Por tercera vez, la excárcel Miguelete se abrió a la bienal de arte contemporáneo uruguayo, la exposición más importante de nuestro país, en la que se presentan las propuestas seleccionadas como finalistas del Premio Nacional de Artes Visuales. Guadalupe Ayala y su obra Saqueo resultó ganadora del gran premio, Guillermo Zabaleta del primer premio, Valentina Cardellino del segundo premio, Luciana Damiani del tercero y Matías Nin, del premio en pintura. Estas obras pasarán a formar parte del acervo del Estado.
La importancia de la exposición instalada en el Espacio de Arte Contemporáneo (EAC) se evidencia en su presupuesto: 2.550.000 pesos uruguayos, de los cuales 950.000 son para los cuatro premios y el resto para gastos de jurados, montaje, equipamiento. El premio en pintura, de 150.000 pesos uruguayos, es financiado por la Fundación Julio Alpuy.
Esta vez el jurado, que actúa en la selección y en la premiación, estuvo compuesto por Patricia Bentancur (elegida por los participantes), Amanda de la Garza Mata (directora del Museo Universitario Arte Contemporáneo de la Universidad Nacional Autónoma de México) y Ricardo Pascale (de la Comisión Nacional de Artes Visuales), y seleccionó 35 propuestas entre 452 recibidas (295 de Montevideo, 141 del interior, de las que no se seleccionó ninguna, y 17 artistas residentes en el extranjero). La etapa de premiación se hizo una vez montadas las obras en el EAC.
Montaje y sufrimiento
“Nadie genera una obra visual para no ser exhibida, así como nadie crea una música para no ser escuchada”, dice Teresa Puppo, escritora y artista visual, seleccionada con una instalación de video. Para ella, "es importante participar en los salones para que el público pueda ver esa producción simbólica contemporánea que generamos los artistas. Los artistas creamos obra y eso implica un proceso, una investigación, son procesos que llevan tiempo y dinero. Esa obra que creamos necesita ser mostrada".
Los salones nacionales, o “premios”, como se llaman formalmente, son instancias de gran expectativa en el mundo del arte uruguayo. Sea por los incentivos monetarios o por su importancia para la carrera de cada artista, son espacios de validación. Recorrer un salón nacional nos da la posibilidad de ver muchas obras, conocer a nuestros creadores y medirle la temperatura a lo que nos está pasando como sociedad. Es cierto que hay un recorte importante y muchos artistas quedan afuera (por la selección o porque deciden no presentarse), pero también es cierto que es un espacio donde cada concursante pone lo mejor en una competencia artística de máxima exigencia.
Cada montaje es un parto. Los días antes de la inauguración el EAC contiene una fábrica creativa hermosa, donde todo aquello que fue proyectado en el taller llega finalmente a su lugar: a encontrarse con el público. Algunos artistas dejan su obra para que sea colgada en el espacio designado por el equipo de curaduría, mientras que otros realizan el montaje in situ. Las instalaciones son atanores donde todo se transforma: aquello que alguna vez fue una celda aloja sueños infinitos de artistas, de obras que comenzaron en la intimidad, se proyectaron en la carpeta para la selección y se trabajaron durante años.
Por eso, los días previos a la inauguración son de gran estrés, lo que también significa, de gran creatividad. Hay detalles finales que pueden llegar a ser pesadillas, aunque luego esos contratiempos se olvidan y se recuerda la obra final, casi como si fuera un hijo.
¿Quién paga?
Hasta ahora, el costo de realizar la obra corría por cuenta de cada artista: gastos de confección, traslado, enmarcado, materiales. Este año, en la presentación del catálogo del Premio Montevideo, organizado por la Intendencia de Montevideo, se comunicó un gran cambio: se comenzará a dar un viático para los gastos a cada seleccionado de 25.000 pesos.
"Siempre estamos bastante solos en la producción de obra, salvo que tengamos galería o mecenas, pero es cierto que, por eso mismo, una convocatoria oficial desde un organismo estatal o municipal debería cubrir al menos parte de los gastos y, de ese modo, hacer más equitativo el acceso, como política cultural. Las bases del nuevo Premio Montevideo, propuestas desde la actual dirección del Subte, darán a todos los seleccionados un mismo aporte económico inicial más allá de los premios, además de un apoyo curatorial", dice Fernando Sicco, artista, gestor cultural, psicólogo y exdirector del EAC durante una década.
