenzado su carrera en el espectáculo (luego álbum en vivo) Doces Barbaros, junto a Caetano, Gil y Maria Bethânia. A esa altura Gal ya era una estrella popular masiva y alguna de sus canciones comenzaban a ser parte de la banda sonora de telenovelas icónicas de la TV Globo, como Gabriela, cravo e canela y Malu, mulher. Su popularidad aumentaría aún más en la década de 1980.

Clásica y moderna

Pese a su bien ganada aura de artista contracultural, Gal siempre se había sentido una cantante pop que reivindicaba la cultura de masas. Sus shows tenían desde el inicio cuidadas puestas en escena, realizadas junto a directores teatrales y artistas visuales. En los 80 siguió ese camino, profesionalizando aún más su trabajo, pero sin el costado rupturista que la había caracterizado en las décadas pasadas. Su propuesta musical fue mucho más previsible, pero fue su época más exitosa comercialmente, con discos con ventas millonarias, canciones que se volvieron clásicos gracias a sus interpretaciones y el comienzo de una fama internacional que fue creciendo en los años subsiguientes.

En los 90, Gal, como toda gran maestra, tomó nota de lo que estaban haciendo sus discípulos. En el álbum O sorriso do gato de Alice, editado en 1994, mostró un sonido renovado que volvía a la vez a las fuentes, con un repertorio compuesto casi en exclusividad por canciones de los tres autores que más había transitado en sus primeros años: Caetano Veloso, Gilberto Gil y Jorge Ben. La producción artística del músico estadounidense-brasileño Arto Lindsay acercaba su sonido al de Marisa Monte –una de sus alumnas directas–, quien por esos años había trabajado con Lindsay en sus discos Mais (1991) y Verde, anil, amarelo, Cor de rosa e carvão (1994). Un año después hizo un precioso disco con canciones compuestas por Chico Buarque y Caetano Veloso titulado Mina d’água do meu canto.

En el nuevo siglo, Gal retomó su eclecticismo y sus inquietudes artísticas. Se metió con los sonidos electrónicos en el disco Recanto (2011), con canciones de Caetano exclusivamente compuestas para ese álbum, volvió al rock en Estratosférica y revisitó el soul y la música disco en A pele do futuro (2018). Su último álbum, Nenhuma dor, editado el año pasado, fue de dúos con artistas más jóvenes y cuenta con la participación de Jorge Drexler.

Esta nueva juventud iba de la mano con su estatus de leyenda viviente. En 2017 el canal HBO realizó una serie documental sobre su carrera, titulada O nome dela é Gal. A inicios de este año se anunció el rodaje de una biopic (una biografía ficcionalizada) titulada Meu nome é Gal (ambos títulos hacen referencia a la canción compuesta para la artista por Roberto y Erasmo Carlos en los 60) y protagonizada por la actriz Sophie Charlotte, que se estrenará en marzo de 2023.

Su muerte inesperada y en plena actividad multiplicó por supuesto los homenajes y las declaraciones de admiración universales que venía recibiendo, justificadamente, en vida. Tenemos, por suerte, su enorme y variadísima obra a disposición para revisitar, revalorar o descubrir.