La capacidad de inversión es una forma de selección primaria, porque quien no puede costearse las impresiones fotográficas, el flete, una pantalla, no puede participar, y eso es algo que en los organizadores está muy presente.
“Somos la parte fundamental del campo del arte”, opina Puppo. “Si no producimos, no existe el campo del arte. Un salón tiene premios, en general, tres o cuatro. Pero el resto de los artistas que se presentan a un salón, solamente tienen gastos. Y acá, repetimos lo de siempre: los que cobran son los directores de Cultura, el ministro de Cultura, los que trabajan en la dirección de museos, los montajistas, los guardias de seguridad, los que venden uniformes, las compañías de seguros, los técnicos en electrónica, los que les venden las herramientas, los diseñadores de catálogos, la imprenta, los cuidadores de sala, los encargados de la difusión, los que reparten las bebidas, las limpiadoras de sala (en eso las mujeres consiguen trabajo) y un larguísimo etcétera", agrega.
Todos reciben la paga por su trabajo, menos los artistas, quienes más trabajan. Esta situación ha sido largamente expuesta por los artistas participantes a los premios, y el Instituto de Artes Visuales tiene el objetivo de cambiar la dinámica.
Según Silvana Bergson, directora del Instituto Nacional de Artes Visuales del Ministerio de Educación y Cultura (MEC), este año no se pudo implementar el viático por problemas administrativos, pero se espera que en el próximo cada artista pueda contar con esa ayuda. La directora explica que en 2022 hubo mejorías, como la aseguración de las obras expuestas y la posibilidad de traslado de obras desde el interior del país, aunque no hubo seleccionados desde afuera de la capital. Hasta el premio anterior, si una obra se rompía, el artista quedaba con su obra rota. Debido a experiencias pasadas, se pudo poner en foco este punto. Sumado al pago de materiales, horas de trabajo, traslado de obra, la falta de seguro en caso de accidente durante el montaje ilustra cuán precarizada está la profesión del artista visual.
Somos pocos
La dinámica de los salones posibilita diálogos entre quienes organizan y quienes concursan. Son territorios donde todos juegan distintos roles, se intercambian y vuelven a la cancha: quien fue jurado este viernes, concursa hoy. Así, exdirectores de museos y curadores compiten con alumnos de Bellas Artes, artistas consagrados a nivel internacional cuelgan sus obras al lado de artistas que por primera vez exponen en un salón nacional. Esa es una riqueza para nuestra bienal porque mantiene un nivel artístico profesional importante, pero al mismo tiempo genera la sensación de que se debería dejar espacio a quien nunca estuvo, o que "siempre son los mismos, más allá de algunas excepciones".
Sobre este tema, Gustavo Tabares, artista visual que se presentó a este premio con una obra que forma parte de su investigación sobre la yerba mate como "acuarela" para sus paisajes, opina: "En Uruguay, donde no hay galerías de arte (las pocas que hay están en el Este), los concursos terminan siendo un lugar donde mostrar y capaz ganar dinero. Como no hay galerías, todo el mundo se presenta”. Según él, obras que naturalmente estarían alojadas en galerías, “pensadas para vender, con un tinte más decorativo”, se mezclan con trabajos más experimentales, históricamente destinados al Premio. Para Tabares, el Premio es un lugar donde existir: "La comunidad no es tan grande y hay unos cuantos que somos artistas y etcétera: somos gestores, directores, curadores, barremos el piso, cambiamos lamparillas, hacemos de todo y a veces nos toca estar en un lado, en otro. Las figuras se repiten, es inevitable, no somos tantos".
Los salones comenzaron hace décadas, con la Primera Exposición Anual de Bellas Artes-Salón Nacional 1937. Se interrumpieron en 1984 y fueron retomados en 2001. Hasta 2018, la exposición se desarrollaba en el Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV) y luego se mudó al EAC, donde actualmente también se conserva el acervo del Premio.
En la nueva etapa de salones, la participación es paritaria y las mujeres artistas en el Premio Nacional han sido, entre 2006 y 2020, 50% de los jurados y 42,8% de los premiados, según Catalina Bunge, Natalia de León y María Mascaró, integrantes de la Colectiva COCO. Estas artistas contemporáneas, que desde 2016 investigan el campo del arte con perspectiva de género, informan que a 2021 el MNAV tenía 6.855 objetos museísticos, de los cuales 1.509 son de mujeres (22%); si restamos a ese total las más de 1.000 obras de Petrona Viera, quedan sólo 508, por lo que el porcentaje de obras de mujeres es apenas de 7,4%.
Las integrantes de COCO llevan adelante el proyecto Archivo X, una página web donde encontrar artistas y que se presenta como "una acción-investigación en permanente construcción y transformación que evidencia los mecanismos violentos (misoginia, homofobia, clasismo, transfobia, racismo) en la construcción del relato hegemónico del arte en nuestro territorio".
El porcentaje de directoras mujeres en el MNAV es de 12%: en 110 años del museo sólo dos hubo una directora mujer, Jacqueline Lacasa, ganadora del Premio Nacional 2020.
Para Valentina Cardellino, artista visual y arquitecta que obtuvo el segundo premio, este es su primer Salón Nacional. Nacida en 1985, ya había ganado el Paul Cezanne, que le valió una residencia en París. "Es importante presentarme, en medio de mis rutinas y trabajos de otras cosas; significa ponerme objetivos claros para cerrar procesos de obra, me ayuda a focalizar y por otro lado es la instancia donde se puede compartir la obra", dice Cardellino, que es una de las arquitectas del proyecto de la plaza Las Pioneras. "Me financio con mi sueldo y lo que sucede ahora en el Subte me parece alucinante. Creo que todos los premios deberían ir por ese camino, porque es realmente difícil presentarse a convocatorias sin un caché mínimo, termina condicionando qué se puede presentar y a qué se llega entonces. Espero que se siga por la misma línea porque la verdad es necesario", dice la artista, que también fue seleccionada en el Premio Montevideo que tiene lugar en el Centro de Exposiciones Subte E en los años que no hay Premio Nacional.
La pintura tiene, en el Premio Nacional, un lugar especial. La Fundación Julio Alpuy entrega sus propios premios y dona la obra al MEC, buscando conformar una pequeña colección de pintura contemporánea. Matías Nin, licenciado en artes plásticas y visuales, ganó en su categoría con una pintura de grandes dimensiones. Cree que “este premio especial intenta que la pintura sea un acto relevante dentro de las artes visuales y busca no dejarla caer en un lugar de cosa del pasado, de arte tradicional”.
“Quizás se propuso este premio porque la pintura había perdido relevancia en la mirada de los jueces, premios o críticos en general, a favor del arte contemporáneo, pero me parece un poco extraño que haya un premio especializado en una de las ramas del arte dentro de un premio más general de artes visuales, porque tendría que haber un jurado especializado para un premio especializado. Seguramente haya un motivo económico y comprendo las buenas intenciones", dice el pintor, que trabaja en su taller de forma disciplinada, como si fuera un monje, entre seis y ocho horas por día.
"Pienso que la pintura está muy vigente y lo veo en el mundo", dice Nin. "No habría un motivo para pensar que la pintura es algo del pasado y que ya no representa la contemporaneidad, porque si uno se pone a mirar galerías de arte en el mundo ve que la pintura está más viva que nunca, los pintores se renuevan y hay gente joven haciendo cosas muy buenas".
Que están haciendo cosas muy buenas los artistas uruguayos es evidente desde la entrada del EAC: más allá de los premios que otorgan grandes reconocimientos, está el gran esfuerzo de una comunidad artística que sigue apostando por el arte y dando lo mejor en cada sala, porque, como dice Teresa Puppo: "Para nosotros crear es una cuestión de necesidad". Ir a verles, dedicando el tiempo necesario, es simplemente un gran regalo de una maravillosa comunidad, que no se puede desperdiciar.
60º Premio Nacional de Artes Visuales Gladys Afamado. En el EAC (Arenal Grande 1929). De miércoles a sábados de 13.00 a 19.00 y domingos de 11.00 a 17.00.